Alberto Cormillot nació en 1938 y en 1961 se graduó de médico en la UBA. Lleva más de 60 años en el ejercicio de la medicina especializado en Nutrición y obesidad, su presencia en la TV Argentina lo convirtió en un referente en el área. Su método de trabajo se desplegó en clínicas, en grupos de “luchas contra la obesidad” y en un sinfín de discursos que invadieron los magazine de la tele diciéndonos durante décadas qué debemos comer y qué no, cuánto y porqué.
Entrado el siglo XXI el nombre Cormillot se hizo marca de líneas de etiquetas verdes, sinónimos de comidas saludables y también se hizo voz autorizada del reality show Cuestión de peso. Allí se pudo ver que Cormillot actualizó su estrategia de comunicación al poner los tratamientos contra la obesidad en un set de televisión, entre juegos, enfrentamientos y titulares amarillistas que sostenían el rating del programa de la siesta.
Volver a ver en la actualidad cuestión de peso se parece a ver los scketh de Olmedo y Porcel o los pasos de comedia de Tinelli cortando la pollerita en el Bailando. Porque así como socialmente avanzamos en poder ver la violencia de género, de la mano de esos avances empezamos a desnaturalizar la violencia que supone hablar, etiquetar y adjetivar sobre los cuerpos de las personas en general. Las personas que entraban al programa para bajar de peso y que lo hacían entre otras cosas porque no tenían dinero para pagar la clínica Cormillot, terminaban siendo expuestas sistemáticamente a la burla, la violencia y la mediatización de las miserias. El criterio último de este programa terminó siendo una híbrido entre modelo médico hegemónico y el mercado televisivo.
Si bien el formato era nuevo, el método de Cormillot siempre fue clásico, dieta y ejercicios sostenidos. Comidas saludables, control de calorías y modificación de conductas de vida. El éxito y el fracaso son términos que aparecen en el proceso que supone una dieta, que incluye pesaje diario y/o semanal y una serie de objetivos estimados en gramos con la meta de “el peso ideal”. Algunos participantes del programa bajaron de peso y pudieron mantenerlos y muchos otros tuvieron el famoso rebote: subieron de peso aún más de lo que tenían antes de iniciar el tratamiento.
El método clásico de tratar a la obesidad tiende a colocar en los enfermos la responsabilidad de su tratamiento y de su éxito o fracaso. Como sucede con otras enfermedades, la medicina opera de modo paternalista con los pacientes gordos. Las ideas hechas sentido común durante las últimas décadas están presentes en los tratamientos, por ejemplo, aquello de las personas gordas son vagas, y por eso necesitan ser controladas como un niños o como una persona con adicciones,etc. Y sobre todo, la obesidad es algo que tiene que dejar existir como tal, “la vida del gordo es sufrida” , sin sexo y con mucha discriminación.
Lo que no se dice sobre estos últimos 60 años del mismo abordaje sobre la obesidad es que fracasó. Siguiendo los mismos criterios cuantitativos y ya bastante poco fiables, si la mayoría de las personas que pasan por el dispositivo dieta terminan desarrollando complicaciones para tener una alimentación saludable, más aún si una considerable cantidad de personas tienen rebote al tiempo de concluir con estos dispositivos, podemos decir claramente que no es un método exitoso.
Además de no ser un abordaje exitoso de lo que se considera patológica, deja por fuera el marco normativo vigente que busca reconocer a los pacientes como sujetos de derechos, y tambien utiliza el estigma y la discriminación como un motor para el cambio, algo a todas luces alejado de la noción de salud integral de la OMS como del marco normativo antidiscrinatorio internacional.
Si ser gordo es complicado porque el mundo discrimina, rechaza y violenta a los cuerpos gordos, la indicación médica no puede ser que hay que dejar de ser gordo sino que necesitamos desnaturalizar la violencia y volver a poner criterios de salud integral en los enfoques biomédicos.
No cabe duda que Cormillot puede ser una muy buena persona con las mejores intenciones y que dedicó su vida a la lucha contra la obesidad. Pero ser buena persona no es suficiente para que el abordaje profesional sea efectivo y correcto.
Tampoco cabe duda que durante décadas su tratamiento fue el mejor del país y un paradigma de lo que significaba “bajar de peso”. Pero como sucede con muchas otras patologías, los abordajes necesitan ser actualizados y ajustados a derechos, ya no podemos seguir reproduciendo un modo de ver la obesidad que estigmatiza, infantiliza y discrimina a los sujetos que en teoría se busca ayudar.
La medicina en general y la nutrición en particular fueron dando pasos en actualizar sus paradigmas. Pero la nutrición en particular está atravesada por una industria de la alimentación y del fitness que termina siendo limitante a repensar nuevos abordajes. Algo hay en la configuración neoliberal sobre los cuerpos que promueve un constante control sobre la masa muscular, la grasa y la alimentación de las persona, a la vez que genera alimentos cada vez más procesos y alejados de los criterios de lo saludable.
Lo que Cormillot hizo en la TV no fue reproducir una mirada personal sobre la obesidad, sino ejemplificar de modo sencillo lo que efectivamente es el enfoque médico sobre este tema. Resulta entonces un detalle que sea Cormillot o el último médico más joven con una nueva dieta y un nuevo método mágico.
Entre las múltiples propuestas innovadoras existe el método de alimentación intuitiva, en donde nutricionistas como Raquel Lobaton dan cuenta del fracaso de la industria de la dieta y de lo perjudicial que es para la salud de los cuerpos gordos el enfoque tradicional.
Ser gordo no es sinónimo de estar enfermo, ni el índice de masa corporal puede ser el único indicador de salud. La discriminación no puede seguir siendo una motivacion para hacer dieta sino mas bien debe ser motivo de indignacion de todas las personas.
El deseo sexual, el acceso a la vestimenta y todas aquellas cosas que históricamente se vienen negando a los cuerpos gordos necesitan ser repensados. Porque no es solamente Cormillot, es todo su marco teórico. Y no es solamente la medicina, sino el conjunto de prejuicios naturalizados sobre la obesidad.