Odio, cárcel y feminismo

Esta semana, el debate sobre la excepción de prisión domiciliaria a personas privadas de libertad en el contexto de COVID-19, tomó por asalto a los medios de comunicación. Posiciones a favor y en contra se escucharon en todas las redes sociales, e incluso, el jueves a las 21hs se realizó un ruidazo por quienes se oponen a dicha medida de excepción. Los aplausos y las cacerolas fueron más fuerte que los aplausos hacia los médicos y médicas que cada día se realizan desde que comenzó la pandemia. Ni hablar si queremos comparar con los ruidazos que se convocaron contra los femicidios. Irene Gonzalez Navarro, psicóloga y feminista, trabaja con personas privadas de su libertad. En el texto, reflexiona sobre los diferentes posicionamientos que resonaron durante estos días.

Desde que comenzó la pandemia por coronavirus, un tema sobrevuela las conversaciones, pero en los últimos días acaparó los medios de comunicación y las redes sociales desde el estallido del mal llamado “motín” de la Cárcel de Devoto la semana pasada: la posible prisión domiciliaria de presos y presas.

Al repudio generalizado de una sociedad fogoneada desde hace años al calor del discurso de la inseguridad, se suman sorpresivamente algunas voces desde el feminismo, cristalizadas en el comunicado de Actrices Argentinas, que repudió “la libertad de violadores y femicidas”.

¿Qué podemos decir quienes trabajamos con personas privadas de la libertad que aporte al debate, y que no sea una completa obviedad? ¿Volver a decir que lxs presxs son seres humanos y que gozan de todos los derechos que son reconocidos en este país por leyes y tratados internacionales, menos al de la libre circulación? ¿Que los derechos no “se merecen” porque no son un Grammy Latino, sino que se detentan por el hecho de nacer humanos y punto? ¿Volver a explicar lo fácilmente googleable, que las cárceles son en este país y en casi todos los del mundo pobladas en su mayoría por personas de bajos recursos y que son históricamente usadas como depósito de todo lo que la sociedad considera como un sobrante (negrxs, pobres, latinxs, disidentes)?

¿O aprovechar el encierro pandémico del lector para hacer un ejercicio de empatía y ver si podemos imaginar que libertad no es lo mismo que arresto domiciliario?

El pedido de gran parte de la opinión pública es claro: cárcel y no sólo cárcel, sino una difusa “cárcel para siempre”, aún en casos donde no se ha dictado prisión perpetua (que en este país nunca la es tal) sosteniendo así el más severo punitivismo hasta el último día de condena, momento en que la persona privada de libertad tenga que salir a la calle a “reinsertarse” mágicamente al seno de una sociedad que ha pasado los últimos años odiándola y despreciándola.  

El resurgimiento de lo que Rita Segato[1] caracteriza como una “política del enemigo” termina logrando que en boca de defensoras de los derechos de las mujeres y las disidencias, se escuchen pedidos que harían sonrojar al fan más acérrimo de Baby Etchecopar.

Reinserción social

Pero, ¿qué es en este contexto la resocialización? Según te dicen en cualquier curso introductorio al derecho penal, es uno de los principios de la Ejecución Penal, junto con los de Legalidad, Control Judicial, Progresividad e Inmediatez; o en criollo: que con las personas condenadas no se haga nada fuera de lo que establece la ley, que todo esté controlado por un juez y que la pena se ejecute de modo progresivo y con celeridad. Para eso, dice la ley argentina, es la cárcel, más concretamente; encerrar a quien ha delinquido “persigue el fin de lograr que el condenado adquiera la capacidad de respetar y comprender la ley, así como también la gravedad de sus actos y de la sanción impuesta, procurando su adecuada reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad, que será parte de la rehabilitación mediante el control directo e indirecto.”[2]

La resocialización entonces, pasa por la obligación del Estado de darle al condenado las condiciones necesarias para un desarrollo adecuado que favorezca su integración. Pero, ALTO! ¿no estaba ya el Estado obligado desde antes de la condena a proporcionarnos a todos las condiciones necesarias para un desarrollo adecuado?

“Si nunca estuve insertado ¿cómo me voy a reinsertar?”

Una vez Carlos, un ex interno de un penal de Florencio Varela que estuvo 15 años adentro, me dijo: la cárcel es sólo prorrogar la violencia un par de años más o peor, multiplicarla por mil. “Estaba tan resentido -(lo anoté textual en mi cuaderno)– tan dolido por haber nacido pobre, con la marca de la muerte y de la cárcel en la frente, y tan resentido con la gente de traje que tenía ganas de salir a darles la razón, a justificar sus pedidos de mano dura”.

No es nada nuevo decir que el estereotipo del criminal es una de las formas que la sociedad tiene para criminalizar a las clases que considera inferiores. La identificación de una clase delictiva y su aislamiento permite que el resto de nosotros podamos desviar esa agresión y proyectarla en un chivo expiatorio perfecto. 

Estos días, entre notas sobre los internos de Devoto (y el dinero que le cuestan al Estado), pasando por vergonzosos oportunismos políticos hasta rescatar las más tristes historias de víctimas bajo una pátina de pretendida lucha contra la impunidad, no ha parado un minuto esta ingeniería infame de crear monstruos irrecuperables para vender más caras las puertas pentágono.

¿Cómo romper con la concepción clasista de que las cárceles son hoteles de la muerte para los pobres y poder restarle un poco de violencia a este sistema, por lxs presxs, pero también por nuestra propia salud mental?

“Seguridad ciudadana es hacer patria con el otro”

La manera que encontró Carlos[3] de convertirse en persona fue a través de la filosofía; contó como leyendo a Descartes entendió lo que era pensar y después existir y que nunca había pensado realmente ni había sido libre porque siempre había sido considerado y tratado como un objeto.  Nos dijo una tarde, en el salón de actos del 3er piso del Poder Judicial: “yo era un animalito, entré al penal sin saber leer ni escribir, sólo sabía pegar para defenderme porque si no me moría. Empecé a ser humano cuando me trataron como uno. Y lo hizo este tipo (su profesor de filosofía), que perdió plata de su bolsillo para venir a enseñarme gratis y lo hizo para que ustedes y sus hijos tengan más seguridad, vino a darme clases de filosofía a mí para que yo no te robe la cartera”[4]

Pudo ensayar otra manera de ser cuando vino un Otro, su profesor, y le dio un lugar que nunca antes había tenido. Esa parte de la ley que habla de promover el apoyo y la contención social de la sociedad es clave, ya que lxs presxs son un producto de ella y a ella vuelven, siempre.  El monstruo con faca y tatuajes que la clase media se armó en la cabeza, amalgama de películas de Trapero y letras de Pibes Chorros, se va desdibujando y se convierte en una persona, solo desde ahí puede elegir y una de esas elecciones posibles es una vida fuera del delito, construyendo aquí con vos y conmigo.

Y, como tuiteó ayer la gran Claudia Cesaroni[5]: “¿vos podés asegurar que no vuelvan a cometer delitos? No. Como no lo puedo asegurar respecto de vos ni de mí ni de tu abuelo que por ahí abusa de tu hermana, ni del pibe que te gusta que quizá mañana le rompe la cabeza a otro pibe en un boliche. NO”.

#DondeEstanLasFeministas

El hashtag empezó temprano a circular, agitado por el trollcenter vernáculo de las redes sociales siempre dispuesto a desplegar la misoginia en cada oportunidad que se presente; la consigna estaba instalada: ¿¡donde están las feministas mientras Alberto  está “liberando a violadores”?!

Dejando de lado la evidente falla en materias como Educación Cívica y Ciudadana en las escuelas de clase media (a googlear división de poderes) a esta interpelación colectiva el feminismo ha reaccionado de distintas formas. Desde pedidos de pena de muerte, que lamentablemente pueden leerse en más de una cuenta de twitter con corazoncito verde, hasta llamados más sensatos a la reflexión, hechos por gente que algo entiende del tema[6].

Por supuesto, que es gastar tinta digital el tener que aclarar que ni yo ni nadie quiere que las mujeres y las disidencias se vean expuestas a más riesgos de los que actualmente la pandemia nos expone, que son altísimos. Las víctimas de delitos, con especial consideración las víctimas de delitos contra la integridad sexual, tienen que ser resguardadas en caso de cambio en la modalidad de prisión de sus victimarios, siempre. Y el Poder Judicial tiene a su disposición mecanismos para asegurarse que esta protección sea efectiva y debe emplearlos.

Dicho esto, ¿cómo puede ser que la construcción social del otro como un objeto no nos haga ruido a las feministas? Tanto el abolicionismo penal como el feminismo son históricamente movimientos de liberación que tienen como objetivo la abolición, en el sentido de los derechos humanos, de injusticias y opresiones perfectamente evitables.

Si el feminismo ha servido para cuestionar la microfísica de la cultura machista, androcénctrica y patriarcal, plantear al punitivismo penal como la estrategia, es caer en la trampa de fortalecerlo, pero también es una mirada desclasada y miope del poder.

El acento se pone, no ya en la redistribución del poder, sino en el reconocimiento de derechos a partir de la victimización. Y este proceso tiene, aparte de las consecuencias que ya venimos describiendo, el resultado de restar agencia, de ponernos en una posición de pasividad, esperando respuestas de otro que ostenta el poder, coartando salidas creativas y así la posibilidad de nuevas alianzas. Ese Otro al cual se le piden respuestas no es otro que el poder penal punitivo de raigambre profundamente patriarcal, heterosexual, blanca y masculina.

No se por donde pasa la solución, pero sí sé, porque todos los días nos levantamos con un femicidio nuevo, que el endurecimiento de las penas es ponerle una curita a una herida gigante que continúa abierta con cada caso, pero es también abrir otra que continúa erosionando el tejido social. 


[1] Una de las nociones de odio señaladas por Segato en el libro “La guerra contra las Mujeres” refiere a la “construcción del enemigo”.

[2] Ley 24.660

[3] Carlos Mena, una de las personas más interesantes que conocí, pueden conocerlo un poco aquí https://www.youtube.com/watch?v=-wTcgbuiXjU

[4] Después se puso a dictar talleres, escribir poesía y publicar a otrxs presxs, pueden conocer su editorial aquí: https://www.facebook.com/cuenterosyverseros

[5]  https://twitter.com/CCesaroni/status/1255547086248050690[6] https://www.elcohetealaluna.com/la-cosa-sana/

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