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Ley Bases: definiciones del porvenir

Con la nueva Ley Bases aprobada en la Cámara de Diputados, el presidente Javier Milei busca abrirse nuevo camino entre las intrincadas trincheras de la política y sus más altas cumbres: el Congreso, la casa de la dinámica política nacional.

Con una sesión maratónica que ni por cerca levantó tanta atención pública como la primera Ley –la entonces Ley Ómnibus, que ya de ómnibus le quedó poco–, el Gobierno Nacional busca superar el obstáculo que impidió su primera media sanción: su desprecio por la política, el obstáculo en cuestión. Y es que el Gobierno de la Nación procuró no cometer los mismos errores que lo llevaron a su primera gran derrota legislativa, allá por febrero, cuando –entre otras cosas– el diputado tucumano Agustín Fernández junto a las diputadas Gladys Medina y Elia Fernández de Mansilla aportaron sus votos para dicha sanción. En fin, copla ya cantada.

¿Qué cambió en esta oportunidad?

Por empezar, el presidente Javier Milei tuvo que tragarse la tierra y aceptar, una vez más, que para gobernar un país –Argentina, Alemania o Suiza– se necesita hacer política.

Los espadachines parlamentarios del presidente buscaron hacer el trabajo fino que involucra coordinar con los jefes de bloques e interbloques, devolverle la cortesía a los gobernadores, hilar fino con todos y cada uno de los diputados. Este operativo, con la Secretaria General de la Presidencia Karina Milei a la cabeza, tuvo entre sus alfiles al propio presidente de la Cámara de Diputados Martín Menem, al Jefe de Gabinete Nicolás Posse, al diputado nacional Bertie Benegas Lynch o al asesor presidencial Santiago Caputo.

Para la madrugada, el panorama ya era mucho más claro y el gobierno contaba con un fehaciente poroteo que iba a marcar el destino de la nueva Ley Bases, que declara distintas emergencias por un año, faculta al presidente de incumbencias extraordinarias, legisla sobre el fuero laboral, educativo y económico. Pero existía un solo capítulo que iba a marcar la suerte de todo el nuevo proyecto: el de las privatizaciones. La ecuación era simple: si las privatizaciones se aprobaban, todo lo demás entraba. Y así fue.

El gobierno tuvo que hacer concesiones, por supuesto. Para el diputado Miguel Ángel Pichetto, por ejemplo, quien comanda uno de los bloques árbitros –aquellos bloques intermedios que son fundamentales para poder aprobar una ley–. O al gobernador santacruceño Claudio Vidal, por caso, quien luego de haber sido uno de los primeros mandatarios en mostrarse con el presidente, padeció un destrato por parte del mismo. Distinto fue el caso del gobernador salteño Gustavo Sáenz, uno de los hombres fuertes del Norte Grande, quien hasta último estuvo negociando por la economía tabacalera de su provincia.

El gobernador Osvaldo Jaldo, por otro lado, esperó paciente el nuevo tratamiento legislativo. Todas sus fichas fueron jugadas el turno anterior y, vía el Ministro del Interior de la Nación Guillermo Francos, le reaseguró al presidente su cuota nada despreciable de tres votos. Por eso el gobernador respiró tranquilo: porque en ese entonces se hicieron las cuentas claras y dicho acuerdo quedó pactado. No por nada el tranqueño optó por encargarse de los asuntos locales. Las elecciones del PJ Tucumán, a la vuelta de la esquina.

Lejos han quedado ya los días en que se amenazaban a los gobernadores con que ‘’los voy a dejar sin un peso’’. El presidente Javier Milei tuvo que entender, a la fuerza, que de nada sirve ningunear a los mandamases provinciales. Para gobernar un país federal, hay que escuchar a 24 mandatarios que fueron elegidos para gobernar en nombre de sus coterráneos.

Media sanción, ¿y la otra mitad?

Con la aprobación en la Cámara de Diputados, el gobierno deberá sortear su hasta ahora más grande escollo: el Senado. Motivos hay de sobra, pero sólo uno perseverará hasta tanto no se sustancie lo contrario: fue el Senado el que mostró su musculatura institucional y, en un abrir y cerrar de ojos, truncó el DNU. 

Ahora, la ecuación se invierte: con la Ley Bases aprobada en Diputados, ahora será el Senado el que decida su destino. A la inversa, con el DNU ya vetado en el Senado, pronto será la Cámara de Diputados la que deba ratificarlo o no. Con ello, las posibilidades son las siguientes: A) El DNU cae en Diputados y finalmente queda completamente vetado, cosa que es poco probable; B) La Ley Bases se modifica en el Senado, lo cual es muy probable, y vuelve a Diputados. 

Esta segunda opción no es para nada un dato menor. En el Senado de la Nación la preponderancia numérica del bloque Unión por la Patria es clara, más la suma de los senadores afines a ciertos espacios provinciales como los patagónicos o los misioneros. A esto se suma el hecho de que, en esta oportunidad, algunos diputados de Unión por la Patria votaron favorablemente algunos artículos de la Ley Bases, por lo que debe sobreentenderse que, en dichos casos, los gobernadores a los que responden políticamente llegaron a ciertos acuerdos con los funcionarios ejecutivos.

¿Cómo podría repercutir esto en el Senado? Pues bien, una posibilidad es que algunos senadores de Unión por la Patria voten favorablemente por la Ley Bases en general, y por algunos capítulos en particular. Sin embargo, hay otro dato a tener en cuenta: mientras que en el tratamiento anterior el bloque de Unión por la Patria se vió dividido en las votaciones de más de un artículo, en el Senado de la Nación el bloque peronista actuó absolutamente uniforme a la hora de tratar el DNU.

¿Cómo se logró aquello? Pues, entre los soldados peronistas del Senado se encuentran, entre otros, el histórico senador formoseño José Mayans, uno de los hombres más poderosos del Congreso en su calidad de jefe del bloque peronista. Mayans, de larga trayectoria legislativa, es un ávido operador y negociador político que no le teme al uso de la lengua a la hora de despotricar contra el presidente Milei, a quien lo desafía abiertamente porque lo considera ubicado en sus antípodas políticas e ideológicas. El senador Mayans es clave para comprender por qué el peronismo y los senadores de los espacios provinciales se agolparon y pudieron trabar el DNU. De él dependerá la pronta y futura estrategia en lo que se venga.

Cristina: una pequeña aproximación a sus movimientos

La expresidenta considera que el gobierno de Milei incurre en una falta al asumir que su legitimidad electoral es su legitimidad real, aquella que se construye en el transcurso de un gobierno. Si bien mira con preocupación los índices económicos de consumo, no deja de preocuparle menos las posiciones políticas que el presidente viene pregonando en ámbitos como la deuda externa, el endeudamiento con capitales extranjeros, las posiciones geopolíticas, entre otras.

Con su reaparición en el partido de Quilmes junto a la intendenta Mayra Mendoza –una de las dirigentes más fuertes de La Cámpora–, la anterior vicepresidenta dejó más que claro que “cuando les dije que agarren el bastón de mariscal no era para que le peguen en la cabeza a otro compañero”. Con ello, Cristina buscará acomodar a la tropa y provocar organicidad en medio de un peronismo aún en desorganización. 

Bajo esta premisa, Cristina sabe que, una vez más, las bases del peronismo kirchnerista ven en ella la única salida posible ante el gobierno actual. ¿Por qué Cristina piensa en 2027, con 2025 de por medio? Porque un extremo –Milei– sólo puede llevar a otro extremo que, poco a poco, nuevamente irá agolpándose en la figura de la expresidenta. Mientras Cristina –ella sola– posea el alto caudal de votos que aún en soledad tiene, será difícil no acordar con ella de cara a un futuro y aún inexistente frente electoral.

En suma…

Mucho ha pasado desde que el presidente Javier Milei abrió una nueva Apertura de Sesiones Ordinarias del Congreso de la Nación, ante una anfitriona y siempre histriónica Cámara de Diputados y ante un Senado que, días después, mostraría un contundente poderío político a un presidente que vino a revolucionarlo todo.

“Toda revolución es como un río que se sale de cauce e inunda todo: luego, todo se evapora y sólo deja tras de sí el barro de una nueva burocracia”, escribió alguna vez el escritor bohemio Franz Kafka.

Por estos días, aquella cita hace más mella ante una Argentina sumergida en una lisergia política propia de las revoluciones.

Luego de haber disertado ante un Congreso Nacional, en una Apertura de Sesiones estilizada al mejor estilo del Estado de la Unión norteamericano, el presidente Javier Milei intentó surfear las condiciones políticas de una República como la Argentina. Después de haber caído la Ley Bases en Diputados, le tocó el turno al Senado de la Nación y, luego de una maratónica sesión, volteó el DNU. Ante una Victoria Villarruel ya desafiante, el presidente Milei sufría su segunda derrota legislativa.

Pero claro, ahora con un tinte más delicado, pues sólo un par de días antes el presidente había convocado al Pacto de Mayo, su carta refundacional de la Nación. Javier Milei llegó a sus primeros 100 días de gobierno en medio de parámetros económicos adversos, un panorama político diverso y un escenario social complejo. Sobre él pesa el día a día de la Nación, más que ningún otro presidente durante los últimos años. Todos los días sabemos qué piensa, qué hace, qué dice el presidente de nuestro país. Es más que inédito.

La presidencia Milei se ha caracterizado, en lo que va de ella, en una creciente conflictividad política que no termina de explotar aún bajo una economía cuyo nivel de consumo se ha visto enormemente disminuida. Tal vez el momento más acuciante fue hace apenas una semana donde miles de millones de personas marcharon en todo el país en defensa de la educación pública argentina. El gobierno, a pesar de su verborragia, no desprestigió el poder de dichas movilizaciones: “Esto no tiene que volver a pasar“, repetían en los pasillos de la Rosada.

Aquel caudillo errante, que por errante muchas veces va de acá para allá sin un rumbo fijo, a pesar de tener en claro su modelo de país; aquel que llegó para revolucionarlo todo y no dejar más que las cenizas de aquellos impíos burócratas que algún día osaron jugar a ser el Gran Hermano, quien todo lo mira; aquel cuyo mandato divino vino a liberar a los leones enjaulados.

Bajo este relato épico, la Revolución Libertaria sigue avanzando y, con ello, deja atrás de sí a una enorme mayoría golpeada.

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