Una fiesta de protesta

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Se realizó la 14° Marcha del Orgullo en la provincia. Aunque algunos medios tucumanos sigan diciendo marcha del Orgullo Gay, desde hace años desde la comunidad LGBTI explicamos que se trata de una movilización que representa a la diversidad en su sentido más amplio.

Miles de personas bailamos y cantamos desde el Parque Avellaneda hasta la Plaza Independencia. En el recorrido se realizaron distintas performances marcadas por el lema de esta marcha: “nuestro orgullo es con derechos, al odio Nunca Más”. En el puente Central Córdoba, se desplegaron banderas, una en defensa de la Universidad Pública a cargo de activistas trans y otra de la Columna Peronista con la leyenda “No nos han vencido”. Frente a la Catedral un homenaje a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, cientos de pañuelos se abrieron recordando y denunciando la complicidad de la Iglesia con la tortura, la desaparición forzada y secuestros de bebés en la última dictadura de nuestro país.

Como en cada Marcha del Orgullo, se convivió en un clima de felicidad con bronca. La fiesta de cada camión o carroza se abrió camino entre la desazón y el cansancio frente al ajuste, los despidos y la promoción del estigma. Aprendimos que la risa, el baile y el desenfado son la mejor respuesta al prejuicio y al odio.

La edición 2024 fue quizás la más veloz de los últimos años. La amenaza de lluvia hizo que la organización acelerara el paso. Al llegar a la Plaza Independencia, personas de todas las edades, en su mayoría jóvenes se concentraron sobre la calle 25 de Mayo, frente a un imponente escenario. Finalmente al caer la noche la lluvia se alargó pero gran parte de los asistentes se quedó a vivir las dos horas de espectáculos a pesar del agua.

¿Qué pasó en el escenario?

Mahia Maurrén junto a drag queens de Tucumán, Mendoza y Córdoba estuvieron a cargo de un sentido homenaje a Maritza Ferrer, La Bicha. Una histórica representante de nuestro colectivo, que fue la voz que dio la bienvenida a la pista de la Diva, y que también abrazó en sus inicios a cientos de personas que incluso sin salir del closet, se escapaban al boliche a vivir por algunas horas en libertad. Lady Alutrix hizo un show con el último sencillo de Lali “No me importa”, Legolas Drag evocó a Raffaela Carra en un show que dejó al público encendido. Lean Muro, La Patxi y Emilianiyo fueron les DJs que musicalizaron la noche.

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La banda Tucumbita hizo bailar y olvidar la lluvia, y el trío de pop MANEK deslumbró cantando clásicos reversionados. Desde Emilia Mernes hasta Callejeros, los artistas demostraron que todos los temas pueden ser de lucha y de resistencia si se cuenta con el talento y la energía que desplegaron en el escenario.

Llegadas las 23 horas se inició la desconcentración, y comenzó la noche de fiesta en distintos espacios de la ciudad, porque la marcha en sí termina cuando la última persona posa su cabeza sobre la almohada.

El histórico boliche Diva dio muestra de su compromiso con la comunidad, desde la participación de su equipo en escenario hasta su propia carroza en la marcha. Al igual que Santos Discépolo también estuvo presente, Julio Rasuk Dj residente “Selecthoor” musicalizó y fue parte de la columna peronista.

¿Qué hay de político en bailar?

Las consignas de la marcha dan vueltas desde hace semanas en redes sociales, son resultado de largas jornadas de debates por parte de la comisión organizadora. Llevamos años repitiendo algunas consignas porque la realidad no se modifica, hay injusticias que se mantienen firmes como estatuas ante el grito y la denuncia del horror.

Algunas personas piden una Marcha del Orgullo despolitizada, desconociendo su historia y también ignorando el sentido y significado del término “marcha” en sí. Toda marcha es política, ocupar el espacio público y poner el cuerpo es resultado de una de las decisiones más comprometidas que pueda haber. No hacerlo, quedarse en casa y seguir con la rutina, también es un acto profundamente político.

La felicidad de compartir con amigos y con la familia en la calle, el entusiasmo que genera ver el brillo y la dedicación que cada persona pone en su atuendo se mezclan con el pesar del presente, con los discursos de odio que se promueven desde el Gobierno Nacional y con la desidia que aparece por parte de quienes hasta hace un año atrás decían acompañar a las comunidad LGBTI.

A catorce años de la primera marcha del Orgullo en Tucumán, nos encontramos en un momento de tensión y de lucha. En redes sociales algunos foristas deciden dar rienda suelta al odio hacia el colectivo, amenazan con falcon verde y se burlan de todos los modos posibles. Me gusta entrar y ver sus perfiles, siempre que lo hago deseo que sean bots, en la mayoría de los casos no lo son. Personas reales, padres de familia, hermanos, hijos, agreden gratuitamente y reproducen mensajes violentos sólo por la noticia de una marcha. Algunas personas están tan saturadas de malestar con su propia vida, y cuentan con tanta información respecto a la orientación sexual y la identidad de género, que reaccionan con bronca cuando ven un ápice de libertad en las calles.

Desde el Gobierno Nacional amenazan con derogar el decreto de DNI no binario, cerraron espacios claves para la contención y la erradicación de la violencia, y desfinanciaron el programa de Respuesta Integral al VIH, entre otros atropellos. Usan al colectivo LGBTI para ponernos a pelear unos contra otros y no dar cuenta que el hambre, el ajuste y la represión tarde o temprano afecta a todo el pueblo argentino sin distinción de partido o identidad de género.

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La Marcha del Orgullo es una de las marchas que más gente moviliza en Tucumán. Junto con las marchas federales en defensa de la educación, confirma que se trata de uno de los pocos temas que mueve a miles de tucumanos a salir a las calles. Faltaron banderas de partidos políticos, faltó el apoyo de cuerpo presente de casi todo el arco partidario de la provincia, pero sobró participación ciudadana, apoyo de familias y amigos. Somos una comunidad en la que coinciden Pelusa Ana Barbara, histórica militante trans de 71 años, junto a infancias trans que marcharon con sus familias.

Entre cientos de mensajes y carteles, había uno que llamó mucho la atención por su ternura, un adolescente trans marchó junto a su padre sosteniendo un cartel de “abrazos de papá gratis”. El adolescente dijo que quería compartir el abrazo de su papá con todas aquellas personas que no tuvieron la posibilidad de tener ese abrazo y contención en sus hogares.

La fiesta de la diversidad que vivimos en las calles crece año a año, en capacidad de organización y en conciencia sobre la necesidad de la unidad de la comunidad. Cada cuerpo en la calle es la prueba irrefutable de que no podrán sacarnos de la escena política ni quitarnos los derechos, y que si lo intentan, seremos miles en la calles. Porque como dijo Lohana Berkins “Al calabozo no volveremos NUNCA MÁS”.

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