Put* lindo: un podcast para recordar a Fernando Peña a 12 años de su fallecimiento

Put* lindo es una biografía de Fernando Peña que su amigo Diego Scott escribió a través de sus personajes. El libro se convirtió en un podcast, un formato más parecido a la radio, el lugar que a Peña más le gustaba.

Put* lindo cuenta desde su infancia hasta su último día, pero en lugar de buscar un orden cronológico, va vinculando la vida de Fernando con la de sus criaturas. Así, aparecen Milagritos Lopez y sus años de tripulante; Dick Alfredo y su trabajo en radio; Roberto Flores y la homosexualidad de Fernando y su manera de enfrentar el HIV.

Cada entrada de Fernando al aire era un salto al vacío que podía concluir en unos cuantos enredos absurdos siempre ocasionados por un feroz costumbrismo (como para que quien escuchara, llegara a verse retratado o escrachado). Ahora todas esas inolvidables criaturas aparecen en esta recopilación del gran show El Parquímetro, de la época de oro de Metro 95.1.

Sobre la vida de Fernando Peña

Fernando Peña nació en Montevideo, Uruguay, el 31 de enero de 1963, con un padre que era un conocido periodista deportivo, una madre y una abuela actrices y un hermano músico. Fernando creció siendo un niño poco convencional, al que le costaba integrarse con niños de su edad. Más tarde contaría que en el colegio se sentía un pobre infeliz que caminaba hablando solo, esquivado por sus compañeros y sus maestras.

Trabajó durante varios años como comisario de a bordo de la aerolínea American Airlines, donde hacía los anuncios a los pasajeros usando la voz de una señora mayor con un fuerte acento cubano. El locutor de radio Lalo Mir viajaba por esa aerolínea y varias veces les preguntaba a las azafatas quién era la señora cubana que hacía los anuncios. Las azafatas se reían y no le contestaban. Un día vio que quien hacía los anuncios no era una señora cubana, sino un hombre joven y robusto. Sorprendido por semejante talento, Mir le ofreció a Fernando hacer participaciones en su programa de radio.

A partir de ahí se sucedería una meteórica carrera en los medios que incluiría dieciocho programas de radio como conductor o como colaborador regular. Catorce obras de teatro, tres libros, ocho programas de televisión y una película. Creó una galería de veintiún personajes que él llamaba sus criaturas. Entre ellos Cristina, Patricia Megahertz, La Mega, Elisa Rufino, María Elena Rinaldi, Mario Modesto Sabino, Martín Riveira Lynch, el diputado Rafael Orestes por el Horthy, Roberto Flores, Rubén, Ramón, Sixto Alegre, Palito y Milagros López, la señora cubana que interpretaba cuando hacía anuncios en el avión, lo que más llamaba la atención era su capacidad para cambiar de un personaje a otro instantáneamente.

Era capaz de mantener una mesa de radio con cuatro o cinco o seis de sus criaturas, dialogando entre ellas en tiempo real, lo que muchas veces confundía a los oyentes imprevistos que pensaban que efectivamente eran varias personas y no sólo una. Fernando no dejaba indiferente a nadie. Era amado por muchos y odiado por otros.

Era extremadamente frontal y abierto acerca de su homosexualidad, su consumo de drogas, y su vida personal. Al mismo tiempo que chocaba por su frontalidad y su incorrección, conmovía por su gran sensibilidad. Protagonizó varios escándalos, como sus declaraciones de odiar a los chilenos, su agresión a un periodista de ese país, una discusión a los gritos con el político Luis D’Elía, donde ambos intercambiaron insultos racistas. La denuncia de una mujer porque en uno de sus espectáculos se bajó del escenario y le refregó el pene por la cara o su participación en el programa de Mirtha Legrand, donde sacó una pistola de una bolsa y dijo que iba a matar a la presentadora.

En 2001 hizo público que era HIV positivo y para sorpresa de todos, dijo que su primera reacción al enterarse había sido una carcajada. Afirmó que no le tenía miedo a la muerte. Esta actitud desafiante pareció cambiar cuando le diagnosticaron un tumor maligno en el hígado. Se mostró en televisión preocupado por su salud y esperanzado en que el tratamiento le permitiera derrotar al cáncer.

Sin embargo, fiel a su estilo, también se filmó en el hospital cuando recibía quimioterapia y confesó que continuaba tomando cocaína durante la quimioterapia, que sus médicos lo habían visto hacerlo y que no pensaba parar.

El 16 de junio de 2009 su salud había desmejorado. Al otro día debía recibir otra sesión de su tratamiento, pero se sentía tan mal que le pidió a su amigo el actor Carlos Perciavalle que si salía mal se encargara de todo y que no dejara que ningún periodista lo viera. El 17 de junio lo trataron, pero su cuerpo no reaccionó y cuando Perciavalle llegó al hospital, Peña estaba acostado en muy mal estado. Miró a su amigo y murió. Fernando Peña murió el 17 de junio de 2009, a las 4 de la tarde en la Clínica Alexander Fleming, del barrio de Belgrano de la Ciudad de Buenos Aires. Sus restos fueron velados en el sanlón Montevideo de la Legislatura porteña. Tenía 46 años.

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