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El orgullo de ser indígena y LGBT+

El sábado 11 de noviembre se realizó la tercera marcha plurinacional del orgullo de los Valles Calchaquíes. Más de doscientas personas celebraron su existencia y resistencia en las calles de Cafayate bajo la consigna “los derechos ganados no se tocan”. Antes de la movilización, activistas travestis, trans, maricas y tortas intercambiaron reflexiones sobre la diversidad ancestral y las luchas de los pueblos originarios en los distintos territorios.

Por Anuka Fuks, Gastón Wahnish y Milagro Mariona
Fotos: Dafna Alfie

“Ya vienen las maricas cantando la tonada / Ya vienen las mariposas derribando las miradas / Diaguitas también travas / ¡No nos van a derribar sus insultos, sus maltratos! Nos van a respetar.”

Las Coplas del Valle, en la voz de Ferni Gyldenfeldt, retumban fuerte en todos los rincones de la plaza principal de Cafayate. Como en una procesión, estos versos son los que anuncian la partida de la tercera Marcha Plurinacional del Orgullo de los Valles Calchaquíes, desde el centro de Cafayate hacia el corazón de los barrios populares de la localidad salteña de quince mil habitantes, conocida mundialmente por sus viñedos. La calle de la Catedral es escenario de contrastes: al mismo tiempo y a escasos metros, mientras las travas indígenas dragueadas levantan y agitan dos banderas extensas con los colores de la Whipala y del orgullo LGBT, una pareja heterosexual de familia adinerada salteña festeja su matrimonio en las escalinatas de la iglesia. Comerciantes y vecinxs salen a la puerta de sus negocios y casas y aplauden al pasar la marcha. Lxs turistas sacan sus teléfonos y registran todos los detalles del evento. Es el asombro que aún genera una nueva edición de esta celebración, donde los vestuarios se renuevan, las consignas se actualizan y las canciones se vuelven a entonar en el megáfono una y otra vez. Al grito de “Derechos ganados, no se tocan”, “¡Plurinacional!” y “¡Cupo Laboral!”, la manifestación, que se extiende por una cuadra, da la vuelta a la plaza y hace su primera parada. La artista trans calchaquí, Lorena Carpanchay recita coplas con su caja mientras el sol del atardecer se refleja en las montañas como telón de fondo de la movilización que recorrerá más de quince cuadras, cerro arriba. En la segunda parada, la coplera trans humahuaqueña Quillay Méndez canta sin miedo: “Aquí están ya las travestis, aquí están qué le has de hacer”. Luego será el turno de que Tamborelé Candombe ocupe las calles y un rato más tarde el del grupo de twerk AtomicBootyFlow. La última parada será la performance de swing con fuego, donde participa Fuegx, lx sobrinx nietx de la eterna Lohana Berkins. “Es importante la resistencia y el cuidado de las tierras, de los rituales, de nuestra herencia. Para mí es un compromiso que traigo también de mi ancestra, mi tía Lohana a quien siempre recuerdo y traigo conmigo a donde voy. Vivir siempre fue una constante lucha para ella. Siempre tengo presente su lema ‘furia travesti’. Es lo que nos mueve dentro de esta resistencia”, dice. 

Las trayectorias y las generaciones se entrecruzan. Con trajes carnavalescos, las jóvenes drags finalistas del reality salteño Juego de Reinas, Kira Moon, Carnestolenda y Sissie Moon representan una versión actual de China, un personaje de la morenada boliviana. Abren la marcha junto a las travas pioneras de estas movilizaciones. Unos pasos detrás, Lourdes Quiroga, torta humahuaqueña, marcha por primera vez junto a sus amigxs: “Estoy muy feliz, la historia nos une a todxs nosotrxs como kollas, como indígenas, y jamás debemos perder las costumbres, ni negarnos a nuestro color de piel, ni dejar de ser lo que somos nosotros, tortas, marikas y travestis”. A su lado, Félix, de quince años, levanta un cartel naranja que dice ¡larga vida al homosexual! Es la segunda vez que participa de la marcha. “Me hace feliz ver tantas personas como yo, sentir que no soy el único y saber que no tengo que tener miedo al qué dirán”, sentencia. Está rodeado de tres compañerxs de la misma edad. Una de ellas levanta una cartulina donde se lee Ley de educación sexual en las escuelas como materia. Una consigna que después repetirán sobre el escenario. 

Maby Ibañez, feminidad travesti diaguita, envuelta en una capa roja y negra inspirada en los colores de la bandera de su comunidad, es la encargada de conducir la marcha. No soltará nunca el micrófono, no se quejará del cansancio, alternará cerveza rubia con negra para hidratarse, dejará cada tanto entrever el arnés negro que lleva debajo de la capa y, después de dos horas de recorrido, se subirá al escenario del anfiteatro del Parque de la Familia para animar la peña diversa. Maby es referenta de Mujeres Trans Argentina (MTA) y hace once años abrió su propia peluquería a pocas cuadras del centro cafayateño, una de las sedes de los preparativos de la marcha. 

Maby arenga con la misma fuerza del inicio, desde el escenario a las cientos de personas que agitan desde las gradas: “Nuestros cuerpos llevan el orgullo de habitar estos territorios del valle del norte de los pueblos. La lucha por nuestros derechos es tan importante como la defensa de la Pachamama”. Maby habla entonces del incendio forestal que, a fines de octubre, afectó a cien hectáreas de bosque nativo al este de Cafayate. Lo define como intencional y anuncia una asamblea permanente para que se investigue lo ocurrido. Mientras Maby habla bajo la noche estrellada de los Valles Calchaquíes, a casi mil quinientos kilómetros de distancia en la ciudad de Buenos Aires, una noticia escalofría a la comunidad LGBT+: el travesticidio de Zoe López, la presidenta del Hotel Gondolín, un albergue y organización social que se transformó en hogar y refugio para travestis y trans. 

El Rejunte Batucada, Celeste Martin, Electro Cholas, Grupo Dua y La Tribu Catamarcana llenan de música y color la noche. La última que toma la palabra sobre el escenario es la flamante intendenta Rita Guevara, del Frente Unidos Salta, que anuncia la conformación de una mesa para la efectiva implementación del cupo laboral travesti trans en la localidad. Cafayate es uno de los once de sesenta municipios de la provincia que adhirió a la ley nacional. Sin embargo, como en otras localidades, el colectivo LGBT+ señala que aún no está siendo cumplida. 

Los aplausos cerrados frente al anuncio dan paso a que la DJ Full Moon in Gemini haga sacudir los cuerpos al ritmo de una cumbia noventosa. El Parque de la Familia es, al menos una vez por año, el de la familia disidente reunida al calor de las indígenas travas trans.

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“Nuestras identidades son nuestros territorios”

La marcha plurinacional del orgullo en Cafayate no es sólo el recorrido colorido entre la Catedral y el anfiteatro en el Parque de la Familia. Empieza un día antes con rituales, talleres y rondas de reflexión donde el vino y las empanadas amenizan la jornada. 

En el jardín de la Casona del Ser, el hostal de Pato, a diez cuadras del centro de Cafayate, la comisión organizadora le pide permiso a la Pachamama para llevar a cabo la marcha. “Abrimos las entrañas de la tierra”, explica Maby. Alrededor del pozo que cavaron con fuerza a primera hora de la mañana del viernes hay botellas de vino, flores de colores, cigarrillos y un cuenco de barro con laurel, hinojo, olivo y chañar. Juanita,  mujer diaguita, remueve el cuenco que desprende la humareda con la que sahuma y limpia la energía del lugar y de lxs participantes del ritual. A los árboles se abrazan banderas mapuche, diaguita, la whipala, la del orgullo lgbt y trans. Quienes se hospedan en esa casona son cuarenta travas, trans, maricas, tortas, putos llegadxs en micro desde distintas localidades de Salta, Jujuy, Catamarca y Tucumán. Marimar, trava tilcareña mantiene encendido el fuego alrededor del que se arma la ronda para intercambiar reflexiones y miradas sobre la diversidad ancestral. Ella forma parte activa del reclamo en contra de la reforma constitucional del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, que criminaliza la protesta social y favorece el avance privado sobre los territorios ancestrales, con el litio en la mira. “Que el señor gobernador entienda que esas son nuestras tierras. Que nosotras  somos las verdaderas dueñas de las tierras, hijas de la Pachamama”, dice. 

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“Cada territorio tiene una identidad propia, de acuerdo a lo que lo rodea. Entonces, la identidad se la otorga el territorio a la persona y a la comunidad. Nuestras identidades son nuestros territorios. Si el río está contaminado no podemos celebrar”, sostiene Peuma, activista travesti mapuche cuando toma la palabra. “¿De dónde salen los discursos de odio, que llevan quinientos años y que hasta el día de hoy persisten?”, pregunta Grisel, torta que desde hace casi diez años vive en San Carlos, un pueblo cercano a Cafayate. La respuesta no tarda en llegar y una palabra circula en la ronda: la colonización. “La diversidad sigue siendo festejada en nuestros ancestros. En cambio los españoles se encontraron con diversidad y quisieron homogeneizar todo”, responde Peuma. 

Maby, que es parte de la comisión organizadora de la marcha, cuenta la experiencia de las travas trans cafayateñas.  “Fue durante la pandemia cuando nos empezamos a organizar para juntar alimentos, ante la necesidad económica”, relata. En ese momento, también comenzó la búsqueda de su identidad originaria. “Nuestras identidades siempre fueron doblemente negadas desde las infancias, desde la sexual a la originaria, que ni se mencionaba”, dice. 

Maxi Mamani, artista marica de Tilcara y Quillay Méndez, coplera trans de Humahuaca escuchan atentxs el intercambio desde la ronda. Acaban de llegar desde Buenos Aires donde estuvieron unos días junto al Malón de la Paz. Ambxs se manifestaron en las calles jujeñas y porteñas contra la aprobación de la reforma constitucional en Jujuy.  “Es importante que el movimiento LGBT+ tome como horizonte de lucha el territorio”, dice Maxi. Y Quillay sigue la idea: “Habitar el territorio es un acto revolucionario. Hemos crecido en lugares donde las travestis no existían. Somos obligadas a emigrar de nuestras localidades. Tenemos que salir del territorio para transicionar, tomar hormonas y hacernos operaciones. Cargamos ancestralidad. Nuestra cara de india no se nos quita y nos tenemos que sentir orgullosas de eso”.

Antes de compartir un locro cocinado a leña durante horas, Juanita y Maby coordinan la última parte de la ceremonia: ofrendar el vino, los cigarrillos, las flores y unas palabras cargadas de intención y agradecimiento a la Pachamama. Así el pozo abierto horas antes se cierra, con las manos de cada una de las personas que lo rodea. Ahora sí, la marcha plurinacional del orgullo se comienza a dibujar en el horizonte.

Esta nota también fue publicada en LatFem en el marco de una cobertura colaborativa.

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