1M: ¿Orgullo estatal?

Hace meses, las charlas con gran parte de mi entorno tratan sobre la falta de trabajo, la pérdida de sus puestos o las malas condiciones en las que estamos. Desde que asumió el presidente Javier Milei, para todos los trabajadores estatales se volvió costumbre chequear los boletines oficiales a la madrugada para saber si nuestro trabajo continuaba o no.

La agonía para algunos duró semanas, para otros meses, y todavía hay personas que están a la espera de esa noticia. Según el informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) y la Asociación de los Trabajadores del Estado, entre diciembre de 2023 y febrero de 2025 fueron despedidas 45.513 personas del Estado Nacional, algo así como el Estadio Mundialista de Santiago del Estero repleto de desocupados. Y si a eso le sumamos los trabajadores monotributistas y aquellos que renunciaron porque el salario apenas alcanza para el traslado, podríamos llenar La Bombonera y sus alrededores de personas despedidas.

Para una gran mayoría de estas personas, ese empleo no era el único, porque es sabido que con un sueldo del Estado nunca alcanzó para vivir, y esto desde hace décadas. Personalmente, llegué a tener cinco trabajos en simultáneo, todos vinculados con políticas públicas. Los cinco como monotributista; aprendí a ahorrar sabiendo que las vacaciones no son pagas, a ser un desempleado de verano.

Aun con malas condiciones, siempre elegí el Estado como mi empleador; me formé profesionalmente para diseñar y ejecutar políticas públicas y encontré en el trabajo a grupos de profesionales enormes con quienes compartimos la misma pasión. Incluso con personas que, a sabiendas de que podrían tener más dinero en el sector privado, destinaban parte o la totalidad de su tiempo al trabajo público.

Las narrativas políticas de la derecha conservadora hicieron un trabajo de años en desmedro de la figura del empleado público. Mauricio Macri asumió su presidencia hablando de los trabajadores como la grasa del Estado que debía ser reducida, y con la doctrina libertaria se usó a los trabajadores como el primer chivo expiatorio. Al punto tal que  Milei directamente hizo campaña prometiendo eliminar ministerios y despedir a “ñoquis”.

Es complejo hablar de ñoquis, como hablar de corrupción, porque son categorías que se usan para cerrar debates y no para darlos. Personas que cobran sueldo sin trabajo hubo siempre, nunca fueron una mayoría y responde a cierto despliegue del poder. El mismo que hizo a Milei modificar normativa para nombrar a su hermana o que hizo Adorni para que su familiar forman hoy parte del Estado. Estas prácticas se deben a la forma en la que se ejerce el poder y no a la estructura del Estado. Para eliminar los ñoquis es preciso mejorar el Estado y sus mecanismos de control, no destruirlo. Por cada persona que no trabajó, hubo cientos de miles de trabajadores cumpliendo su función e incluso un poco más.

La alfabetización, que todos los argentinos cuenten con DNI, los programas de alimentos, campañas de vacunación y un sinfín de tareas titánicas sobre la población dan cuenta de ello. Los presupuestos nunca fueron suficientes allí donde más se necesitaba, y en periodos de reducción del Estado las políticas sufren transformaciones aleatorias y complejas. Los cambios de gestión y ciertas mezquindades políticas también atentaron contra varios trabajos bien realizados.

Durante este año se eliminaron áreas claves para ciertos temas que la mayoría de la población desconoce, como el caso de la Dirección Nacional de Manejo del Fuego (DNMF), que apareció en los medios cuando hubo grandes incendios forestales en la Patagonia argentina.

En tiempos de difamación y crueldad, este 1 de mayo me gustaría recuperar la noción de Orgullo para los trabajadores estatales. Plantear nuestro orgullo en el sentido en que lo acuñó el activista de la diversidad Carlos Jáuregui, como respuesta política. Me animo irrespetuosamente a tomar su frase para decir: “En una sociedad que nos etiqueta como ‘ñoquis’, reivindicar nuestro trabajo en el Estado es un acto de orgullo y una respuesta política”. Orgullo estatal pluripartidario, porque nos encontramos con distintas banderas, con personas organizadas y no organizadas que supimos construir unidad en el trabajo y cumplir con nuestros objetivos.

Somos miles los trabajadores estatales que hoy no estamos en el Estado, aunque seguimos pensando y soñando estrategias para defenderlo y mejorarlo. Miles de profesionales y no profesionales que pusimos no solo el tiempo, sino también las ideas y los sentimientos en lograr que pequeñas cosas pasen: sostener una mesa de entrada, agilizar un proceso, garantizar aunque sea un derecho.

Recuerdo un cuento de una trabajadora estatal que también es artista; ella lo escribió a los meses de la gestión de Milei, justo antes de renunciar, y comenzaba así: “Me he separado de amores, familias, amigas y bandas, pero por primera vez pienso en separarme del Estado, los ojos se me llenan de lágrimas y me agarra una puntada en la panza.

Algunas personas se fueron del país, otras entraron en esa montaña rusa que ahora es el emprendedurismo, pero estoy seguro de que aún recuerdan ese sentimiento estatal. Me gustaría que toda esa Bombonera repleta de estatales tenga el reconocimiento que se merece, que el trabajo no falte y que podamos volver a celebrar el 1 de Mayo con la mesa llena.

A los orgullosamente estatales, feliz día.

Total
0
Shares
Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.

Nota Anterior

El Villano visibilizó su diagnóstico de VIH: la importancia de hablar y derribar estigmas

Posts Relacionados
Total
0
Share