Día Mundial del Sida: “Lo puedo contar sin vergüenza con la esperanza de que alguien encuentre en mi testimonio fuerzas para testearse”

Foto Alejandro Sarmiento para La Palta

Marcos Acevedo es actor, bailarín, licenciado en Teatro. Trabajó desde el 2015 como Secretario de Culturas del Municipio de Tafí Viejo, pero también se destaca en el sector independiente de las artes escénicas de Tucumán. En el marco del Día Mundial del Sida, comparte su testimonio como persona que vive con el virus con la esperanza de que más personas se animen a testearse, eliminar miedos y prejuicios.

En mi época de adolescente no se salía del closet. A lo sumo, de reojo identificabas algún compañero que intuías podía ser mariquita y te hacías amigo. Tampoco en esa burbuja se hablaba del “asunto”, pero constituía un ámbito de resguardo donde contabas con una mirada amable, cariñosa y solidaria (en el mejor de los casos). El resto del mundo era bastante hostil y había varios estereotipos de lo que se consideraba ser varón o mujer.

Quizás por una leve claustrofobia me fue imposible quedarme con la boca cerrada y en una época de silencios me fui animando a hablar primero con amistades, después con la familia y finalmente con el mundo. Fue una prematura militancia, de la que no fui muy consciente y de la que salí, más que nada por suerte, con pocas cicatrices.

Entonces pude experimentar cierta libertad para expresarme. Que siempre es acotada por que los mandatos circulan en todos lados y nunca faltó el novio (todos en realidad) que me decían: Me gusta porque sos re-masculino. De allí, un paso nomás y te sentís obligado a actuar la deseable masculinidad para complacer, para encajar, para pasar desapercibido, para no ser lastimado.

Mucho del camino que describo estuvo marcado por afortunadas casualidades. Hace algunos años, malinterpreté un comentario de mi actual pareja y en esa confusión  me sentí habilitado a dar rienda suelta a mi feminidad y reconciliarme con aspectos míos que me avergonzaban y que de repente me parecían estimulantes, auténticamente míos. Pude encontrarme a mí mismo, mirarme al espejo sin juzgarme tanto.

En ese tránsito de decisiones también me mandé un montón de mocos. Uno de ellos, tiene que ver con tomar determinaciones, muy a la ligera, que marcaron mi vida y la de quienes me rodean para siempre. El análisis de VIH positivo lo recibí solo, lo mastiqué solo, lo maldecí solo y lo acepté solo. Pero como siempre, en mi privilegiada vida, el camino se pobló de las manos de mis amigos, de mi familia, de mi pareja, de su-mi familia que me sostuvieron para comprender que esta historia no es la de tod@s.

Aún hoy, con todo un sistema legislativo que garantiza derechos de la comunidad LGBTIQ+ algun@s pib@s son expulsados de sus casas, de sus escuelas, de sus hospitales por ser trolos, tortas, travas, marimachos y toda manifestación diversa que la sociedad intenta inútilmente normalizar. Mi realidad como blanquito, medio rubión, casi binario, medio cis-género, no tan marica me otorgó prerrogativas que me confieren una responsabilidad que en este caso es contar mi experiencia como 0 positivo. Lo puedo contar sin culpas, sin vergüenzas, con algo de miedo y con la esperanza de que alguien pueda encontrar en este testimonio las fuerzas para testearse, para pedir ayuda, para comenzar un tratamiento, para cuidarse, para cuidar a l@s demás.

En ese universo de dudas hay unas pocas y contundentes certezas: usa forro, no compartas jeringas y hace testeos periódicos. Hoy los tratamientos son provistos de manera gratuita por las obras sociales y los servicios estatales de salud, son menos invasivos y te aseguran una buena calidad de vida. 

Tod@s convivimos con el VIH, nos concierne, nos involucra, nos interpela. Y cada un@ es ciento por ciento responsable sobre las decisiones sobre su propio cuerpo y sobre el cuerpo del otr@. Elegí cuidarte, en ese camino cuidamos a tod@s los demás.

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