Reseña: Solum, arte de nuestra tierra

«“Solum” es la historia de Sofía. Particular, pero muy similar a la historia de muchas mujeres en el mundo.»

Así se anunciaba el cortometraje realizado por los jóvenes creadores tucumanos, en su mayoría estudiantes de la Escuela Universitaria de Cine, Video y Televisión (UNT), y disponible en Youtube. Solum es un retrato del silencio, una manifestación del desamparo al que se ven sometidas las mujeres dentro de una ética patriarcal artífice de la aparente inimputabilidad de aquellos hombres que realizan reprochables actos relegados sólo al juicio público y, luego, al artificial olvido. Se trata de otro estudio sobre el acoso sexual y sus consecuencias en la vida cotidiana de la víctima, explorando la imposibilidad de conexión con pares debido a un peso descomunal y silencioso en la mente y cuerpo, la liviandad con que habitualmente se aborda dicha problemática social y la contraposición de incontables discursos que van desde el visceral extremismo, la amarga resignación, hasta la anhelada utopía.

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En la búsqueda de una universalidad que exceda las estereotipadas y estigmatizadoras representaciones de la esencia tucumana —usualmente parodiadas insulsamente por “comediantes” como Miguel Martin—, el guión de Facundo Zurita utiliza diversas situaciones cotidianas como hilo conductor de esta entrañable proeza, que intenta una sensibilidad humana mediante el código de crudo realismo al permitir experimentar en carne y huesos (al menos por 18 minutos) la realidad diaria del sexo femenina. Realizado a fuerza de pulmón, dichos fundamentos naturalistas se refuerzan en el sobrio diseño de vestuario de Victoria Castillo y en el aspecto más destacable de la obra: el diseño de sonido a cargo de Iván Martínez y Horacio Molina Homssi, que logra imprimir sordidez al relato a través del uso de melodías de la vida diaria como vehículo emotivo, prescindiendo totalmente de la música. Pero el cortometraje no está exento de fallos evidentes: la historia y su tratamiento direccional, también a cargo de Zurita, carecen del tacto y la experiencia femenina frente al abordaje de escenarios como el antes mencionado; aun así, es digno de mención la co-dirección de Dulce Márquez y la presencia de Lucía Aragón como productora. Incluso con sus aciertos,  no logra escapar de una caricaturesca puesta en escena que se transforma, a medida que avanza el metraje, en una sucesión de grandes posibilidades desaprovechadas, con una interesante —aunque común— premisa encarada con frivolidad totalmente ajena a la inexperiencia.

Dejando de lado las inherentes limitaciones que conlleva una producción independiente, Solum es otra riesgosa hazaña encarada con astucia por un grupo de jóvenes artistas. En palabras de sus creadores, Solum es aprendizaje: una muestra de que también se puede crear cine en nuestra pequeña tierra; es un manifiesto de las capacidades que poseen las futuras voces del séptimo arte tucumano, que lucha por alcanzar una existencia estable en la vastedad de nuestro territorio.

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