Seguridad vial: ¿una cuestión de género?

auto volante cinturón de seguridad

En el Día Nacional de la Seguridad Vial, resulta interesante analizar los estereotipos de género que calan y atraviesan profundamente la crianza recibida y la manera que se tiene de moverse en el mundo. En el proceso de construcción de los roles domésticos, son las mujeres las que tienen que soportar la carga de conducción del hogar. Contrariamente, la conducción de vehículos ha sido un rol designado al varón. 

Históricamente, las mujeres han sido las que ocupan el asiento de acompañante. ¿Alguna vez han visto a su papá sentado en el asiento de atrás del auto? Resulta interesante analizar cómo las desigualdades de género repercuten no solo en el ámbito familiar, sino laboral y social. Las calles argentinas son, predominantemente, de los varones. 

¿Cuántas veces una mujer al volante te ha dicho un piropo mientras cruzabas la senda peatonal? ¿Cuántas veces has visto una mujer gritando desde la ventanilla a un ciclista, a un peatón o a otro vehículo por no avanzar rápido en el semáforo o no poner un guiño a tiempo? ¿Cuántas veces has visto a una mujer tocar bocinazos empedernidamente en los segundos que te podés demorar en avanzar en un semáforo?

En las experiencias cotidianas, las mujeres que saben manejar, probablemente hayan tenido que pasar situaciones incómodas con varones de acompañante criticando la velocidad, los modos y las pausas. Seguramente, también se habrá observado lo común que es ver el asiento del conductor reclinado hasta el tope, tipo reposera de playa, con un varón al volante porque así quedan más “cancheros”.

No es una batalla de género, quién maneja peor, quién se equivoca menos. Es simplemente visibilizar, con estadísticas reales, el trasfondo que existe en la brecha de género detrás de un vehículo. 

La identidad masculina se va construyendo, con los años, en torno a diferentes actividades y tareas que les son específicas a cada unx. En el colectivo social, tiene un valor cultural instaurado ser varón y manejar un vehículo, cualquiera que sea. La fragilidad de la masculinidad hegemónica también conlleva asumir ciertos comportamientos que pueden ser peligrosos, en el afán de exhibir una correcta forma de ser macho. El peligro que éstas actitudes traen aparejadas es, principalmente, comportamientos viales peligrosos. En cambio, la mujer al volante es asociada con estereotipos del tipo negativos, en donde ser cuidadosa, precavida y más atenta, son asociados con valores que empobrecen la capacidad de conducción, porque la mujer no es tan canchera para manejar.

La realidad, en nuestro territorio, es que la mujer tiene una fuerte carga doméstica y de cuidado de su familia directa y a veces incluso de otros miembros de su familia más alejados. A esto se lo denomina “Movilidad de cuidado”, e implica todas aquellas tareas no remuneradas que una madre de familia hace para con sus hijxs u otras personas dependientes. Son todos aquellos traslados vinculados al cuidado: llevar y traer niñes de la escuela y/o actividades recreativas, llevar familiar enfermo al medicx, buscar medicación de la farmacia, ir al supermercado, ir a pagar las boletas, etc. Estas, según el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, son definidas como todas aquellas actividades que permiten satisfacer las necesidades básicas de las personas.  El 75% del cuidado de niñeces, en Argentina, está bajo la responsabilidad de mujeres. Y en el caso de las mujeres que trabajan, estas dedican el doble de tiempo que los varones al cuidado infantil.

ESTADÍSTICAS VIALES SEGÚN EL GÉNERO

*Obtenidas de Dirección Nacional de Observatorio Vial

En los últimos diez años, ha habido un aumento importante en el número de mujeres que manejan. Aun así, las calles son mayoritariamente masculinas: el 72% de licencias son expedidas a varones, mientras que sólo un 28% son de mujeres. O sea, 2 de cada 10 conductorxs son mujeres. Esto podría explicarse si analizamos que, en el caso de una pareja heterosexual que posee un vehículo en común, por imposiciones culturales y sociales casi siempre es el varón el que asume el rol de conductor.

Cinturón de seguridad:

-Las mujeres, en vehículos de cuatro ruedas, utilizan más el cinturón de seguridad (62,5% vs 53,4%).

-En el asiento de acompañante, las mujeres utilizan más el cinturón de seguridad (44,5% vs 39,1%)

– Cuando la conductora de autos es mujer, los niños/as viajan más protegidos al usar el sistema de retención infantil (31,2%) que cuando conduce un varón (24,6%).

Recordemos que usar el cinturón reduce en un 50% la probabilidad de fallecer en casos de accidentes.

Casco en motos:

-Es utilizado mayormente por varones. 7 de cada 10 varones lo usan, descendiendo esta proporción a 6 de cada 10 mujeres. 

-Está bastante normalizado usar casco solamente en el rol de conductor de una moto. Con relación a esto, las mujeres acompañantes en las motos utilizan más el casco que los varones. Sea quien sea el que conduzca o el que acompañe, ambas personas deben usar cascos para prevenir complicaciones en accidentes.

Eel casco disminuye el riesgo y gravedad de traumatismos en un 72%.

Bicicletas:

-Del total de ciclistas, un 71% son varones.

-Solo el 8,3% de ciclistas utilizan casco, independientemente del género.

Respeto del semáforo:

-Las mujeres respetan, por poca diferencia, los semáforos en la vía pública (96,5% vs 94,5%)

Consumo de alcohol:

Ingerir cualquier bebida alcohólica supone un mayor riesgo de accidente de tránsito. Este constituye uno de los factores de riesgo más importantes al producirse un siniestro vial.

Las alcoholemias positivas en varones duplican a las mujeres (9,9% vs 5,2%). Esta diferencia se triplica en motos (21,8% varones vs 8,5% mujeres)

O sea, el consumo de alcohol al volante es mayoritariamente masculino, lo que explica también los índices de accidentes fatales en el sexo masculino.

Consumir alcohol antes de manejar aumenta considerablemente el riesgo de padecer accidentes de tránsito, ya sea como conductorx, acompañante o peatón, ya que en el organismo se produce una disminución de la capacidad de concentración y de toma de decisiones; se enlentecen los reflejos motores y sensoriales; hay un deterioro en el equilibro y en el movimiento; disminuye el estado de alerta; se deteriora la concentración y las funciones visuales. Si se añade el consumo de otra sustancia, resulta un combo verdaderamente peligroso a la hora de transitar rutas concurridas, semáforos o múltiples señalizaciones al recorrer distancias más grandes. 

Alcoholemia: presencia de alcohol en sangre por el consumo de bebidas alcohólicas. Debido a que existe una relación entre las concentraciones de alcohol en la sangre y la respiración, se sopla en una boquilla de un aparato llamado alcoholímetro.

Si la concentración de alcohol en la sangre es entre 0,02 y 0,05 g/dl, existe un riesgo tres veces mayor de siniestro vial. Este riesgo aumenta seis veces con una alcoholemia entre 0,05 y 0,08 g/dl, y se eleva abismalmente cuando supera 0,08 g/ dl.

En Argentina, la tolerancia en la alcoholemia es de 0,5 g por litro de sangre en vehículos de cuatro ruedas. Tucumán se encuentra adherido a la política de Alcohol Cero, lo cual significa TOLERANCIA CERO al volante. En caso de alcoholemia positiva, se puede proceder al secuestro del vehículo, multas, retención de licencia, inhabilitación o detención del conductor, dependiendo del caso.

Velocidad en auto y moto:

Cuanto más rápido se circula, aumenta más la distancia para frenar y el riesgo de sufrir un accidente (involucrando a otras personas) es mayor. La velocidad es el factor de riesgo más crítico debido a las consecuencias que ocasiona. Son las mujeres conductoras las que demuestran tener mayor conciencia al manejar, respetando límites de velocidad y señalizaciones. 

Infracciones: 

En Argentina, 7 de cada 10 infracciones son cometidas por varones. Repensando el tipo de infracciones cometidas por género, se observa que las mujeres cometen más infracciones por estacionamiento que los varones, aunque estos las cometen por exceso de velocidad. El impacto en la seguridad vial de estacionar mal es enormemente menor que el exceso de velocidad. Esto está asociado también a la falta de experiencia en las calles que históricamente se ha tenido, debido a una apropiación cultural de los varones del espacio vial.

Víctimas fatales y personas heridas: 

Ya dijimos que la vía pública es, mayoritariamente, masculina, al tener ellos mayor porcentaje de licencias expedidas. Esto tiene directa relación con los porcentajes de víctimas fatales en accidentes, duplicando así las víctimas varones que mujeres. Esto se explica, entonces, por una mayor exposición al tránsito de los varones en todos los vehículos, sumado a los excesos de velocidad y consumo previo de alcohol. Los varones fallecen cuatro veces más que las mujeres en accidentes viales, principalmente jóvenes entre 15 a 34 años. En cambio, las mujeres víctimas de accidentes fatales se da como peatonas, acompañantes en autos o usuarias del transporte público. 

Dato de color: las mujeres víctimas de siniestros viales sufren accidentes en horarios diurnos, relacionado directamente con las tareas de cuidado, a diferencia de los varones, quienes tienen tendencia a accidentarse en horarios nocturnos.

Usar el celular mientras se maneja es peligroso, ya que la atención que demanda el aparato distrae y disminuye la atención en la ruta. Aunque es frecuente ver conductores/as usando el celular, no es aconsejable hacerlo o, si se hace, detener el vehiculo primero.

La brecha de género y el impacto de los siniestros viales en la salud pública

Cuando hablamos de brecha de género, hablamos de todo lo que concierne al día a día de cada persona. Nacer, crecer y morir tiene que ver con el género y las tareas asignadas a cada quien. No es casualidad que las mujeres manejen menos, se cuiden más, se accidenten menos y si lo hacen, sea durante el día cumpliendo con sus tareas de cuidado, y no de noche, saliendo con amigos porque en casa hay una mujer cuidando las niñeces.

En definitiva, puede decirse que las mujeres son más precavidas que los varones al conducir y muestran tener mayor percepción del riesgo con relación a la seguridad vial, situación que se relaciona directamente con la menor probabilidad de padecer siniestros viales como conductoras y de que éstos deriven en traumatismos graves o incluso la muerte. 

Hablar de accidentes de tránsito y la brecha de género existente es hablar de salud también, ya que no es solo pensar el costo económico resultante de un siniestro, sino posibles discapacidades o muertes ligadas a este. Es, por lo tanto, un problema de salud pública.

Un estudio realizado en el Hospital Ángel C. Padilla, en San Miguel de Tucumán, precisó un gasto hospitalario por paciente de USD 2.350 debido a lesiones de tránsito, considerando servicios de internación, estudios complementarios y cirugías con o sin requerimiento de prótesis e implantes. Intervenir quirúrgicamente a un paciente que requiere implante de cualquier tipo, eleva el costo exponencialmente.

Los últimos análisis realizados por la Red Académica de Seguridad Vial, estima que un 7% del presupuesto que maneja el Ministerio de Salud son destinados a los costos sanitarios de siniestros viales.

En definitiva, los accidentes de tránsito constituyen una carga económica muy grande para la sociedad toda, considerando no sólo la pérdida de vida sino las secuelas que pueden quedar permanentes a víctimas de siniestros, disminuyendo la calidad de vida y la capacidad productiva de las personas. Prevenir accidentes viales tiene un beneficio social y económico y repercute directamente en la salud.

Sin miedo a aprender a manejar, pibis, que las calles son nuestras.

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