En todo el planeta preocupa la contaminación producida por la inmensa cantidad de basura que generamos diariamente. Un argentino promedio produce 1,15 kilos de residuos por día, es decir, alrededor de 45 mil toneladas diarias. Por eso, uno los Objetivos de Desarrollo Sostenible es conservar y recuperar los ecosistemas terrestres reduciendo la pérdida de hábitats naturales y la biodiversidad, patrimonio común de la humanidad.
Sigamos mirando el cuadro con atención: en esas 45 mil toneladas de basura diaria en la Argentina se incluyen 12 millones de botellas de plástico; de ahí la importancia de recurrir a envases y recubrimientos ecológicos. Esa tarea está encarando el laboratorio de Investigación de Productos Naturales del Instituto de Bioprospección y Fisiología Vegetal (INBIOFIV), Unidad Ejecutora de doble dependencia entre CONICET y la Universidad Nacional de Tucumán.
Su directora, la doctora María Inés Isla, y una de las investigadoras, la doctora María Alejandra Moreno, detallan que están formulando envases y recubrimientos utilizando como materia prima extractos bioactivos obtenidos de especies nativas argentinas del Noroeste Argentino, que permiten mejorar la conservación de alimentos.
“Varias especies nativas significativas para el ambiente nos permiten desarrollar estructuras de envases biodegradables y con propiedades activas, que tienen un gran potencial para la mejora de la conservación de alimentos. Contribuyen no sólo al aprovechamiento de recursos naturales y a la conservación de la biodiversidad, sino también a la disminución de nuestra dependencia de recursos fósiles para el envasado alimentario; por eso es indispensable su conservación”, remarcó Isla.
Films y recubrimientos activos
El interés en el uso de films y recubrimientos comestibles para la conservación de alimentos es creciente en la industria alimentaria. Por un lado, contribuyen a mejorar la calidad y a aumentar la vida útil de los alimentos, evitando cambios indeseables como el pardeamiento (proceso por el cual los alimentos toman un color marrón debido a ciertas reacciones químicas), la pérdida de agua y los cambios texturales. Pero, además, el hecho de que sean biodegradables y puedan ser ingeridos junto con el alimento, contribuye a disminuir la contaminación de manera significativa en comparación con otras técnicas de conservación, explicaron las investigadoras.
Los principales materiales formadores de recubrimientos son proteínas (gelatina, zeína, caseinatos), polisacáridos (alginatos, carragenatos, agar) y lípidos (grasas y aceites), y además se pueden incorporar aditivos, como plastificantes (glicerol, sorbitol, etc.), surfactantes y conservantes (benzoato de sodio, ácido sórbico, sorbato de potasio), que otorgan propiedades mecánicas, nutricionales y organolépticas (esas que se perciben con los sentidos, como aspereza, sabor, brillo…) a los films o recubrimientos.
Por otro lado, una tendencia actual propone incorporar en los materiales de envase componentes activos, con la finalidad de mantener y mejorar la calidad y la seguridad de los alimentos envasados. Por ejemplo, el envasado activo con propiedades antioxidantes tiene como objetivo prevenir o ralentizar la oxidación de ciertos componentes alimentarios, como lípidos, que conducen al deterioro de las características (como el sabor y el color) de los alimentos.
“En este sentido, con el fin de aprovechar las potencialidades de frutos de chilto recolectados en la provincia de Tucumán, se desarrollaron recubrimientos bioactivos alimenticios a partir de extractos de las diferentes partes del propio fruto”, detalló Moreno. “Se obtuvieron fibras a través del proceso de electroestirado (electrospinning), y se utilizó zeína como matriz de encapsulación para contener extractos de chilto y un polímero comercial como material de base para los films; este recubrimiento se usa en la cara interna de envases que estén en contacto con alimentos”, agregó, y resaltó que se pudo demostrar su potencial. “Estos resultados pueden dar lugar a aumentar el valor agregado de estos frutos nativos argentinos, así como también favorecer la valorización de la cáscara y de las semillas, que por lo general son descartadas”, agregó.
Otros ejemplos
Durante la molienda manual de algarrobo para la preparación de harina se descartan las semillas debido a la dureza del endocarpio (capa interna del fruto que protege las semillas), por lo que son desechadas como residuo productivo. Con el objetivo de aprovechar este residuo y darle valor añadido –cuentan las investigadoras- se desarrollaron y caracterizaron recubrimientos/films incorporando extractos de semillas de algarrobo negro y se estudió su impacto en la conservación de lonchas de queso Gouda. “Se utilizó la técnica de casting por evaporación de disolvente a partir de diferentes mezclas del extracto de semillas de algarrobo (Prosopis nigra) con carragenato, y los recubrimientos obtenidos demostraron buenas propiedades fisicoquímicas y antioxidantes”, explicó Isla.
“También buscamos aprovechar las propiedades de las jarillas, que se estudian desde hace años en nuestro instituto, y se utilizó extracto de Larrea nitida para desarrollar recubrimientos basados en matrices de polisacáridos marinos (agar y/o alginato); obtuvimos films con buenas propiedades mecánicas y de barrera, y con capacidad antiviral y antioxidante”, puntualizó Moreno, y añadió que, a base de gelatina e incorporando un extracto de propóleos producido en colmenas de la región del Monte de Argentina, lograron obtener films con propiedades antioxidantes, antibacterianas, y una notable actividad antifúngica frente a los principales hongos contaminantes de frutas y verduras. “Se aplicaron las formulaciones formadoras de recubrimientos a frambuesas mediante inmersión y se evaluó la contaminación fúngica de las frutas durante su almacenamiento en heladera: se logró reducir la incidencia de infección y su conservación durante un período de tiempo más prolongado” finalizó Moreno.
Estos resultados ponen en evidencia el potencial de especies vegetales nativas de Argentina, así como de sus productos derivados, en el desarrollo de recubrimientos bioactivos para la conservación de alimentos.
El avance de estas investigaciones permitiría reducir el impacto ambiental que producen los residuos no degradables y potenciar tanto la seguridad alimentaria de las poblaciones humanas como la economía del sector que los implemente.