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Represión a jubilados frente al Congreso: gases, golpes y un reclamo que se repite cada miércoles

Una nueva jornada de protesta de jubilados frente al Congreso Nacional terminó este miércoles con represión. Como viene ocurriendo desde que asumió el gobierno libertario, la Policía Federal, junto a fuerzas federales que integran el operativo antipiquetes, avanzó contra quienes se manifestaban en para exigir jubilaciones dignas, acceso gratuito a los medicamentos y atención médica de calidad. El saldo fue de personas heridas, entre ellas el padre Francisco “Paco” Oliveira y otros curas en la Opción por los Pobres, incluso periodistas como ya sucedió en ocasiones anteriores.

La escena volvió a repetirse sobre la avenida Rivadavia, donde se desplegó un operativo de Gendarmería, Prefectura, Policía de Seguridad Aeroportuaria y Policía Federal, que intenta impedir cada semana que los manifestantes interrumpan el tránsito. Cuando los jubilados y sus acompañantes intentaron hacer su habitual “vuelta a la manzana” al Congreso, fueron empujados con escudos y gas lacrimógeno hacia las veredas. Hubo al menos dos detenidos y varias personas atendidas por lesiones.

“Voy a venir de vuelta hasta que esto no se solucione. Estamos cansados de que nos fajen”, dijo uno de los jubilados a los medios. Otro de los heridos fue Nicolás Caropresi, del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), quien fue trasladado al Instituto Patria, a pocos metros del lugar, donde fue atendido junto a otros lesionados.

El reclamo no es nuevo. Con la jubilación mínima fijada en $296.396 — más el bono de $70.000 sumando un total de $366.481—, muchos adultos mayores ven su situación empeorar mes a mes. La Pensión Universal para el Adulto Mayor (PUAM) y las Pensiones No Contributivas se encuentran aún más por debajo de la línea de pobreza, con montos que rondan los $307.000 y $277.000 respectivamente. La moratoria previsional que permitía el acceso a una jubilación a quienes no habían completado 30 o 35 años de aportes venció en marzo, y aún no fue reemplazada por otro sistema.

Desde los años noventa, cuando el menemismo congeló las pensiones, pasando por el macrismo y su cambio de fórmula de actualización, hasta el gobierno de Alberto Fernández, las protestas han sido una constante frente al deterioro de las condiciones de vida de jubilados y jubiladas.

Sin embargo, desde la asunción de Javier Milei la situación se volvió aún más crítica: se eliminaron medicamentos gratuitos, se dispararon los costos de la medicina prepaga, el transporte y los servicios públicos, y se clausuró el único mecanismo que permitía el acceso a la jubilación para quienes no llegaban con 30 años de aportes, afectando especialmente a mujeres. A esta precarización se suma una represión que no se había visto en años.

La represión a los jubilados no es un dato menor. Se trata de una franja etaria históricamente invisibilizada, a quienes el Estado debería proteger. Desde hace meses son empujados, gaseados y golpeados por exigir el derecho a una vejez digna. La violencia institucional en estos casos no es solo física: es una forma de silenciar el reclamo de quienes cargan con décadas de trabajo y ahora exigen lo mínimo para subsistir.

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