Pensando con los ecos de la visita de Judith Butler por Buenos Aires

La filósofa estadounidense participó de distintas actividades académicas y políticas que tuvieron lugar en la Ciudad de Buenos Aires dejando no pocas cuestiones para pensar y discutir. Ana Mines retoma algunas palabras y silencios de Butler para pensar, como tucumana que hace muchos años se fue, sobre Tucumán y como activista LGTB, cis y blanca, sobre la hospitalidad y las políticas de articulación de un feminismo masivo, fuerte y en permanente expansión. Por Ana Mines

Durante la semana que pasó, la filósofa estadounidense Judith Butler participó de distintas actividades académicas y políticas que tuvieron lugar en la Ciudad de Buenos Aires dejando no pocas cuestiones para pensar y discutir. En su tercera visita a Buenos Aires (la primera fue en el año 2009 y la segunda en 2015), sus actividades públicas comenzaron el martes en una mesa redonda que se dio a llamar “Activismo y pensamiento” en el marco del “Coloquio Internacional: Los mil pequeños sexos” realizado por la UNTREF. El día miércoles, respondiendo a la invitación de un grupo de becarixs de CONICET que también son activistas LGTB[1], se acercó a la multitudinaria manifestación en el Polo Científico en repudio al brutal desfinanciamiento y precarización de las políticas de ciencia y técnica que lleva adelante el gobierno de Cambiemos. El viernes fue parte de la conferencia “Presentes y futuros de la memoria” en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (ex ESMA).

En la mesa redonda que tuvo lugar el martes, Butler compartió la actividad con integrantes del Colectivo Ni una Menos. La actividad se llevó a cabo en un mini-estadio de la UNTREF, universidad pública del Conurbano Bonaerense, escenario que merece ser destacado en tiempos de tanta zozobra para la educación pública. Las preguntas, exposiciones e intercambios, tuvieron lugar ante un auditorio repleto que aguardaba ansiosamente desde varias horas antes. Muchos de los temas tratados giraron en torno al neoliberalismo, la avanzada de los sectores conservadores, el rol de la iglesia, el feminismo, la sexualidad, las políticas de alianza y resistencia.

En el feminismo académico y activista suele discutirse de manera permanente sobre las vidas trans y el racismo. Sin embargo, ni el cisexismo ni blanquitud fueron temas de debate a lo largo de la mesa y del coloquio. A continuación, intentaré retomar algunas palabras y silencios de Butler para pensar sobre Tucumán como tucumana que hace muchos años se fue, y para pensar como activista LGTB, cis y blanca, sobre la hospitalidad y las políticas de articulación de un feminismo masivo, fuerte y en permanente expansión que de a ratos no parece saber muy bien cómo vincularse con algunas diferencias y desigualdades sin minimizarlas o borrarlas.

El neoliberalismo y la avanzada de los conservadurismos religiosos

Uno de los temas centrales de la mesa fue el avance de los conservadurismos religiosos, del fascismo y del neoliberalismo no como fenómenos paralelos sino como procesos que se entrelazan y refuerzan mutuamente de manera novedosa. No es para menos. La complejidad de los procesos contemporáneos requiere de un análisis minucioso que nos permita dar cuenta de las características de los actores que forman parte de las usinas conservadoras de la derecha mundial y local, encarnados, por ejemplo, en Trump, Bolsonaro, Piñera, Macri, Bullrich, Michetti por mencionar sólo algunxs. También necesitamos analizar las alianzas y negociaciones con el Vaticano y el énfasis en la familia cis-heterocentrada que distintos sectores supuestamente progresistas vienen impulsando. Además, no debemos perder de vista que los sentidos y prácticas conservadoras tienen una dimensión molecular, volátil, explosiva que se prende como pólvora en contextos de temor e incertidumbre colándose incluso por lugares inesperados.

“El proceso neoliberal y capitalista, está haciendo que ahora más que nunca haya más y más pobres, que la vida precaria se intensifique como nunca antes”, dijo Butler. Una característica muy importante del neoliberalismo, dijo, “es que retira el apoyo estatal en todo lo que es servicios sociales, familiares, médicos. Básicamente tiende a privatizar todo”. Las sociedades neoliberales no sólo resaltan la figura del individuo sino que le transfieren responsabilidades en torno al cuidado, la salud, la educación. “En una sociedad neoliberal, para cubrir los aspectos que se consideran privados como la vivienda o la salud, la gente termina contrayendo deudas inmensas muchas veces con intereses altísimos, muy difíciles cuando no imposibles de pagar haciendo que lo único que se pueda ver para el futuro es pobreza”. Según Butler, la desolación en torno al presente, pero también entorno al futuro, es uno de los vectores que impulsa a las personas a la Iglesia “buscando alguna estructura segura. O sea, es el mismo Estado el que con su abandono manda a las personas a la Iglesia”, enfatizó la filósofa.

Pienso en Tucumán, el neoliberalismo, la Iglesia y los conservadurismos. Desde hace décadas estas fuerzas se entrecruzan estrechamente desdibujando casi por completo las fronteras entre aquello que es Iglesia y lo que es Estado, entre la educación pública supuestamente laica y la educación religiosa, entre lo que corresponde a los derechos sexuales y los derechos reproductivos y lo que es propio de los sermones de los domingos. Asimismo, en los últimos años, la intensificación de la precarización de la vida de la que habla Butler se pone manifiesto, por ejemplo, en cada una de las tantas familias que construyen con lo que pueden un lugar para vivir alrededor de los distintos accesos de la capital provincial. El aumento de la pobreza y la indigencia que, según el Sistema Estadístico Provincial, a fines del 2018 afectaba a más del 36% de la población, es parte de un proceso brutal de ampliación de la desigualdad, de la famosa brecha entre quienes tienen más y quienes tienen menos, tendencia que crece a lo largo del mundo. ¿Cómo hacemos para convivir con tanta desigualdad? La pregunta por la violencia da vuelta permanente en los debates feministas y LGTB, aunque pocas veces la asociemos a la violencia de las políticas respecto de la propiedad privada.

Según Butler, muchas personas canalizan la desesperanza y la imposibilidad de vislumbrar alternativas de transformación y horizontes a través de la iglesia. Allí “buscan sustento emocional” señaló la filósofa. Ahora bien, quizás ese sustento no sea sólo para el presente, sino también para el futuro bajo la promesa de una vida mejor si más no sea para después de la muerte. Pues, en esta vida, la mano está difícil. La necesidad de cobijo, así como el poder de las iglesias para conducir el tejido social dañado por las transformaciones del neoliberalismo, son fenómenos más o menos a la vista. Ahora bien, ¿por qué esas muchas de esas personas en su vínculo con la Iglesia se vuelven activistas anti-derechos? ¿Qué pasa entre la fragilidad vital que conduce al reparo eclesiástico y el devenir en agentes de la moral represiva? Las multitudinarias marchas de pañuelos celestes ocurridas en Tucumán conforman una potente provocación para seguir pensando en esto.

En un contexto en el que lo público se retrae, las tecnologías neoliberales de gobierno y la Iglesia confluyen reubicando a la familia como estructura responsable de la atención, el cuidado y la educación de los individuos. “No decimos que haya un desplazamiento sino una condensación de ese abandono neoliberal lo cual hace de la familia un lugar de operaciones de los sectores conservadores”. La famosa frase “con mis hijos no te metas” que los sectores alineados en la cruzada de lo que llaman “Ideología de Género” repiten sin parar, refiere a esto. Para estos sectores ninguna institución, salvo la familia, debe tener injerencia en la educación, sobre todo sexual, de lxs niñxs y adolescentes, “sus” hijxs. Estos sectores parecen olvidarse que lxs niñxs y adolescentes no son pertenencias sino sujetos de derecho y que los derechos no se agotan en los pareceres religiosos de sus padres y/o madres.

Una de las integrantes de Ni Una Menos señaló que la contraofensiva fascista opera a través de tres vectores: el terror financiero, el moral y el policial o represivo. “Yo agregaría el sexual”, dijo Butler. Efectivamente, los sectores integristas de las iglesias católicas y evangélicas articulan sus políticas en torno al terror sexual. Si la negativa a la adhesión e implementación de la Ley Nacional que regula la creación del Programa Nacional Salud Sexual y Procreación Responsable por parte del gobierno de Tucumán es tan añosa se debe a la acción de los sectores antiderechos, que no son pocos ni homogéneos.

Los gestos autoritarios de la Iglesia/Estado son muchísimos. Traigo dos: la resolución emanada por la Legislatura provincial que, mientras las cámaras nacionales trataban la ley de aborto, declaraba a la provincia “pro-vida”. Cómo sacarnos de la cabeza el peregrinaje torturante por el que sectores judiciales, médicos y eclesiásticos, juntos y entrelazados, hacen pasar a quienes llegan por diferentes razones al sistema sanitario frente a la necesidad de un aborto. Tal como vimos en los medios, estos sectores se ensañan de manera brutal con las niñas y adolescentes pobres. Porque si bien la avanzada fascista nos afecta a todxs, no lo hace por igual. La pobreza, el racismo y la transfobia intensifican sus efectos sobre determinados grupos y sobre determinados cuerpos. Los recurrentes asesinatos de mujeres trans y travestis y la impunidad de esos crímenes es otra de las tantas consecuencias de la avanzada conservadora, que se articula también en torno a políticas securitarias de cierre de fronteras y lucha contra el narcotráfico.

Resistiendo a las embestidas, ¿cómo?

Otro de los temas centrales en la actividad fue el rol del feminismo en el mapa político contemporáneo. Según Butler, “las nuevas formas de la relación entre neoliberalismo y fascismo requieren de nuevas alternativas. No estoy segura de que los trabajos del pasado que analizaban el fascismo puedan ayudarnos con su lucha hoy. Por eso me parece que el feminismo es el movimiento que está en la mejor posición para oponerse al fascismo”.

A lo largo de la conversación, Butler señaló la relevancia de la solidaridad como clave para hacer del feminismo un arma de resistencia. Pero sobre lo que no se reparó lo suficiente fue sobre las condiciones a partir de las que ejercemos o no esa solidaridad: ¿cómo hacemos para que la distinción entre quienes dan y quienes reciben solidaridad no se conviertan en una forma más sutil de marcar jerarquías, de trazar un dentro y un afuera, un ellxs y un nosotrxs? “Nuestra solución -dijo Butler- tiene que ser producir sistemas de cuidado e interdependencia que vayan más allá de la familia, que podamos generar nodos de apoyo, de soporte. Que con el ejemplo mostremos cómo se puede enfrentar al neoliberalismo. Tenemos que generar la invitación hacia el cuidado recíproco y hacia la intradependencia conformando alternativas económicas al neoliberalismo. Tenemos que ser una alternativa poderosa y tenemos que expresarnos como tal de manera pública”. la invitación a pensarnos a partir de ontologías incompleta, precaria, abierta a lxs otrxs nos permite recordar nuestra fragilidad y al mismo tiempo advertir la potencia de comprometernos con otrxs.

La propuesta de Butler apunta al fortalecimiento de lazos de solidaridad así como a evitar la fragmentación. Para ilustrar esta idea dio el ejemplo de una hipotética confrontación entre un grupo de mujeres que pelea por la igualdad en el trabajo y un grupo de mujeres pobres. Para la filósofa, esta diferencia no debería entenderse como una fragmentación sino un desafío. “Aquí lo que tiene que jugar es la solidaridad entre todas las mujeres ricas o pobres. El feminismo es un movimiento que busca la igualdad, pero que a su vez tiene que luchar con sus desigualdades internas porque no hay un feminismo sin las mujeres pobres”. El ejemplo me dejó boquiabierta. ¿El feminismo es un movimiento de mujeres?, ¿de todas las mujeres? ¿De Cristine Lagarde, Patricia Bullrich, Silvia Elías también? No creo que Butler no sepa los límites peligrosos de la política identitaria. Sin embargo, en un momento en el que el feminismo, presentado muchas veces como movimiento de mujeres, se expande a velocidades tan vertiginosas, creo que cabría mayor cuidado. El mundo, sabemos, no va a ser mejor por el mero hecho de que lo gobiernen mujeres cis. Thatcher ya nos lo enseñó. A su vez, ¿esperamos que las mujeres pobres articulen armoniosamente un movimiento con las mujeres de clase media y alta? Confieso que luego de la exposición de Butler releí el texto de Audrey Lorde, feminista negra y lesbiana, “Las herramientas del amo no desarman la casa del amo”. Recomiendo enfáticamente su lectura y relectura, pues es un poderoso llamado de atención respecto de las condiciones materiales de nuestras prácticas políticas.

Entonces, ¿hay lugar para construir un movimiento político cuya articulación no conlleve el borramiento de las desigualdades y diferencias que lo conforman? Invisibilizar las desigualdades, las estructuras que las organizan, sus efectos concretos y cotidianos, así como la rabia que produce solo favorece a la construcción de un movimiento identificado con sus sectores más privilegiados.

¿Por qué no hubo personas trans en el diálogo con Butler? Sus textos abordan permanentemente la relación de las normas de género con las vidas y los cuerpos trans. Cuando vino a Buenos Aires en el 2015, el activismo trans hizo pública la crítica al cisexismo que implica la instrumentalización de sus vidas no sólo en sus textos sino en las actividades. A pesar de eso, la versión 2019 de su visita repitió la misma ausencia que, creo, duele más cuando se trata de actividades en cuya organización participan feministas aliadas.

Esta demanda no supone un intento de disciplinamiento por parte de algún tipo de corrección política. Es la manifestación de las dificultades que tenemos para tramar articulaciones políticas solidarias, de apoyo mutuo desde la diferencia, reconociendo cómo funciona no sólo en términos individuales sino, sobre todo, estructurales. Porque el cisexismo, la blaquitud, el clasismo son eso, estructuras que nos ubican, dan forma, condicionan de manera diferente.

La actividad en UNTREF avivó una pregunta permanente entorno al feminismo. Este movimiento ¿otorga ciudadanías plenas y “visas temporales”? ¿Quién da y quien recibe esas “visas”? Las afirmaciones “sin mujeres pobres no hay feminismo” y “sin las travestis y trans no hay feminismo” conllevan la posición diferencial de quien “es” adentro y quien llega y es recibidx. ¿Acaso alguien podría imaginarse a las mujeres cis blancas de clase media siendo recibidas y bienvenidas al feminismo por parte migrantes precarizadxs , trans, queers, negrxs? Una imagen por demás bonita, pero difícil de creer.


[1] Una mención especial a mi amigo y compañero Nicolás Cuello que fue, en verdad, quien dio el puntapié para que esta actividad tenga lugar fuera del programa formal de la visita.

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