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La defensa de la universidad pública es comunitaria

Este martes 23 de abril, las universidades del país convocan a marchar en defensa de la educación pública. En los medios nacionales empieza a aparecer el reclamo centrado en la UBA, pero la realidad es compartida por otras casas de estudio del país.  

Las universidades no llegan a sostener el pago de servicios de sus edificios este año, los sueldos de sus trabajadores y todos los gastos corrientes que tiene una institución corren riesgo. Esto se debe a que el presupuesto es el mismo que en el año 2022, mientras que todos los servicios y la vida en general se encarecieron. 

Además del ajuste, estamos presenciando el ataque del presidente Javier Milei bajo el discurso de adoctrinamiento, el mismo discurso que usaron para oponerse a la ESI desde nivel inicial hasta el secundario, hoy lo emplean contra la educación universitaria. 

El presidente acusa a los docentes de adoctrinar compartiendo posteos de supuestos estudiantes enojados con el debate político. La falacia se repite una y otra vez por usuarios de redes sociales, como si se pudiera reducir la vida universitaria de millones de personas de distintas disciplinas a un intercambio en un video de pocos minutos sobre una disputa de un docente en particular con un estudiante. 

En medio de la convocatoria se sumó en redes sociales una plantilla que consta en subir fotos en la universidad pública. Como miles de personas, lo hice y tuve un viaje en el tiempo buscando esos momentos de los años que pasé en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán. Encontré pocas,  allá por el 2008 los celulares no venían con buenas cámaras, y si las tenían no andaban por los pasillos de nuestra facultad. 

A las horas de postear fotos me sentí un poco superficial, porque nada decía más allá de las razones para marchar el 23 de abril. “Es obvio porque hay que marchar”, pensé, pero luego recordé que el presente muchas veces requiere volver a decir lo obvio. Sentí que estábamos todos haciendo una pantomima individualista de nuestros años mozos, porque pareciera que en tiempos de redes para visibilizar algo tenemos que hacerlo mediante nuestro ego. Recuerdo cuando se postearon fotos de turismo en Francia por el incendio en la catedral de Notre Dame en Francia, o cuando millones de mujeres se cortaron un mechón de pelo en solidaridad con las mujeres iraníes. 

Luego también ví que varios de los mensajes que circulan dicen “soy profesional gracias a la universidad pública”, y sentí algún tufillo de superficialidad. Los que transitamos por la universidad pública somos, en su mayoría, una comunidad orgullosa, pero quizás ese orgullo no es lo que más explica porqué es importante sostener y defender lo público. 

Además de los cientos de miles de trabajadores docentes y no docentes (esa categoría por la negativa siempre hace ruido), y  millones de estudiantes y graduados deberíamos poder hacer que toda la sociedad defienda la educación. La existencia de la universidad pública no se justifica porque yo tenga un título, sino por las millones de personas que transcurrieron por los espacios universitarios y encontraron allí herramientas para habitar y construir este mundo. 

La vida como la conocemos supone la educación pública y el derecho de todas las personas a acceder a ella, por lo menos formalmente. Sabemos que millones de personas no tienen el acceso real a la educación universitaria porque es difícil estudiar y trabajar al mismo tiempo, porque los costos del cursado a veces son insostenibles o porque ni siquiera se ve como algo deseable y posible obtener un título de grado para trabajar. 

Sabemos además que adentrados en el siglo XXI y pos pandemia, debemos repensar varios aspectos centrales de la educación, pero estas discusiones deben darse con luz, agua y con todos los sueldos pagos para sus trabajadores. Una de las habilidades de la Libertad Avanza es arremeter con tanta violencia que logra confundir distintos debates, algunos son clásicos e históricos dentro de la vida universitaria, pero  lo que está en riesgo es la existencia misma de las instituciones.

Es imposible dar cuenta de todo lo que la formación universitaria aporta a la comunidad, detrás de cada asunto relevante hay historias de trabajo, dedicación y años de formación de miles de personas.  Las políticas públicas de salud, educación, trabajo se construyen con los aportes técnicos y disciplinares de los egresados. Necesitamos recordar los aspectos colectivos y comunitarios de la experiencia universitaria, además de visibilizar los grandes avances en materia científica. 

Lo primero que viene a mi memoria son  las investigaciones del Conicet, el desarrollo de vacunas y los avances en tratamientos de distintos tipos de cáncer. Pero no acaba allí el aporte de la universidad. Por ejemplo, en Tucumán se pudo desarrollar un Plan de Embarazo No Internacional en la Adolescencia y reducir en un 50% los embarazos no deseados  porque contamos en la provincia con carreras  psicología, medicina y trabajo social, claves para la implementación de las políticas públicas. 

Necesitamos más profesionales en los barrios y en todos los pueblos del país, no importa cuando leas esto, y el único camino para garantizar una masa crítica de  formación universitaria es la educación pública y gratuita. Para que más gente defienda la educación pública es necesario volver a construir sueños colectivos, y el desafío supone dejar atrás las lógicas individualistas que nos plantea las redes y que nuestra comunidad reproduce.  

Este 23 de abril seguramente millones de personas  nos encontremos en las calles, pero otros tantos estarán habitando las redes, donde el debate pareciera ser cuerpo a cuerpo aunque en realidad también es colectivo, porque se disputan allí  los imaginarios de este conflicto, y se imponen visiones.

Para defender la educación pública no basta con dar cuenta de sí mismo, son tiempos de volver a contarlo de todo y también de proponernos, una vez más, futuros a realizar y nuevas formas de garantizar que todas las personas que lo deseen efectivamente puedan acceder a una universidad pública, gratuita y de calidad. 

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  1. Excelente reflexión del licenciado Bruno Bazan. Nuestra patria tiene el orgullo de tener universidades públicas, gratuitas y de calidad. Necesitamos que continúe así.

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