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Hablar de crimen de odio no es suficiente

¿De qué hablamos cuando hablamos sobre crímenes de odio? Esta semana, el ataque a cuatro lesbianas que compartían una habitación en una pensión en el barrio porteño de Barracas, puso en vilo a la comunidad LGBTIQ+de todo el país.

Desde La Nota, en una necesidad de profundizar las lecturas e interpretaciones sobre este hecho que hasta ahora se cobró la vida de dos de las mujeres agredidas, Pamela Cobos y Mercedes Roxana Figueroa, nos comunicamos con María Luisa Peralta, militante lesbiana y activista de los derechos humanos. Algunas ideas y puntos de partida para complejizar las lecturas y proponer resistencia.

Hablar de crimen de odio no es suficiente

El crimen de odio es un concepto que ha venido ganando lugar en muchos espacios de activismo en distintos lugares del mundo y en distintos movimientos. También se ha discutido en los sistemas internacionales de derechos humanos. El uso del término crimen en castellano tendemos a asociarlo con asesinato, pero como traducción del término que se usa en inglés, que es el idioma de los sistemas internacionales de derechos humanos, una traducción más acertada sería delito, porque incluye no solo los asesinatos o intentos de asesinato, sino también las violaciones, las golpizas, agresiones fuertes. 

La cuestión de los delitos de odio o crímenes de odio está vinculada a estas agresiones contra la integridad y podría haber también ciertas actuaciones en ámbitos profesionales, sobre todo dentro del sistema médico o médico psiquiátrico que podrían llegar a cuadrar dentro de eso. No es un delito de odio que te echen de un bar porque te estás besando con tu novia, eso configura un acto de discriminación, está mal, pero tiene una gravedad diferente.

Por otro lado, hay una historia sociopolítica del uso del término por parte del activismo, ya que estos ataques, como el de las lesbianas de Barracas, son situaciones que generan mucho impacto psicológico y emocional en las personas que pertenecen al mismo grupo que las personas agredidas. A partir de ese impacto psicoemocional hay un activar desde ahí y se utiliza esta idea del crimen de odio con mucha carga emocional. 

Pero de cierta manera, vuelve a instalar lo que pasaba con el crimen pasional. Se presta a que se ponga el foco en los perpetradores o ejecutores del hecho puntual y no en todo el contexto social, cultural, institucional que valida y habilita esta mirada de un cierto grupo social, en este caso lesbianas, como un grupo de personas que valen menos y a las que se puede despreciar, atacar, vulnerar y que no va a pasar demasiado. 

Señalar a algunos grupos como chivos expiatorios del malestar social no es nada nuevo. Lo hemos visto en Argentina cada vez que hay una crisis económica, como es el caso ahora, donde se recrudecen las violencias contra determinados grupos estigmatizados y marginalizados, típicamente las personas LGBT, sobre todo de clases medias y populares, las trabajadoras sexuales, los varones adolescentes de clases populares empobrecidos, las personas migrantes y las personas racializadas.

Esto no es una cosa novedosa, pasa desde hace décadas. En cada crisis económica aumenta el malestar social, la bronca, la impotencia, la frustración y por algún lado descarga. Descarga donde se señala desde una trama política e institucional. No se trata solamente de la persona que ejecuta, sino de todo eso que da contexto. Casi nunca estas cosas aparecen de la nada, siempre hay historias previas o contra las víctimas o por parte de los perpetradores de otras agresiones. A veces son insultos, hostigamientos y en un momento se llega a la violencia extrema.

Otra cuestión que tiene el crimen de odio es que señala al perpetrador y deja fuera de foco todo lo demás. Después aparece una cuestión referida en quién es la víctima y en demostrar o dar cuenta de si efectivamente pertenece a ese determinado grupo social, en este caso lesbiana. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos publicó un informe muy importante en el año 2015 que habla de violencia por prejuicio contra las personas LGBTI en las Américas y es muy interesante la noción de violencia por prejuicio porque te evita tener que estar detrás de cada identidad puntual, sobre todo porque las legislaciones tanto nacionales y, sobre todo, internacionales, van a unos ritmos más lentos que el cambio social.

En las sociedades la gente va cambiando la forma en que se nombra, la forma en que piensa su historia de vida, en que piensa a qué comunidad pertenece, que se configuran las distintas identidades, no sólo en términos sexuales y de género, sino en otros planos también, eso tiene un dinamismo muy alto. La legislación no es tan dinámica. Entonces es muy importante poder tener categorías que sean capaces de incorporar esos cambios de la dinámica social y que no queden obsoletas rápidamente. Y además porque está poniendo el foco en los motivos del perpetrador: la violencia se hace por prejuicio. No importa si la agredida es lesbiana o al atacante le pareció lesbiana, el atacante agrede porque tiene un prejuicio contra las lesbianas.

Poner la atención en quién está ejerciendo la violencia es importante, porque eso también da cuenta de cuáles son las tramas sociales que producen esos emergentes y sobre las que hay que actuar. Los reclamos de justicia para las víctimas son acciones que suceden después del daño. Siempre son justicias que de todas maneras no pueden revertir la violencia que ya sucedió. Toda la otra dimensión que le compete a los Estados también es importante, especialmente desde una perspectiva de derechos humanos, que es la reparación y la garantía de no repetición. 

En el caso de las lesbianas, la reparación no es solamente que se enjuicie al perpetrador, sino que las sobrevivientes tengan una asistencia médica para las secuelas que le queden y una asistencia psicológica.

Acceso a la vivienda y crisis habitacional

Y también reparar en términos de condiciones de vida. Esto es importante porque el ataque sucedió en un conventillo, una vivienda popular donde viven siempre hacinadas personas empobrecidas que no tienen acceso a otros tipos de vivienda. Donde no hay vida privada, sino más bien una coexistencia forzada con una cantidad de personas, donde hay conflictos de distinto tipo.

Acá había cuatro personas conviviendo en una habitación. Eso sucede en una ciudad como la Ciudad de Buenos Aires, que está en emergencia habitacional hace muchos años, donde hay una enorme cantidad de personas que están en conventillos, en ocupaciones, en edificios que quedaron abandonados, obras gigantescas que han sido ocupadas, muchísima gente en situación de calle directamente. 

La situación de acceso a alquileres se vio agudizada con el nuevo gobierno y con la derogación de la Ley de Alquileres que permite cobrar cualquier cosa con lo cual se dispararon los precios y además poner otros requisitos. Acceder a un alquiler no es sencillo y no solamente por cuánto te cobran, e incluso durante la vigencia de la Ley de alquileres, sino también por los requisitos. En muchos lugares, a las lesbianas no nos quieren alquilar por ser lesbianas, sobre todo si estás en pareja y si tenés chicos, y menos si tenés animales. Hay una discriminación para alquilar a las personas con chicos chiquitos, también se discrimina a personas trans, a personas a gays, a personas con discapacidad física o intelectual, a las personas migrantes. 

Cuando se habla de la emergencia ocupacional en la ciudad de Buenos Aires, ocupacional no quiere decir habitacional, porque hay muchísima gente que no puede acceder a viviendas que estén en buenas condiciones de habitabilidad sin hacinamiento, y al mismo tiempo hay un montón de casas, departamentos y otros edificios vacíos porque hay una gigantesca especulación del mercado inmobiliario. 

La responsabilidad ahí está en ese conglomerado político -el PRO, Juntos por el Cambio o Cambiemos-, que vienen teniendo el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires desde hace 20 años. Esto no es sólo Javier Milei, no es solo Márquez, porque la gente del PRO viene gobernando la ciudad hace 20 años y esta situación sucede en ese contexto. Todos ellos están involucrados en el negociado inmobiliario que hace que sea muy difícil acceder a la vivienda. Esta semana, Jorge Macri, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y algunos de sus ministros, estuvieron haciendo gran publicidad en medios de comunicación y en redes sociales con fotos de antes y después mostrando a gente en situación de calle y después de ese lugar sin la persona ahí.

Son políticas de exterminio, esto es mucho más que el odio. Son planificaciones de exterminio desde los partidos de gobierno que representan a las clases dominantes. No alcanza con hablar del odio. Hablemos de la gentrificación de una ciudad como Buenos Aires, hablemos de la expulsión de las clases populares de la ciudad de Buenos Aires. 

¿Cuántas personas LGBT están en situación de pobreza o han visto precarizada su vida? ¿Cuál es nuestro acceso a la vivienda? Pero también ¿nuestro acceso al trabajo? Cuando se habla mucho del tema del crimen de odio, con mucho énfasis en los desbordes y en la violencia extrema, dejamos de ver estas otras cosas que no tienen nada de odio, no hay ninguna emocionalidad: acá hay planificación, hay negocio, hay intereses de clase, hay intereses comerciales. Y hay legislaciones, unas políticas públicas, a veces a nivel nacional, a veces provincial o municipal, como el caso de Ciudad Buenos Aires, que van generando todas estas condiciones de expulsión de señalar a grupos como indeseables.  

Sacar a la gente que duerme en la calle te remite de inmediato a la dictadura, subir a estas personas a camiones y tirarlas como si fuera basura lejos de la ciudad, como pasó en la época de Bussi en Tucumán.  

Las compañeras lesbianas no estaban en situación de calle, pero son lesbianas pobres, en una ciudad gentrificada, viviendo hacinadas, en malas condiciones, donde hay enormes dificultades de acceso a la vivienda. Ellas tenían un historial de hostigamiento, acoso y otras agresiones, antes hubo otras violencias no tan extremas. Es muy difícil, para gente empobrecida, mudarse. Hay un historial de hostigamiento y ellas no se pueden ir. Quizás otras lesbianas de otra clase social frente a conflictos con vecinos se pueden mudar. Ese tipo de cosas es importante tener en cuenta más allá de hablar del odio.

Ultraindividualismo

Y quiero hablar de la indiferencia, porque es una vivienda colectiva, hay mucha gente en un conventillo y está todo ese historial. Me pregunto ¿qué hicieron todos los demás? No intervinieron, eso está claro. ¿Por qué se permite que estas violencias lleguen al extremo? Ese crimen de odio, esa violencia extrema del agresor, antes que les prenda fuego, hizo otras cosas y hubo otra gente que lo vio. Hubo gente que vio el hostigamiento, el insulto, el acoso y lo dejó suceder, no le pareció tan grave o, volviendo a las marcas culturales de la dictadura, se quedó en el no te metas y ese ultraindividualismo también es algo que trae este gobierno. No es solamente el discurso explícito contra personas LGBT, eso está, pero es parte de una gran avanzada cultural con valores espantosos, como la indiferencia frente a la situación de los demás. 

No es solamente el que tenía la suficiente motivación y el odio para prender fuego, es también todas esas otras personas a las que lo previo no les importó. Esa también es una forma de la crueldad, desentenderse de lo que le pasa a las otras personas y eso hay que marcarlo como algo que está sucediendo.

Punitivismo

El énfasis en las violencias extremas y los asesinatos, ha llevado a dos cosas. Por un lado, a que se instale en la agenda del activismo el reclamo de nuevos tipos penales, como la tipificación de los crímenes de odio con agravantes. Esta perspectiva es punitivista y suele omitir que el sistema judicial procede solamente contra personas que ya están en situaciones vulnerables, personas de determinadas clases sociales, de determinada etnicidad, porque intrínsecamente el sistema judicial tiene sesgos coloniales, patriarcales, racistas. 

Y por otro lado, el otro reclamo que los Estados han estado muy de acuerdo en hacer, es el de instalar observatorios sobre crímenes de odio. Hay un recuento de muertos y de violencias y ya está. Los Estados están bastante de acuerdo en hacer eso porque les permite hacer como que hacen, les permite mostrar que se preocupan, que les interesa. Ese análisis sobre la responsabilidad y las causas se reduce a la persona agresora, al perpetrador y se invisibilizan las tramas sociales, institucionales, económicas, donde hay responsabilidades estatales, como el no cambiar las situaciones o incluso en generar situaciones de desigualdad y de opresión.

El problema fundamental es que llega después, cuando la violencia ya sucedió. De lo que se trata es de que no suceda, de prevenir. Los Estados tienen que cumplir con la garantía de no repetición y para eso hay que cambiar situaciones estructurales que son de tipo cultural y económico. Así como los Estados tienen estos observatorios sobre la muerte, no tienen datos y recopilación de información sobre la vida.

Hace falta tener buenos relevamientos acerca de acceso a la educación, acceso al trabajo, acceso a los derechos de seguridad social, jubilación cobertura de salud etcétera, vivienda y crédito de las personas LGBT y eso no está, el INDEC no releva eso no.

No se trata solamente de que cuenten los muertos, de que haya datos sobre nuestra muerte, necesitamos datos sobre nuestras vidas, sobre nuestras condiciones de vida para evitar las muertes. Esa es una responsabilidad del Estado.

Libertad de expresión vs discursos de odio

Cada vez que se señala que algo es un discurso de odio, quienes lo están propagando pretenden ampararse en la libertad de expresión, que es un derecho humano fundamental contemplado en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos del año 1969.

Hay mucho material producido sobre libertad de expresión y discursos de odio por parte de expertos, por parte de los relatores de Naciones Unidas, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y está muy claro que no se puede, bajo la apelación de la libertad de expresión, decir cualquier cosa. 

El discurso de odio está definido como algo que incita a la violencia, a la agresión, al menoscabo de determinados grupos de personas. No ocurren en el aire, siempre hay actores en esos actos de comunicación que es emitir un discurso de odio y esos actores a veces pasan a la acción directamente y a veces instigan, de una manera indirecta, a terceras personas, como en este caso.

Reclamar que no se propaguen discursos de odio no es una vulneración a la libertad de expresión, eso está desarrollado en documentos producidos por los expertos internacionales.

Está tipificado qué es un discurso de odio, les cabe además responsabilidades a los medios de comunicación que propagan discursos de odio y hay una responsabilidad especial para todas las personas que ejercen cualquier tipo de función de gobierno, ya que tienen responsabilidades especiales en relación al discurso de odio. Esto no le cabe a gente como Márquez, porque no tienen un cargo en la función pública, pero sí le cabe a Manuel Adorni, a Javier Milei, a Sandra Petrobello, a Lilia Lemoine, a cualquiera que sí tenga un cargo en la función pública. Hay un incumplimiento de sus deberes en tanto responsabilidad especial en relación al discurso de odio y a la libertad de expresión. 

La foto de portada es de @fernandadaliafotografia

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