De campañas políticas e iglesias evangélicas

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Hace unos días se estrenó en Netflix la segunda temporada de la aclamada serie “El Reino’’. Como buen producto de la ficción, está inspirada en una realidad cada vez más visible en Tucumán y otras partes del país: la expansión de la influencia política de las iglesias evangélicas. Personajes activos de la campaña que actualmente está llevándose a cabo, el apoyo de las autoridades evangélicas es apreciado en amplios sectores del oficialismo y la oposición. Reuniones, actos y hasta uno que otro financiamiento dejan entrever la creciente influencia de pastores y seguidores, que son cada vez más prístinos a la hora de dejar en claro cuáles son sus aspiraciones: ocupar cargos públicos y sentarse en las mesas donde se toman decisiones.

En tiempos electorales, Tucumán siempre deja claro que la política es cosa de muchos y, a su vez, de pocos. Ha sido así, al menos, desde la vuelta de la democracia y mucho más desde la reforma constitucional del año 2006, cuando el entonces gobernador José Alperovich –actualmente supeditado al ostracismo por la denuncia por abuso sexual que efectuara su sobrina en el año 2019– habilitó el tan polémico sistema de acoples. Desde aquel entonces, cada elección provincial significa que, a la hora de soplar el silbato y largar la carrera electoral, grandes grupos de poder sacan a relucir sus músculos y muestran su poderío político, territorial o económico. Sindicatos, grupos empresariales, sectores políticos, todos buscan hacerse con la mayor cantidad de cargos o, al menos, hacer una buena performance así después tener lugar en el Ejecutivo. Pero en los últimos años ha ido creciendo, poco a poco, un sector que hasta hace algunos años no hubiese significado un problema –o una bendición, dependiendo el punto de vista–: los sectores cristianos evangélicos.

La serie escrita por Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro es ficción, sí, pero hasta ahí nomás. Es cierto que en Argentina los sectores evangélicos aún no son tan poderosos como para que uno de sus pastores llegue a la presidencia, como es el caso de Emilio (Diego Peretti) en El Reino. Pero es sólo cuestión de tiempo para que dichos sectores ganen cada vez más y más representatividad, y mucho más teniendo en cuenta que son cada vez más los argentinos que se pasan del catolicismo al evangelismo. Esto no ocurre sólo en nuestro país. Uno de los grandes grupos que bregaron por la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump fueron, justamente, los sectores evangélicos. En Brasil, ni qué hablar. “Dios por encima de todo“, fue una de las frases más resonantes que hicieron que Jair Bolsonaro llegase a la máxima jefatura de nuestro país vecino; un país, dicho sea de paso, donde el crecimiento de la población evangélica es un caso único en el mundo.

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Pero, ¿por qué está gestándose tal suceso sociopolítico? Por la propia estructura de una iglesia evangélica. Mientras que los católicos respetan las jerarquías universales, el mundo del protestantismo es un universo disperso, donde si vos, lector, querés hoy mismo formar una iglesia, podés hacerlo, sin la necesidad de deberte a una jerarquía hiperinstitucionalizada como lo es la católica. El poder de los sectores evangélicos o, mejor dicho, de las iglesias evangélicas per sé, yace en su autonomía. Es así como distintos sectores evangélicos tienen cada vez más lugar en la política provincial: tal vez los casos más resonantes sean los del partido evangélico UNO, dirigido por Ana Valoy –reconocida militante antiabortista y contra la Educación Sexual Integral– y el de Sandra Mendoza, actual Senadora Nacional que ya cuando era Legisladora impulsó una ley para establecer en Tucumán el Día del Pastor Evangélico, mismo proyecto que presentó en el Senado de la Nación. 

Mendoza es tal vez el caso más resonante, no sólo por el poder político que implica tener una banca en el Senado de la Nación, sino por su propia experiencia de vida: a los 12 años, cuando falleció su padre, fue adoptada por una pareja de pastores evangélicos y fue ahí donde conoció a José Orellana, su esposo y actual Intendente de Famaillá. En una nota con la periodista Irene Benito de La Gaceta, dijo que “es cierto que puede haber chantas, pero son los menos“. Y es que sólo en Tucumán están registradas más de 1600 iglesias evangélicas, y es aquí donde quiero detenerme: no es que haya cosas oscuras detrás de todas y cada una de estas iglesias. Muchas de ellas son la respuesta a una sociedad empobrecida, donde dan asilo, comida y educación a amplios sectores de una sociedad cada vez más olvidada por sus dirigentes. Este tipo de iglesias (evangélicas pero también católicas) suelen estar en los barrios más pobres de Tucumán y, de más está decirlo, son más que necesarias para contener a aquellos sectores donde el hambre apremia. No son esas iglesias el quid de la cuestión.

Pero igual de cierto es que, así como existen pequeñas y medianas iglesias que buscan la protección de esa parte empobrecida de la ciudadanía, están también aquellas con más poder y estructura que, por lo general, son las que impulsan a sus referentes a meterse en la política provincial y hacerse con cargos públicos. Estas iglesias, necesariamente más grandes y con más fieles, son las que se meten en la campaña de los distintos referentes y hasta tienen lugares en listas, como es el caso de Ana Valoy, quien en 2021 fue precandidata a Senadora Nacional suplente en la boleta del Intendente Mariano Campero. Son estos sectores mayoritarios de las iglesias evangélicas las que reproducen discursos conservadores que no se condicen con las necesidades de amplios sectores de la sociedad, entre ellos, las mujeres, la comunidad LGBT, entre otras. Contra dichos sectores suelen existir discursos de austeridad –por no decir de odio– no sólo contra las problemáticas de dichos sectores, sino contra las mujeres y la comunidad LGBT en sí.

El tiempo pasa y el 2023 vuelve a encontrar a Tucumán en otra elección que promete darlo todo. Todos quieren ganar, pero no todos lo lograrán. Sin embargo, los sectores evangélicos están de ambos lados de la mecha y, sin duda alguna, los años nos dirán cuánto músculo poseen. En la provincia el reloj electoral sigue girando y todos esperan su desenlace… sobre todo, las cada vez más influyentes iglesias evangélicas.

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