Breve advertencia:
En esta nota vamos a hablar de los cuerpos de los demás. Intentaremos superar el posicionamiento de la consigna, no por ser equivocado sino porque como toda consigna queda limitada al repetirse hasta el cansancio sin contexto. Todos hablamos de los cuerpos todo el tiempo, el asunto está en qué es lo que decimos y por qué lo hacemos.
Christina Aguilera volvió a su peso adolescente. Me di cuenta porque empezaron a circular muchas fotos de sus distintos looks en los últimos 25 años. Ella es una de los miles de famosos que empezaron a tomar una droga inhibidora del apetito, en el mundo drag el nombre de la droga se convirtió rápidamente en un chiste “ella parece modelo ozempic”.
Durante su adolescencia, Christina fue super delgada, socia fundadora del pantalón tiro bajo. Años después apareció con más peso y una imagen más sexualizada y atravesando sus 30, su cuerpo mostró un peso y una forma que generó críticas por parte de la prensa de Hollywood. De algún modo su cuerpo fue uno de los que abrió camino hacia otras representaciones en el pop.
La industria del pop cerró sus puertas a la diversidad corporal con mucha fuerza, manejando los cuerpos de las artistas como un objeto más. Pero el paso del tiempo y el talento de Christina hicieron que pudiera continuar haciendo música y desplegando sensualidad, aún cuando no tenía el peso “ideal”. Luego llegaron Adele y Lizzo, rompiendo con el criterio de exclusividad del éxito solo para cuerpos delgados.
Algo pasó en mi cabeza cuando vi a Christina con su peso adolescente en este 2024, recordé mi propio peso adolescente y esos 77 kilos con 300 gramos a los que llegué luego de mi primera gran dieta. Años de formación, activismo y charlas con otras personas gordas no pudieron aún eliminar el mandato con el que fuimos educados, ese que convierte a la delgadez en una promesa de felicidad.
¿Si Cristina pudo porque yo no? me preguntó en voz muy baja porque sé que en principio se necesita dinero. Por estas latitudes atravesamos una crisis económica y política brutal, muy poca gente tiene dinero para gastar en tratamientos para bajar de peso. El deseo de ser flaco crece rápido en mí, y se esparce como un virus, por eso busco todo lo que hay referido a esa droga en la web.
¿Qué pasa en Argentina?
En la búsqueda virtual descubrí que la Anmat (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) aprobó la droga en agosto del 2023 en nuestro país. Ozempic es un medicamento cuyo principio activo es semaglutida, se usa para el tratamiento de diabetes pero se descubrió hace algunos años que también podría servir para tratar la obesidad porque ayuda a controlar el apetito.
En Estados Unidos se popularizó la droga en formato inyectable y muchas personas iniciaron tratamientos sin acompañamiento médico al punto tal de recibir sobredosis. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de ese país advirtió sobre los graves riesgos a los que las personas se someten al no recibir la dosis adecuada de la droga. El consumo y la difusión creció tanto que surgieron versiones falsificadas de Ozempic. La OMS sacó un comunicado alertando sobre este hecho:
“El uso de Ozempic falsificado puede dar lugar al tratamiento ineficaz de los pacientes debido a la administración de dosis incorrectas, la contaminación por sustancias dañinas y el uso de componentes desconocidos o sustituidos. Además, puede generar otros riesgos graves para la salud debido a que se administra por vía intravenosa, que podría causar la muerte.”
Brasil, Reino Unido e Irlanda fueron algunos de los países donde se identificaron falsificaciones de la droga. A pesar de la crisis política y económica, de las guerras y de los vaivenes de occidente, el deseo de llegar con un cuerpo flaco a un cumpleaños, un casamiento o eventos de gala en general, perduran.
Luego de esta búsqueda decido charlar con Laura Contreras. Ella es abogada, doctora en Estudios de Género, escritora y parte del grupo “Gordes Activando”. Le escribo para preguntarle su opinión, la mía está en construcción y en contradicción. Lo primero que charlamos es sobre la necesidad o no de hablar de esta droga, a fin de cuentas toda publicidad sirve. No queremos hacer publicidad, tampoco condenar a nadie ni a nada, sino conocer que este fenómeno y cómo impacta en la salud de la población.
Dice Laura: “En Argentina está llegando este tipo de fármacos supresores del apetito, que estaba ligado a la diabetes y tiene efectos en el descenso de peso. Estamos recibiendo un coletazo de algo que se viene discutiendo hace tiempo en Estados Unidos y en el sur global. Hay un aspecto del activismo gorde de Argentina, es que tiene un fuerte raigambre en activismo travesti, trans e intersex, en donde hay un énfasis puesto en la autonomía de los cuerpos. No hay una mirada punitivista sobre las decisiones de las personas para transformar sus cuerpos. Hay que poder pensar que las promesas de felicidad que traen cada tanto las drogas. Esta no es la primera, ya ha habido otras, pero sus fracasos y los daños que traen para la salud se ponen bajo la alfombra, se olvidan. Y por eso ahora parece que estamos ante el triunfo de Ozempic. Necesitamos estudios serios de este tipo de drogas y no pagados por las farmacéuticas que se benefician de la venta, para ver qué está pasando con los cuerpos. Esto es fundamental para la salud de toda la población.”
¿Quién habla de las dietas que fracasaron? ¿Quién aprueba los múltiples tratamientos de reducción de grasa que circularon durante décadas por la tv y las redes? ¿Quién da respuesta ante los problemas de salud que viven millones de personas luego de someterse a dietas y tratamientos para bajar de peso? Al parecer estamos ante una industria que siempre nos vende algo nuevo pero nunca da cuenta de sus errores.
En esta charla repleta de ideas en ebullición, Laura cita a Paul Preciado para afirmar una vez más que estamos en una era farmacopornográfica, una era en la cual la industria de los fármacos y la pornografiaca son fundamentales para el control de los cuerpos. Sobre este presente Laura afirma que “así como sabemos que hay unos beneficios enormes con el tráfico de drogas, también sabemos cómo la industria farmacológica quiere obtener esas ganancias fabulosas pero bajo el manto de la legalidad y de la salud. ¿Quién podría estar en contra, en una época salutista y medicalizada como vivimos, de cosas que se proponen como beneficiosas para la salud global e incluso se proponen como beneficiosas para el medio ambiente como dicen revistas del norte global?”
El fenómeno Ozempic convive con las desigualdades y las luchas de millones de personas por poner un plato de comida sobre la mesa todos los días. Por eso, hablar de estos temas en países como Argentina puede generar ruido, pero siempre es necesario analizar qué pasa con la alimentación en el mundo y cómo eso impacta en nuestra vida.
Laura retoma palabras de Tygress Osborn: “ella dice que las personas quieren bajar de peso porque lo ven como un beneficio para la vida. Esto es explotado por el mercado de la industria farmacológica más allá de que se sabe que no es así. El descenso de peso no trae aparejado necesariamente una mejora de la salud, de la vida en general. Cuando miramos las cifras de discriminación en ámbitos como empleo, educación, la salud misma y transporte en general vemos que si alguien adelgaza puede mejorar sus condiciones de vida, pero eso es como decirle a un niño que sufre bullying por usar lentes, que deje de usarlos. Es pedirle a la víctima que deje de ser algo para acceder a una vida digna”.
Las imágenes de personas famosas ultra delgadas invaden las redes sociales, la noción de éxito y felicidades asociadas a la delgadez se hacen cada vez más fuertes. En medio de estos imaginarios están pendientes los estudios serios para saber el impacto de mediano y largo plazo de la droga del momento, y también está pendiente garantizar una vida digna para todos los cuerpos.
Comer bien, vivir bien, poder usar ropa acorde a cada talle y transcurrir por la vida sin que el tamaño de nuestro cuerpo importe debería ser ya una realidad, independientemente de las drogas del momento y del deseo de delgadez.