Incendio en la Brigada: denuncian que las jóvenes recibían tratos crueles y degradantes

Foto de Bruno Martínez

Familiares de Macarena Salina denuncian que el cuerpo de la joven presentaba marcas de golpes. En una carta, contó a un amigo que las castigaban dejándolas sin comer durante días.

A una semana del incendio en la Brigada Femenina de Concepción, que acabó con la vida de cuatro mujeres que estaban alojadas allí, familiares realizaron una marcha en Concepción el jueves por la tarde en Plaza Mitre donde reclamaron justicia.

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Rocío Mikaela Mendoza, Yanet Saquilan, María José Saravia y Macarena Maylen Salina estaban detenidas por delitos menores, ninguna llegaba a los 30 años de edad y tampoco correspondía que estén alojadas ahí. Hace años que las cárceles de Tucumán están superpobladas y los derechos humanos de las personas privadas de libertad, en jaque. 

La certeza de que el Estado abandonó a las jóvenes y posteriormente a sus familias, se desprende de cada testimonio de hermanas, cuñadas y tíos de las cuatro jóvenes. 

Macarena tenía 22 años y una hija de 6. Llevaba 10 meses detenida por una causa por robo agravado. Tenía una condena de 6 años y 8 meses. Primero estuvo alojada en la Comisaría 2da en Capital. Después la trasladaron a Concepción por falta de cupo. 

La única cárcel para mujeres en Tucumán es la Unidad  Nº4 Instituto de rehabilitación femenino “Santa Ester” en la localidad de  Banda del Río Salí. La población carcelaria femenina no es muy grande: en 2019, de acuerdo al informe anual del Servicio Penitenciario Provincial de Tucumán, allí se alojaban 39 mujeres privadas de su libertad y un varón trans, al borde de la capacidad máxima que es 45.

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Fotos de Bruno Martínez

Hace tres semanas, Macarena iba a ser trasladada allí. Tenía todos los papeles listos y le entusiasmaba poder estar en un lugar más grande y más cerca de su familia. Los casi 70 kilómetros que separan la Perla del Sur de la Capital, impedían que la visiten, sumadas a las restricciones que trajo la pandemia. Supuestamente había un cupo, pero una vez allí la hicieron volver porque había muchos casos de COVID. 

Yanina es hermana de Macarena, quien se quedó al cuidado de su sobrina de 6 años. Además, cuida de sus otros hermanos, nueve en total, y su hijo pequeño. Hasta ahora, afirma que no recibió ninguna llamada del Estado luego del incendio. Dice “nos abandonaron”, usando las mismas palabras que Virginia, la madre de Mikaela.  

Cuando fue a la morgue a retirar el cuerpo de Macarena y vestirlo para el velorio, se encontró con que tenía marcas de golpes. “Cuando hablaba ella me decía que estaba bien. Nunca me contó que le pegaban. Cuando la fui a cambiar a la morgue vi que tenía golpes de cachiporra en el cuerpo y saqué fotos. Si me hubiese avisado yo hubiese denunciado”. 

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Foto de Bruno Martínez

Las chicas no tenían permitidas las visitas por la pandemia, o eso le dijeron a Yanina. Solo podían hablar por teléfono o a través de cartas. En una carta a un amigo, Macarena contaba las condiciones terribles de encierro en la que vivían. Les pegaban, las insultaban, y hacían que se peleen entre ellas. Como forma de castigo, una vez,  estuvieron tres días sin comer y no las dejaban salir de la celda. 

La tarde  del incendio, la celda estaba con candado. El destacamento no contaba con un matafuego y ni hablar de colchones ignífugos. De a cuerdo al testimonio de las familias, no fueron auxiliadas por el personal policial a cargo, sino fue un vecino el que llamó a los bomberos cuando escuchó los gritos y vio el humo y el olor que salía de la Brigada.

Su familia piensa que las mataron, que las dejaron morir. “Nunca abrieron las rejas”. Las prácticas de torturas, tratos crueles y degradantes contra las personas privadas de libertad son todavía moneda corriente en las cárceles y comisarías de la provincia.

Desde la institución policial lo único que hicieron fue pasar a disponibilidad a las tres efectivas subalternas que se encontraban de turno en el lugar: Margarita Gutiérrez, Susana Rodríguez y Sandra Rivarola y a la jefa de la brigada. 

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