Por María Gallo Ugarte
“Voces de la artesanía: diálogos para prácticas sustentables” es una publicación que reúne, como su nombre lo dice, las voces de artesanxs de distintas regiones de Argentina, Bangladesh, Bután, India, Pakistán y Sri Lanka. El libro es producto de una investigación que se llevó a cabo promovida por distintas instituciones (Craftin Futures del British Council, REDIT, Craft Revival Trust, etc.) que indaga en torno a la variedad de técnicas artesanales y las comunidades que las sostienen, así como también busca ponerlas en diálogo con otras disciplinas con el fin de enriquecer las prácticas en esa intersección, así como de explorar posibles futuros sostenibles.
Las voces reunidas en este escrito son una manifestación más de una serie de acciones (participaciones en congresos y conversatorios, exposiciones en muestras de arte y bienales de diseño, etc) tendientes a visibilizar y poner en valor el trabajo artesano desde las propias comunidades y en trabajo colaborativo con otras disciplinas y actividades, como el diseño, el turismo y el arte. Estas acciones políticas de “darse a ver” y “hacerse escuchar” pueden leerse como una respuesta al relegamiento histórico que estás prácticas artesanas sufrieron y aún sufren por las nuevas lógicas de producción y consumo. Desplazamiento que se puede rastrear ya en el renacimiento con la distinción entre arte-artesanía y artista-artesano, en donde las primeras partes del binomio quedaron en una posición jerárquica respecto a las segundas; luego con la revolución industrial que comienza a desplazar la mano por la máquina en la producción de objetos; y, finalmente, con el capitalismo, que fomenta el consumo continuo e irresponsable de productos de marca, seriados y rápidamente desechables y, por lo tanto, reemplazables.
Es por esto que estas acciones permiten vislumbrar la variedad de actos de resistencia que estas prácticas llevan a cabo, como rescatar saberes que se estaban perdiendo o se creían perdidos y así, por ejemplo, Liliana Pastrana, perteneciente a un grupo de mujeres tejedoras de Tafí del Valle, se autodefine como “guardiana de esos conocimientos que son nuestro legado”; el Grupo Warmipura, del que forma parte, se especializa en la conservación de saberes ancestrales sobre tintes naturales y técnicas de teñido. O cuando Margarita Maldonado, escritora y educadora Selk’man, cuenta que “en los talleres experimentamos con nuevas aplicaciones de la técnica. Es una forma más de mantenerla viva y no olvidar a nuestros antepasados”, aquí el ejercicio de la técnica artesanal como una forma –también- de ejercicio de la memoria, de la tradición y, en ellas, las personas que desarrollaron y sostuvieron esos saberes. En este sentido, es posible hablar de la artesanía como un objeto-testigo, idea que propone Alejandra Mizrahi al hablar de la artesanía, que no es otra cosa sino un testimonio de un tiempo, un lugar y también de quien o quienes la realizaron.
Resistencia también al anonimato, varixs artesanxs coinciden en la publicación en la importancia de poner nombre a las piezas artesanales, como una forma de visibilizar no sólo la persona que la elaboró, sino tras ellas, las comunidades que sostienen esas técnicas: “Es muy importante que nuestro trabajo llegue a las manos de quienes los adquieren con una reseña acerca de su autoría, el origen y el significado”, expresa Margarita Maldonado en el escrito; en sintonía con Miriam Atencio que sostiene que “la certificación contribuye a comunicar y visibilizar las técnicas y los procesos, y principalmente, a la persona detrás de cada objeto”; simultáneamente, en India, Anjali Bhatnagar exige esa misma reivindicación al hablar de la necesidad de certificar los productos hechos a mano como una forma de validar los procesos de la producción artesanal.
En una pieza artesanal es posible entrever un mundo, su forma, su diseño y su materialidad dicen del lugar del que procede y del particular tiempo en que se elaboró; dice también de las personas involucradas en su realización, porque una pieza artesanal implica comunidad. Esas comunidades comparten tiempo, así lo expresan las randeras de El Cercado Claudia Aybar y Mirta Noemí Costilla, que hablan del tiempo compartido y de las relaciones que se tejen en esos momentos en común. Lazos que ocupan y producen espacios comunes, testimonio de ello son las palabras de la artesana textil Bhanu Priya que dice: “Dwaraka no solo me ha enseñado el oficio sino que me ha ayudado a conseguir un lugar en la sociedad. […] Estamos en un espacio feliz”.
En un mundo en que se percibe cada vez menos la mano del artesanx, son importantes, diría que fundamentales, esas acciones tendientes a rescatar, salvaguardar y visibilizar esos haceres que muestran otros modos posibles de relacionarnos con lxs otrxs, con las cosas y con el medioambiente.
El libro se puede descargar de manera gratuita en este link.