¿Quién cuida a las que cuidan?: Síndrome de cuidadora quemada o Burn out

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Históricamente, a las mujeres se les enseñó a cuidar. El feminismo permitió poner la lupa sobre las tareas de cuidado como trabajo que, generalmente, no es pago. En el marco del 8M hablamos sobre aquellas que no solo luchan por sus derechos, sino que cuidan y sostienen la salud de los grupos familiares, desarrollando patologías varias que tienen directa relación con la sobrecarga asignada por estereotipos de género.

El mandato en las tareas de cuidado

Socialmente existe una interiorización de los mandatos de género que hacen que el rol de cuidar se encuentre totalmente feminizado. Desde pequeñas, a las mujeres se les enseña sobre las virtudes en las tareas de cuidado, dándole un valor positivo cuanto más subordinadas y obedientes sean. Su espacio es el dominio de lo doméstico, y deben aprender a manejarlo. 

Los varones, por el contrario, aprenden que su espacio seguro siempre es el público, acostumbrados a que en el espacio domiciliario se les cocine, lave y cuide. Basta solo mirar a un varón cuando se enferma, los umbrales de dolores bajos y la exageración, a veces, de los síntomas. Las mujeres, al contrario, están acostumbradas a realizar tareas de cuidado a otrxs, a diario, aun sintiéndose desganadas o con dolores de tipo menstruales, cefaleas, etc.  

En la última Encuesta de Uso del Tiempo (EUT) llevada a cabo por el Indec, se observó que el 90% de las mujeres participan en tareas de trabajo doméstico. También se vio que la carga horaria en tareas de cuidado es de un promedio de 3 horas para varones y el doble para mujeres.  

La sobrecarga en los trabajos de cuidado tiene directa relación con la desigualdad de género que existe y es una forma de manifestación del patriarcado. Esta división sexual del trabajo implica una desigualdad en la inserción y en la permanencia de las mujeres en el mercado laboral. Si bien las mujeres dedican más horas en la semana al trabajo, son horas no pagas de cuidados domésticos y de enfermxs. 

Al contrario, los varones obtienen un salario acorde a sus horas trabajadas, ya que no realizan tiempo “extra” en los hogares. ¿Cuántos varones cuidadores conoces?

A raíz de la crisis económica actual, existe una ausencia de políticas, por parte del Estado, en materia de salud pública hacia la población de adultos mayores, ya que son la que requieren, mayoritariamente, cuidados permanentes. Esta falta de presupuesto en esta franja etaria vulnerable, hace que el peso del cuidado siempre recaiga en la familia (esposa, madre, hija). 

Todas estas largas jornadas de cuidado obstaculizan el autocuidado, ya que las mujeres no tienen mucho tiempo para sí mismas, amoldando sus horarios a las demandas de atención del paciente bajo su tutela. El tiempo libre, pilar fundamental para la salud mental, se ve reducido, así como los vínculos sociales, lo que puede llevar a alejarse de familiares, parejas o amigxs, ocasionando, en algunos casos, aislamiento social. 

Repensar las prácticas de autocuidado, desde una perspectiva feminista de salud, es importante si consideramos que las mujeres que cuidan padecen cuadros depresivos y ansiosos con mayor frecuencia que las no cuidadoras.

En la pandemia, la mayoría de las atenciones y cuidados a todo el grupo familiar enfermo, fueron brindados por mujeres. 

A pesar de los avances en materia de género y de que las familias tradicionales están sufriendo fuertes modificaciones gracias a la permeabilidad de las nuevas generaciones, la realidad es que esta evolución tiene un freno al haber un familiar enfermo dependiente. En la mayoría de los casos, la responsabilidad recae sobre una mujer.

Reconocer a una cuidadora quemada

En medio del debate político actual sobre la falta de remuneración a las tareas de cuidado que realizan las mujeres, en el marco de la semana del 8 de marzo, Día de la Mujer y Disidencias trabajadoras, es interesante hablar de aquellas que no solo luchan por sus derechos, sino que cuidan y sostienen la salud de los grupos familiares, desarrollando patologías varias que tienen directa relación con la sobrecarga asignada por estereotipos de género.

El síndrome de la cuidadora quemada, o Burn Out, es el conjunto de signos y síntomas que ocasionan agotamiento físico y emocional en aquellos cuerpos que realizan tareas de cuidado a pacientes que padecen enfermedades crónicas, invalidantes o propias de la vejez, lo cual obliga a asistencia intensiva y permanente.

La principal causa de este síndrome tiene relación con el estrés crónico y constante al que es sometida la mujer que se hace cargo de las tareas de cuidado. También, a veces, se produce por la fuerte sobrecarga que se ponen a sí mismas sobre las expectativas de mejoras inmediatas del paciente a cargo. Cuando esta mejoría no sucede, la mujer se frustra y recrudece su cuadro de estrés.

Estos cuidados consisten en aquellas actividades que se hacen para otorgar bienestar físico y psíquico a otrxs. Este trabajo conlleva atenciones personales, vigilancia, acompañamiento, gestión, consultas, alimentación, higiene, rehabilitación, medicación y todas aquellas actividades que tienen que ver con el día a día. 

Los síntomas más frecuentes son:

  • Fatiga constante, agotamiento físico y mental
  • Alteraciones del sueño.
  • Falta de interés en disfrutar de nuevas experiencias.
  • Irritabilidad.
  • Dolores musculares sin explicación aparente.
  • Consumo de antidepresivos.
  • Elevados niveles de ansiedad y estrés.
  • Aislamiento social.
  • Cambios de humor repentinos.
  • Alteraciones en el apetito.
  • Aumento o descenso de peso.

Las consecuencias de ser la persona encargada y responsable de un paciente enfermo, deja secuelas no solo a nivel físico, sino emocional. Estas mujeres pueden padecer un deterioro progresivo en su calidad de vida, cefaleas, insomnio, alteraciones gastrointestinales, cardiovasculares y alteración en el sistema inmunológico, lo que predispone a enfermarse con mayor frecuencia. Se observa también consumo de ansiolíticos para dormir, falta de ejercicio físico y una alimentación desordenada. Hay un descuido general en las prácticas de autocuidado, lo que genera un riesgo de mortalidad prematuro entre las cuidadoras.

A nivel mental y emocional provoca estados de ánimos fluctuantes, tristeza, irritabilidad y preocupación permanente que no cesa, producto del estrés crónico. El cambio brusco de vida al que se somete a la cuidadora, produce también falta de motivación a sus propios proyectos personales, sumado a la excesiva carga de responsabilidades que de por sí tiene una mujer que es madre. Esto provoca una falta de motivación y apatía en las cuidadoras, lo que a su vez produce problemas en el rendimiento cognitivo y en la conducta. 

Todas estas consecuencias que producen una percepción de mala salud en las mujeres, se denominan “Malestares de género”. Es una compleja situación psicosocial, ya que el sufrimiento es físico, anímico o somatizado como síntomas mal definidos sin causa orgánica. Significa que todos estos signos y síntomas, a la hora de ser evaluados y diagnosticados, no tienen una sola causa, pero constituyen entre el 30% y el 60% de las consultas de atención primaria, lo que deviene en diagnósticos errados sin causas médicas y en tratamientos farmacológicos agresivos y prolongados, ya que se visualiza el problema como algo individual y no social. El error es, como personal de salud, no detectar el agotamiento o malestar de género que se manifiesta con este conjunto de síntomas claros, suponiendo a priori una causa orgánica ya que no hay mucho registro de la repercusión en estas desigualdades en las tareas de cuidado

Prevenir y tratar el incendio

Es muy importante reconocer, en el propio cuerpo, los síntomas de este síndrome, para poder verbalizar y socializar al grupo familiar lo que sucede. En la mayoría de los casos, el resto de la gente no registra este síndrome en la cuidadora, porque están habituados a su rol en el cuidado del paciente enfermo. Se presupone como algo normal.

Algunas prácticas que pueden servir para prevenir este síndrome, son:

-Informarse sobre la patología del paciente bajo tutela, para entender desde el principio la complejidad de la tarea a emprender, consultando exhaustivamente al profesional a cargo del tratamiento médico. Es muy importante, antes de emprender la tarea de encargarse de una persona enferma, saber lo que puede suceder.

-Acompañamiento con terapia psicológica.

-Descansos adecuados, estableciendo límites horarios en la tarea.

-Evitar la automedicación, especialmente en crisis ansiosas o trastornos del sueño. Siempre consultar con unx profesional

-No postergar citas médicas o controles de rutina. Ante el padecimiento de alguna enfermedad crónica, es primordial no perder de vista los seguimientos.

-Es muy importante sostener un círculo social amoroso, no dejar de asistir a reuniones, cumpleaños, eventos, velorios. Pedir ayuda o reemplazos es necesario, para poder sostener una vida social similar a la que se tenía previa a la intervención como cuidadora.

-Realizar actividad física, no solo para fortalecer algunos planos musculares necesarios para mover o desplazar un enfermo, sino por bienestar personal. Sostener hábitos dietéticos saludables también es importante, ya que el estar al pendiente de una persona, hace que no haya ánimos de cocinar, y se termina recayendo en la comodidad de la comida callejera.

-Tomarse vacaciones, feriados y días festivos, ya que permite un descanso no solo físico sino mental de las tareas.

El tratamiento del Síndrome de Cuidadora quemada depende de cada cuadro clínico, de los síntomas presentes y de las características individuales de cada persona. 

El tratamiento es totalmente personalizado, y se busca paliar no solo los síntomas físicos, sino un abordaje responsable desde la salud mental. 

Existe harta evidencia científica de los beneficios del consumo de cannabis medicinal en el tratamiento de cuadros de ansiedad y estrés, principales desencadenantes del resto de síntomas de este síndrome. 

Es muy importante consultar a unx profesional de la salud, para poder nombrar este conjunto de malestares de género que terminan afectando la calidad de vida de las cuidadoras, entendiendo que todos estos síntomas, por separado, tienen diferentes tratamientos, pero abordarlos de una manera integral, ayudados por la terapia, puede resultar una opción menos invasiva y farmacológica para las mujeres que lo padecen.

Las fotos utilizadas en esta nota son de Mila Belén, publicadas en la nota Olvidadas: la realidad de las mujeres cuidadoras en Chile, de Laura Fernández.

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2 comentarios
  1. Buenas tardes tal cual yo como cuidadora de mi hijo esquizofrénico lo vivo a diario varios de estos síntomas,gracias por abordar estos temas que tanta falta nos hace a las cuidadoras,abrazos!

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