El precio de los alimentos: la carne como un bien de lujo

Foto: Nicolás Pousthomis / Sub.coop

La persistente suba del precio de la carne es un componente principal de la llamada inflación de los alimentos y uno de los factores que explican el fuerte incremento de la pobreza y la indigencia, acelerado en lo que va de la pandemia. En un nuevo intento por revertir o al menos morigerar la tendencia alcista, el gobierno nacional anunció la semana pasada una versión ampliada del acuerdo con exportadores, frigoríficos y supermercados lanzado en enero último y que, esta vez, promete cortes a precios rebajados por un volumen cercano al 4,7 por ciento del total de la carne destinada a mercado interno.

Por Eduardo Duschatzky para Agencia Tierra Viva

Aumento geométrico

Entre marzo de 2017 y el mismo mes de 2021, el precio de la carne vacuna se incrementó un 389,6 por ciento, mientras que la inflación general fue en el mismo período de 310,6 por ciento, según un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf).

Junto a otros indicadores del deterioro social, el encarecimiento de la carne, entre otros alimentos, es uno de los factores que explican que la pobreza haya trepado al 42 por ciento y la indigencia al 10,5 por ciento en la segunda mitad de 2020, según la última medición divulgada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec).

La tendencia alcista siguió de largo con la pandemia. El “Informe Mensual de Precios” realizado en carnicerías y supermercados por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (Ipcva) constató que, entre abril de 2020 y marzo de 2021, el precio de la carne aumentó el 65,3 por ciento, en tanto que la inflación general medida por el Indice de Precios al Consumidor (IPC del Indec) fue en el mismo período del 42,6 por ciento. Además, la suba fue mayor en los llamados cortes populares de la carne.

¿Qué pasa con los acuerdos de precios?

En enero de 2021, el gobierno nacional anunció una primera versión del acuerdo “con la cadena de producción y comercialización” -en rigor, con exportadores, frigoríficos y supermercados– por la cual se iban a ofrecer cortes de carne a valores hasta un 30 por ciento inferior a los de diciembre de 2020. El plan involucraba 6000 toneladas mensuales y 1600 bocas de expendio en todo el país, entre sus datos más publicitados.

Aunque impactante a primera vista, ese volumen de carne equivalía a solo un 3,5 por ciento del consumo interno total de carne bovina.

De hecho, el acuerdo no logró un efecto significativo, por lo que el 9 de abril la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, puso en duda el camino escogido: «Si seguimos viendo comportamientos especulativos (con los precios), no nos temblará el pulso a la hora cerrar las exportaciones de carne».

No obstante, encumbrados voceros gubernamentales desestimaron la posibilidad de recurrir a un cierre transitorio de las exportaciones y días después Español dijo que analizaban “subir las retenciones a las exportaciones de carne”, aunque aclaró que “esto no quiere decir ir en contra de las exportaciones”.

Por su parte, las entidades de la Mesa de Enlace respondieron a las advertencias de la funcionaria con los tapones de punta, como en el caso de Daniel Pelegrina, presidente de la Sociedad Rural, quien rechazó todo control de precios y regulación de las exportaciones bajo amenaza de “medidas de fuerza”.

Una reacción similar se produjo poco después frente a versiones de que el Gobierno presionaba a grandes actores del mercado de hacienda de Liniers con el fin de frenar la suba de precios.

¿Por qué sube el precio de la carne?

En la disparada de los precios internos de la carne confluyen procesos que derivan en parte del impacto de la demanda de China en el mercado mundial de carnes y también de la profunda reformulación que desde los 90 emprende el agronegocio en la Argentina, a partir de la expansión de la soja transgénica, acompañada por otros commodities del complejo granario y sus derivados.

La llamada sojización desplazó a la ganadería hacia nuevas localizaciones extrapampeanas y provocó el estancamiento relativo de la actividad, con crisis como la de 2008. Al mismo tiempo, se acentuaron procesos de concentración de la propiedad de la tierra y la producción agroindustrial.

Este escenario interno no cambió con la irrupción de China en el mercado mundial de carne, lo que explica que el crecimiento de las exportaciones de estos últimos años no haya sido acompañado por un incremento proporcional de las existencias de ganado y haya derivado, en cambio, en una fuerte escalada de los precios y el desmoronamiento del consumo interno.

A inicios de mayo, el precio internacional de la soja en el mercado de Chicago se aproximó a los 600 dólares la tonelada, la cotización más alta de los últimos ocho años. También se encuentran en alza granos como el maíz, que incide en los costos de la carne vacuna, aunque mucho menos que en la de cerdo y pollo.

En este escenario, y con stock de ganado bovino relativamente estable, en 2016 las exportaciones de carne vacuna habían alcanzado las 234 mil toneladas y crecieron en años sucesivos hasta superar el año pasado las 900 mil toneladas, una multiplicación que se explica sobre todo por la creciente demanda de China.

En el mismo período, como contracara del auge exportador, el consumo interno de carne perdió más de diez kilogramos/año. Según estimaciones del Rosgan (Rosario Ganadero, mercado controlado por la Bolsa de Comercio de Rosario y una decena de grandes consignatarios), entre 2012 y 2015 el consumo por habitante anual promedio era de 60 kilogramos mientras que, medido en marzo último, pasó a ser de 48,6 kilogramos/año.

Sobre la base de estimaciones propias, la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes (Ciccra) afirmó que en abril de este año el consumo anualizado per cápita de carne bovina fue de 45,2 kilogramos, el más bajo en 100 años.

Para todo 2021 se esperan precios internacionales de la carne sostenidos y en ascenso pese a la recurrencia del Covid19 y a las subas de años anteriores, como las registradas desde fines de 2018 y durante 2019, con un tipo de cambio muy favorable a los exportadores.

El argumento de la presión fiscal

Es llamativa la falta de informes oficiales sobre cómo se reparte la rentabilidad en el sector. Por su parte, las entidades que responden a los sectores concentrados de la cadena de la carne ponen el acento en la incidencia de los impuestos en el precio final en góndola.

La Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA) es un espacio de divulgación técnica de las empresas del agronegocio. Su documento “¿Cómo se compone el precio de la leche, carne bovina y pan?”, de octubre de 2020, señala que del precio final que se paga por el kilo de carne “la cría participa con el 29,1 por ciento, los impuestos participan con el 29,2 por ciento, el feedlot con el 22,6, carnicería y frigorífico concentran en conjunto el 19,1 por ciento del precio final”.

Sin embargo, en 2020 no aumentó la presión fiscal (sólo hubo una actualización de los derechos de exportación) pero el precio de la carne en el mercado interno volvió a crecer más que la inflación. La misma observación aplica para todo el ciclo alcista del precio de la carne de los últimos años.

Producir para los argentinos

Enrique Martínez, coordinador del Instituto para la Producción Popular, sostiene que las retenciones que proponen algunos sectores del Gobierno son lo “opuesto a desacoplar”, porque implican “tomar el precio internacional y quitarle parte del precio a los exportadores, deteriorar su negocio” para lograr un menor precio interno. Explica que eso sería redistribuir después de que se produjo, mientras que “desacoplar” es producir de manera diferenciada, con sistemas independientes, para el mercado interno y el mercado externo.

Con ese objetivo, Martínez propone políticas públicas que incentiven la producción de carne para el mercado interno con costos del mercado interno, entre ellas facilitar el acceso al arriendo de la tierra y beneficios impositivos.

Propuestas similares impulsan ex directivos de la Federación Agraria Argentina (FAA) como Omar Príncipe y Pedro Peretti, críticos de la actual conducción de esa entidad, que integra la Mesa de Enlace.

Ex presidente de la FAA, Príncipe respalda al Gobierno en la pulseada con la Mesa de Enlace, exportadores y otros sectores concentrados de la cadena de la carne, a la vez que reclama un plan nacional orientado a pequeños productores a fin de que a mediano plazo aumente la oferta destinada al mercado interno.

Productor en una chacra mixta en Santa Fe, Peretti explica que los pequeños “productores de hasta 100 cabezas son algo más del 50 por ciento del total pero tienen sólo el ocho y el nueve por ciento del stock” de ganado vacuno.

Peretti considera que el Gobierno debería establecer controles más firmes sobre frigoríficos y supermercados, y señala en especial el caso de grupos como Coto y La Anónima, “integrados verticalmente, que controlan todos los eslabones de la cadena, desde la cría y el engorde, pasando por frigoríficos que faenan para el consumo interno y la exportación, hasta la venta minorista”.

La ampliación del acuerdo del Gobierno

Con estos precedentes, el Gobierno anunció la ampliación del acuerdo lanzado en enero, que involucra una decena de cortes de carne de novillo, más bocas de expendio y un volumen inicial de 8000 toneladas mensuales, en lugar de las 6000 toneladas comprometidas a comienzos de año.

Para esta renegociación, los principales interlocutores del gobierno fueron otra vez el consorcio de exportadores ABC, cámaras de la industria frigorífica y los supermercados Coto, Jumbo, Vea, Disco, Carrefour, Walmart, Día%, La Anónima y Libertad.

El acuerdo se extenderá hasta el 31 de diciembre próximo y tendrá actualizaciones trimestrales, según informó la Secretaría de Comercio Interior, dependiente del Ministerio de Desarrollo Productivo.

¿Cuál es el poder de fuego de esta nueva versión del plan carne? Su núcleo está dado por la promesa de 8000 toneladas mensuales de carne a precios rebajados, equivalentes a sólo el 4,7 por ciento del consumo interno.

Ese porcentaje surge del cruce de los anuncios con estimaciones privadas (las únicas disponibles) sobre el nivel actual del consumo interno. Según la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra), el mercado interno absorbe alrededor de 170.000 toneladas mensuales de res con hueso (527.000 toneladas en el primer trimestre y 674.000 toneladas en el primer cuatrimestre).

En consecuencia, aunque algo más potente que el acuerdo de fines de enero, tampoco esta vez el plan lanzado por el Gobierno parece en condiciones de frenar la tendencia alcista en el precio de la carne.

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