Hospital Avellaneda, alegoría del panóptico tucumano

La marea verde no solo conquistó la media sanción de ley de interrupción voluntaria del embarazo, sino también destapó el tupper del conservadurismo médico hegemónico de Tucumán. 

La marea verde no solo conquistó la media sanción de ley de interrupción voluntaria del embarazo, sino también destapó el tupper del conservadurismo médico hegemónico de Tucumán. El hedor rancio de la hipocresía contenida en él se disipó por los medios masivos de comunicación y en las redes sociales, potenciado por la turbina moral eclesiástica.

Esta tufarada, montada en el dogmatismo religioso y biológico, se moviliza en la campaña política denominada “Salvemos las dos vidas”, la cual tiene como objetivo perpetuar los abortos inseguros y garantizar la estabilidad del status quo; para ello también necesita expresarse en las instituciones de control social como, por ejemplo, los hospitales.

Vigilar y Hostigar

El Hospital de Clínicas Nicolás Avellaneda es una de las instituciones más importantes del sistema público de salud de Tucumán. Atiende mensualmente, en promedio, a más de 25.000 personas que concurren por guardia y consultorios. Es un hospital de mediana complejidad con servicios de salud materno infantil, de clínica y cirugía. Tiene una gran influencia sobre la población sin obra social que habita en la región noreste y noroeste de la capital provincial; lo cual también tiene un rol político.

Hace unas semanas, en esta institución, se realizó un aborto no punible a una niña de 11 años que fue violada. Una práctica que es legal desde 1921. La reacción de los que están a favor de la maternidad infantil obligatoria y el aborto inseguro fue explosiva. Con la rabia ignorante e inquisidora que los caracteriza, amedrentaron al equipo médico que intervino para garantizar un derecho de 97 años de vigencia.

Esta violencia no solo fue orquestada por simples legos fanatizados por la religión y obsesionados por la maternidad de una niña de 11 años, sino también por los médicos Luis Medina Ruiz, director del hospital; y Miguel Melano, jefe del servicio de ginecología.  A este intento de linchamiento mediático también se sumó la fiscal Adriana Giannoni para crear una atmósfera de criminalización de los profesionales que llevaron a cabo el aborto no punible, poniéndolos “bajo investigación de la justicia”.

El apoyo al equipo médico que salvó la vida de la niña también tuvo su expresión. Un pañuelazo en las puertas del hospital concentró a diferentes organizaciones como la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Pan y Rosas, Juntas a la Izquierda, la Red de Estudiantes de la Salud por el Derecho a Decidir, la Red de Profesionales de la Salud por la Vida y el Aborto legal, entre otras. Esta manifestación también fue un mensaje de apoyo y contención hacia las personas gestantes que quieren decidir sobre su salud sexual y reproductiva.

Por esto no es casual que garantizar un derecho legislado hace 97 años haya generado una rápida respuesta por parte del directorio de la institución que respondió organizando una manifestación “A favor de las dos vidas”; con rosarios de pancartas y un feto asexuado gigante como estandartes  lanzaron su cruzada hospitalaria a favor de los abortos inseguros. Tampoco es casual que esta reacción se manifieste en el hospital donde fue violentada y criminalizada Belén, la joven que estuvo presa dos años luego de sufrir un aborto espontáneo.

Dispositivo sanitario para disciplinar

Los esfuerzos que realiza la dirección hospitalaria están concentrados en transformar al hospital en un faro objetor de conciencia que intenta vigilar y disciplinar a las personas gestantes sin cobertura de obra social o dinero suficiente para concurrir a una clínica privada, para garantizar la negación del acceso a un aborto seguro sin importarle el marco legal que pueda amparar a estas personas; y para naturalizar los abortos inseguros en las personas que sólo pueden acceder al sector público de salud.

El filósofo Michel Foucault explicaba que la sociedad disciplinaria se caracterizaba por reproducir la estructura y funcionamiento del poder económico, político, social y cultural. La denominó como panóptica. Foucault, en su texto “Vigilar y Castigar”, menciona que el panóptico debe ser comprendido como un modelo generalizable de comportamiento; una forma de definir las relaciones de poder en la vida cotidiana de las personas y reformar la moral de los individuos en beneficio de un poder desconcentrado e invisible.

El hospital Avellaneda de Tucumán podría representarse como un modelo alegórico del panóptico de Foucault, con la diferencia de que el cuerpo que intenta disciplinar y controlar es el de las mujeres y personas gestantes; que no necesita ser invisible, sino todo lo contrario, en un momento histórico donde las mujeres están cuestionando la hegemonía de la iglesia católica en la política tucumana; que el comportamiento hacia el aborto sea el de criminalizar a las mujeres, condenándolas a abortar en la clandestinidad; y que intenta legitimar la defensa violenta del patriarcado en la salud ante el avance de las mujeres.


Juan Paz es médico neurólogo y forma parte de la Red de Profesionales de la Salud por la Vida y el Aborto Legal.

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