Juan Manzur, del Jardín de la República a la vicepresidencia

¿Será Juan Manzur el próximo vice? Pablo Quinteros analiza la actualidad política y nos cuenta todo.

Por estas horas donde en la política argentina todo corre a la velocidad de la luz, los dimes y diretes de las bambalinas del poder parecen confirmar lo esperado por muchos y lo vapuleado por otros: Wado de Pedro – Juan Manzur, la fórmula de CFK para las elecciones. Cómo se gestó dicho binomio. Juan Manzur, un hombre de la política.

A sólo horas del cierre de listas, se confirmó lo que muchos esperaban y otros tanto temían: el Ministro del Interior Eduardo ‘Wado’ de Pedro será candidato a presidente y Juan Manzur, el vice. La fórmula, lejos de piantavotos –como tantos propios y ajenos decidieron hacerla parecer–, tiene el principal activo que hoy por hoy cotiza en la política: la bendición de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Pero el binomio kirchneroficialista no sólo puede llamar la atención desde lo político per sé (en un momento en donde casi nadie –ni oficialismo ni oposición– plantea sus proyectos de país), sino, sobre todo, desde la sola naturaleza de la historia, la procedencia y la ideología de De Pedro, por un lado, y Manzur, por el otro. Quién es realmente Manzur y qué significaría que, luego de tantos años, un tucumano vuelva a ocupar las altas cumbres del poder nacional.

Desde los márgenes hasta el centro de la escena

Juan Luis Manzur nació en San Miguel de Tucumán en el verano de 1969. Casado con Sandra Mattar Sabio –con quien comparte negocios– tiene tres hijos y actualmente reside en Yerba Buena, la ciudad jardín. Proveniente de una familia de escasos recursos, al salir de la secundaria decidió estudiar Medicina en la Universidad Nacional de Tucumán. Fue allí donde conoció a dos jóvenes que, a partir de ese momento, no sólo se convertirían en socios políticos, sino en hermanos de la vida: los Yedlin, Gabriel y Pablo, hijos de otro prominente médico tucumano. La relación entre Manzur y los Yedlin fue fundamental para entender la historia del ahora precandidato a vicepresidente, pues fue gracias al mecenazgo de los hermanos que el gobernador tucumano pudo financiar gran parte de sus estudios, recibiéndose de médico para luego irse a la Ciudad de Buenos Aires a continuar su especialización en sanitarismo. Fue allí donde conoció a otro prominente médico peronista que sería fundamental para el lento pero firme ascenso del tucumano: Ginés González García.

Una vez recibido y especializado, el elegido de Cristina para la vicepresidencia se mudó al lugar que sería el inicio de su prominente carrera política: La Matanza, donde se desempeñó como Secretario de Salud durante el gobierno de Alberto Balestrini, el histórico barón del Conurbano que ejerció más de una vez como intendente de allí; Balestrini no sólo fue el padrino político de Manzur, sino además lo fue con el actual intendente matancero Fernando Espinoza y con la actual vicegobernadora bonaerense Verónica Magario. Fue justamente allí donde Manzur no sólo conoció a estos últimos, sino desde donde comenzó a tejer relaciones con los históricos intendentes bonaerenses.

Pero la carrera de Juan Luis recién comenzaba. Luego de su fugaz pero flamante paso por La Matanza –el municipio más importante del país– desembarcó en la cuyana provincia de San Luis para desempeñarse como Viceministro de Salud. Es aquí donde se hizo con la confianza de los poderosos hermanos Rodríguez Saá. El paso de Manzur por tierras puntanas fue más que beneficioso para el otrora Viceministro, pues en el peronismo ya se tenía conocimiento de la existencia de un médico tucumano afiliado al PJ, un partido que históricamente busca diversificar académica y laboralmente a sus dirigentes: abogados peronistas, médicos peronistas, economistas peronistas. Todos son necesarios para la formación de cuadro técnicos y políticos en el seno del justicialismo.

Fue finalmente en el año 2003 cuando el entonces gobernador electo José Alperovich convocó a Manzur para que tenga a su cargo el Ministerio de Salud. Pero nada terminó allí: en el año 2006, el médico fue electo como convencional constituyente y, en ese ámbito, fue electo presidente de la Asamblea Constituyente que aprobaría la Reforma Constitucional del 2006 y que provocaría que José Alperovich se haga dueño y señor de la provincia. Verticalista en su praxis política y cabizbajo en su comunicación, en el año 2007 fue elegido para acompañar a Alperovich en la fórmula que tiempo más tarde lo consagraría vicegobernador. En aquella elección, el binomio Alperovich-Manzur sacó un histórico 78% de los votos. Ya dueño de un gran capital político, Manzur no duraría mucho en el cargo: en el año 2009, se tomó licencia para asumir como Ministro de Salud de la Nación, convocado por la entonces presidenta Fernández de Kirchner luego de la fracasada gestión de Graciela Ocaña contra la Gripe A. En ese entonces, Manzur fue promovido por el entonces gobernador Alperovich y si bien muchos en su momento afirmaron que fue una jugada de este último para centralizar aún más su poder, lo cierto es que el extenso paso de Manzur por allí fue más que beneficioso para seguir tejiendo alianzas nacionales y, ahora, internacionales. En 2011, el binomio Alperovich-Manzur triunfó una vez más, pero el médico sanitarista aún seguiría al lado de Cristina como su ministro.

Así entonces, Manzur estuvo a cargo de la política de salud nacional hasta el año 2015, cuando fue electo gobernador de la Provincia, secundado por otro peso pesado del peronismo tucumano que, en un principio, sería su principal aliado, luego su principal enemigo y, más tarde –actualmente– su mayor aliado otra vez: Osvaldo Jaldo. Aquellas elecciones, recordadas por las violentas escenas en la Plaza Independencia, fueron el antecedente reciente de las aspiraciones personales, por un lado, y de la realidad política actual, por el otro. Manzur se encargó de afianzar su poder y hacerse con una autonomía que, en 2019, dejó florecer en su máximo esplendor cuando enfrentó en las urnas a su último padrino político: Alperovich, que por aquel entonces era Senador Nacional. Manzur no sólo accedió a su reelección, sino además relegó al cuarto lugar al apodado Zar de Tucumán. Victorioso, Manzur se afianzaba como el indiscutido líder del PJ tucumano. O eso se pensaba.

El 2021 fue tal vez el año más álgido para el peronismo tucumano, por un lado, y para el peronismo nacional, por el otro. En la mañana del 8 de marzo de 2021, una bancada mayoritaria del peronismo –apoyada por sectores del bussismo y el radicalismo– designó al entonces Legislador ‘Lalo’ Cobos como nuevo Defensor del Pueblo, luego de que días atrás el vicegobernador Jaldo no había dado lugar a la terna que contenía el nombre del entonces Defensor Juri Debo, promovido por Manzur. Así entonces, en la mañana de aquel día, la bancada peronista se rompió y se dividió entre manzuristas y jaldistas, con una amplia ventaja numérica de los segundos; aquella imagen dejó más que claro que Manzur no tenía entre sus manos a todo el poder público tal como su antecesor Alperovich. Aquel 8 de marzo fue crucial para la ruptura de la relación del binomio gobernante, quienes a partir de ahí encabezaron una feroz guerra civil donde los heridos fueron cientos de miles. La interna se trasladó a cada pequeña comuna, a cada localidad y a cada ciudad donde habían, aunque sea, 2 peronistas. La guerra política fue tal que todo parecía acabado. ¿La oposición? Sentada en primera fila. Pero como dijo alguna vez el General Perón, ‘’Los peronistas son como los gatos: cuando parece que se están peleando, en realidad, se están reproduciendo’’.

Con el oficialismo provincial quebrado, la guerra de guerrillas culminó en forma de PASO y Manzur, quien venía de atravesar los momentos más duros de su vida política, derrotó por amplia diferencia a su vicegobernador. Pero cuando todavía los muchachos manzuristas estaban procesando el sabor de la victoria, ocurrió lo inesperado: Cristina Fernández de Kirchner fulminó a Alberto Fernández en una carta pública acusándolo, palabras más, palabras menos, de ser el artífice de la dura derrota que atravesaba el peronismo a lo largo y ancho del país. Pero lejos de ser el dato más llamativo de aquella ruptura política, lo que sobresalía era otra cosa: CFK pedía a cielo abierto que el nuevo Jefe de Gabinete de Ministros sea Juan Manzur. Así, de un momento a otro, el gobernador tucumano se convertía en el político más importante de la Nación. Con tamaño interés público –las notas de ‘¿Quién es Juan Manzur?’ abundaban por doquier–, el gobernador tenía en frente una gran disyuntiva: irse a la Nación y aumentar su volumen político pero dejar en su enemigo Jaldo la gobernación, o quedarse en Tucumán y cuidar su terruño. Roscas y roscas rodaron en todos los ámbitos de la política provincial y fue así como, finalmente, Jaldo desembarcó en la Casa de Gobierno y Manzur, en la Rosada. De repente los jaldistas, que venían de perder, triunfaron, y los manzuristas, que venían de ganar, perdieron.

Nadie puede dar fe de que el paso de Manzur en la Jefatura de Gabinete haya sido beneficiosa para el gobierno en su conjunto. Algunos sostienen que fue por la propia gestión del tucumano en sí, otros que fue porque Alberto Fernández buscó licuar el poder de Manzur lo máximo posible, debido a la creciente influencia que el norteño buscaba ganar. Gabriela Cerrutti, por ejemplo, fue designada como vocera presidencial luego de la llegada de Manzur, quien buscaba firmemente ser el vocero del presidente; esto, claro está, significaba una mayor exposición pública y, con ello, un mayor nivel de conocimiento, un trampolín fundamental para encarar una candidatura presidencial. Lo cierto es que el paso de Manzur por la Jefatura pasó sin pena ni gloria pero ello no significó que el tucumano no haya hecho de las suyas y haya seguido afianzando lo que ya todo el arco político sabe que posee, o sea, relación con absolutamente todos los sectores: sindicalistas de la CGT –desde los Moyano hasta Daer o Caló–, empresarios como Hugo Sigman o Eduardo Macchiavelo, los territoriales intendentes bonaerenses, los gobernadores del Norte Grande; y, por último, dos aliados que no muchas veces son tenidos en cuenta a la hora de analizar los vínculos estratégicos de Manzur: Estados Unidos e Israel, dos países donde éste posee enormes aliados.

Hoy estamos aquí, 2023. Luego de su frustrado intento de ir por la vicegobernación después de que la Corte Suprema de Justicia de la Nación haya intervenido en asuntos que no le competen en el ámbito de un país federal, decidió ceder su lugar al Ministro del Interior Miguel Acevedo para no obstaculizar las elecciones que, una vez suspendidas las de mayo, se aproximaban. Fue así como el pasado 11 de junio, una vez más, el peronismo tucumano se alzaba con la gobernación y, además, con un condimento extra: la intendencia de San Miguel de Tucumán, la ciudad más importante del Norte. Manzur, quien, qué duda cabe, encarna la más viva definición de político, lejos de haber sido derrotado por la Corte Suprema, por un lado, o la oposición, por el otro, salía el lunes 12 no sólo con una gobernación y una intendencia más en la mano, sino fundamentalmente con lo que ya hace tiempo venía queriendo: sus intenciones de ir por la presidencia. Y así fue. El periodista Jorge el Turco Asís fue el primero en anunciar, la semana pasada, que durante esta semana Manzur iba a lanzar su candidatura presidencial. Con afiches pegados en la Ciudad de Buenos Aires y publicidad propia en todo internet, ‘Manzur’, ‘Presidente’ y ‘Con la fuerza del Interior’ hicieron mella en todos los sectores del ex Frente de Todos, ahora Unión por la Patria.

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Este movimiento fue suficiente. En la tarde del miercoles, Manzur fue recibido en el Senado de la Nación por CFK y, más tarde, fue a ver a Wado de Pedro. Finalmente seconfirmó qué es lo que se cocinaba: Wado – Manzur, la fórmula de Cristina.

Una fórmula federal, ¿y qué más?

Visita de la comitiva tucumana a Tierra Santa, noviembre de 2018. Juan Manzur depositó un papel, como tantos otros lo hacen en el Muro de los Lamentos en Jerusalén, donde entre las piedras de ese lugar sagrado los visitantes suelen escribir sus plegarias, deseos y anhelos. Manzur fue hasta esa muralla para hacer su solicitud: proyección nacional. Era su meta, y hoy la logró.

La fórmula Wado-Manzur no sólo podría significar para el golpeado peronismo nacional una bocanada de unidad (al momento de escribir esta nota, los gobernadores piden a Alberto Fernández que haya fórmula única y baje a Daniel Scioli de sus pretensiones electorales), sino la conformación de un binomio federal, compuesta por un bonaerense de la pampa húmeda –aquella profunda Provincia de la Buenos Aires agroganadera– y un tucumano que cuenta con amplio margen de conocimiento en el Norte Grande –aquella región que siempre le dió la victoria al peronismo–.

En tiempos en donde una sociedad que muchas veces se siente desamparada por su clase política, en un país donde existen grandes asimetrías entre las diversas regiones de nuestro territorio, en una república que aún reclama su derecho legítimo sobre territorios ilegalmente anexados a una potencia extranjera, es más que necesario plantear qué tipo de nación propondría una fórmula federal. Un Norte golpeado por las históricas desigualdades para con dicha región, una Patagonia prácticamente despoblada y asediada por intereses extranjeros, una zona pampeana que goza de enormes privilegios y una capital federal donde el costo de vida es más alto que París, nos debe llamar, una vez más, a la reflexión de qué tipo de Nación queremos construir.

Lejos de haber concluido con las históricas batallas bélicas entre unitarios y federales, hoy dicha puja viene en forma de planteamientos discursivos y enfrentamientos electorales. Argentina es una nación desigual. No hay vuelta que darle. Hoy por hoy, nuestros gobernantes salen del AMBA y se gobierna para el AMBA. Aquellos quienes sostienen que ‘’es lógico que se gobierne pensando en Buenos Aires, pues allí se concentra el 40% del padrón electoral’’ no sólo pecan de una gran falta de análisis político, sino fundamentalmente de una mirada estratégica a largo plazo para nuestra Nación. Y no hablo sólo del ciudadano de a pie, sino fundamentalmente de nuestra clase política toda, como así también los medios de comunicación, los grupos empresarios, el sindicalismo, los movimientos sociales y tantos otros actores que directa e indirectamente van formando la imagen de país que la coyuntura va moldeando. Se gobierna para el AMBA porque tiene el 40% del padrón nacional, pero todos olvidan que si allí se concentra gran parte de la población argentina es por las grandes corrientes migratorias internas que surgieron a partir de la desarticulación económica y política que sufrieron las demás zonas del país, sobre todo el Norte, el área más estructuralmente empobrecida. Hay un dicho que reza que ‘’si los del Conurbano son tan bravos es porque son los hijos y nietos de los tucumanos que se trasladaron tras el cierre de los ingenios’’. Nuestra Nación, así como está, debe ser refundada.

Argentina no es cualquier país. Nunca lo fue. El octavo país más grande del mundo, con la principal reserva mundial de agua dulce, con las más importantes reservas del litio, con presencia ininterrumpida en la Antártida, nunca podría ser un país más en el tablero geopolítico, por más que muchos te quieran hacer creer lo contrario. Las recurrentes crisis económicas de nuestro país, sumadas a la degradación del debate político de nuestras clases dirigentes, han colaborado para crear toda una generación de argentinos desesperanzada en el porvenir de nuestra Nación. Argentina debe cambiar radicalmente. Nuestra sociedad toda debe ponerse de acuerdo con las grandes cuestiones estratégicas que necesita nuestro país para consolidarnos como una potencia con voz y voto en el mundo: ¿Cómo haremos para redistribuir la población argentina, liberar el conurbano y poblar la Patagonia? ¿Qué haremos con nuestra soberanía antártica una vez acabado el Tratado Antártico? ¿Cómo proseguirá la posición argentina respecto a nuestras Islas? ¿Cómo descentralizaremos las grandes ciudades y dinamizaremos el pujante campo argentino? ¿Cómo se le da acceso a la vivienda a miles de millones de argentinos que no tienen la suerte de gozar de una casa propia? ¿Qué tipo de educación se brindará a las generaciones venideras?

Estas y muchas otras preguntas deberán ser contestadas más temprano que tarde. ¿Una fórmula federal (Wado-Manzur, Bullrich-Petri, Larreta-Morales) garantiza lo dicho? No. Pero ahí está, justamente, el quid de la cuestión: no depende sólo de nuestra clase política, sino fundamentalmente de la sociedad toda; comienza, sí, en la mesa familiar. La Argentina espera de los argentinos un nuevo consenso social que ponga a la Nación por sobre todo aquel interés político o económico que vaya en contra de los intereses nuestra Patria.

Una Patria que siempre fue y debe ser justa, libre y soberana.

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