Dos años pasaron desde la sanción de la Ley de Talles (N° 27.521), uno desde su reglamentación y aún esperamos impacientes una implementación. Encontrar una amplitud de talles en la indumentaria y calzado de Argentina es una odisea a la que hay que enfrentarse cargando un escudo contra la frustración. ¿Por qué es tan difícil encontrar talles acordes a nuestros cuerpos? ¿Qué pasa con la ley de talles, por qué no se aplica? ¿Qué hay detrás de la decisión de no incluir variedad de talles? ¿Qué efectos tiene esa falta en quienes compran y usan la ropa o calzado?
El acto de vestirse es mucho más que solo efectivamente cubrir el cuerpo con algo. Es una forma de expresión, de construir identidad. Además, un derecho humano reconocido por tratados internacionales como la Declaración Universal de Derechos Humanos en el artículo 25 o el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, artículo 11. En estos instrumentos, vestirse es uno de los factores elementales para garantizar un nivel de vida adecuado.
Hablar de cuerpos y vestimenta en Argentina nos lleva casi directamente a pensar en una situación cotidiana que sufre una gran parte de la población: la dificultad para encontrar talles.
Según informó una encuesta realizada por el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (Cipdh, Unesco), en febrero pasado, siete de cada diez argentinxs no encuentra ropa o calzado de su talle, y el 86,6 por ciento encuentra con frecuencia prendas solo en “talle único”.
Estos datos a la vez casi coinciden con los relevados por la organización activista AnyBody Argentina en la Encuesta Nacional de Talles 2021. De 7.777 personas encuestadas, un 63 por ciento planteó tener problemas para encontrar talle (siempre o frecuentemente). El 86 por ciento usa ropa de mujer, 4 por ciento ropa de hombre y 10 por ciento ropa sin género.
“Para vos no hay“
Nada más incómodo y humillante el momento en el que unx comerciante te mira y dice esas palabras. Las asimilamos hasta cierto punto que incluso evitamos ir a los lugares donde sabemos que no tienen nada para nosotrxs. El gran cuestionamiento es ¿qué hay detrás de la decisión de no incluir una diversidad amplia de talles?
“Atrás de los fabricantes hay una comodidad de una forma de producción de hace mucho tiempo, pero también hay un desconocimiento de entender que lo que hacen es brindar un servicio. Más allá de que es un negocio para ellos lo más importante es cambiar la lógica de que entiendan que vestirse es un derecho y lo que brindan es un servicio, tienen que ser garantizados para todas las personas del país”, destacó Mercedes Estruch, referente de AnyBody.
También afirmó que este mismo sector tiene la lógica de “pensar que van a perder plata”. “Creen que es mucho más fácil hacer talles únicos y no desperdiciar tela, a hacer diversidad de talles. Sin embargo, está más que comprobado que muchísimos emprendimientos han ampliado su curva de talles y les fue muy bien. Entendemos que es una cuestión de cambio cultural, que se queden tranquilos que no van a perder plata, para la adaptación van a tener que hacer otro tipo de inversión si tenían otros modos de producción, pero se va a recuperar seguro con las ventas”, aseguró.
Lo importante en este caso es que el decirte “para vos no hay” es un acto de discriminación que agrava o se suma a otros actos parecidos que la persona puede vivir en muchos ámbitos de su vida por no encajar en los estándares o ideales sociales del cuerpo “normal”, “saludable”, “atractivo”. No son situaciones aisladas. Es una discriminación y desigualdad estructural, como la desigualdad de género (y de la mano de esta).
De hecho, en el último Mapa de Discriminación del INADI, se puede ver que uno de los mayores tipos de discriminación que viven lxs argentinxs es por cuestiones estéticas o corporalidades diversas.
¿Y la ley?
Idealmente, la ley de talles viene a ampliar derechos para que las personas puedan encontrar un talle que sea acorde a su cuerpo y no sufrir discriminación en el intento. Sin embargo, el camino hacia ese objetivo avanza lento.
“Todavía no está implementada porque falta que se genere la tabla de talles con nuevas dimensiones basadas en las mediciones del estudio antropométrico. Eso estamos pidiendo, que se publiquen los datos del estudio y que la Secretaria de Comercio convoque a un consejo consultivo para generar una tabla de talles y entregársela a la industria así pueda comenzar a producir con nuevas medidas”, explicó la representante de AnyBody y continuó: “Recién ahí nosotrxs como ciudadanxs vamos a poder pedir a la industria que cumpla la ley. No podemos hacer cumplir la ley porque no tenemos las herramientas que supuestamente iba a brindar para ser cumplida”.
Una vez que esto ocurra, por un lado, las provincias deben adecuar sus normativas teniendo en cuenta esta ley y por otro se establecería el modo de etiquetar los talles, exponerlos debidamente, informar a las personas sobre sus derechos y difundir las reglamentaciones.
Al mismo tiempo hay un artículo que contempla el trato digno e informa que se puede denunciar prácticas abusivas que sufran quienes compran en los establecimientos comerciales o en la operación de compras a distancia.
Todo esto estaría controlado por la autoridad de aplicación que es la Secretaría de Comercio Interior del Ministerio de Desarrollo Productivo y las respectivas áreas en cada provincia.
Lo que queda
Entre medio de estadísticas y leyes que tardan en implementarse queda el impacto que este hecho social genera en las personas. La exclusión sistemática que viven algunos cuerpos como, por ejemplo, los gordos, tiene consecuencias en la salud mental y emocional. Más si es algo que sufrís durante toda la vida, desde la infancia hasta la vejez. Como sostiene Estruch, la mayoría de las personas sienten que su cuerpo es un problema antes de pensar que en realidad es la industria o la cultura obsesionada con cierto tipo de cuerpo.
Los resultados de la encuesta de AnyBody reflejan esto: el 36 por ciento de las personas respondió que cuando les cuesta encontrar talle se sienten tristes porque su cuerpo no encaja.
Continuando la idea, el 55 por ciento a nivel nacional afirmó que cuando esto pasa cuestionan su cuerpo y en menor porcentaje, pero no menos preocupante, el 10 por ciento dijo que les lleva a realizar conductas de riesgo como abstenerse de comer, tener atracones, vomitar o hacer ejercicio excesivo.
“Los efectos que tiene en las personas es el descontento con su cuerpo, la urgencia y angustia por modificarlo a toda costa, independientemente de que las acciones que se realicen no sean saludables”, opinó sobre esto Estruch.
A la vez explicó: “Hay que entender que la indumentaria tiene que ver con la construcción identitaria y no tener acceso a eso de la manera más libre posible también trunca las posibilidades de socializar o habitar ciertos espacios para algunas personas. Se vulneran los derechos y las personas se cuestionan muchísimo a si mismxs, eso es lo que hay que romper”.
“Insistimos mucho desde el movimiento de la diversidad corporal, que las personas dejen de pensarse como un problema. Que se entienda que lo que está mal es el sistema y las creencias sociales de que hay solo un cuerpo que es válido para que sea aceptado. Debemos ir en pos de una sociedad que acepte la diversidad que somos y no nos juzgue por eso”, finalizó.