Nosotros y los baños

Baños público de varones

Durante el verano, nuestro recorrido cotidiano cambia, a veces migramos de provincia o de país para vacacionar, y otras veces cambiamos nuestro recorridos en busca de agua: río, mar o pileta, todo es bienvenido para transitar el calor. Mover nuestro cuerpo por otras latitudes supone, también, la aventura de usar otros baños,  públicos, desconocidos e improvisados y mayormente precarios. 

Sobre este escenario, plagado de incomodidades, aparecen otras molestias referidas al modo en el que nos enseñaron que debían ser los baños y la forma en la que nosotros teníamos que ser en los baños. Esa forma incluso arquitectónica estereotipada que toma el baño público: uno para nenes y otro para nenas. Aunque se trate de un espacio para adultos, la división siempre se figura como de “jardín de infantes”. Y, sobre todo, es una organización sanitaria siempre distinta de la que la mayoría de las familias tenemos en nuestras casas: un baño compartido sin distinción de género ni de edad. 

El campo de la Educación Sexual Integral (ESI) nos propone contenidos muy bien desarrollados que dan cuenta de la imposición que supone la división sexogenérica de los baños y del necesario camino que debe transitar cada escuela para reconocer la imposición y construir acuerdos de convivencia que posibiliten desandar tabúes y eliminar las violencia que los habitan. Por ejemplo, es necesario que, en la escuela, una estudiante trans no viva como una tortura la necesidad de ir al baño. Ahora bien, lo que plantea la ESI a veces se encuentra bastante más adelante de lo que muchas personas adultas tenemos incorporado con respecto al sistema de sexo-género y la sexualidad en general, pero sobre todo con respecto a los baños, varias generaciones de personas fuimos educadas en un modo que se viene poniendo en jaque.

Durante este largo enero de 2023 presencié dos situaciones particulares, la primera transcurrió en una estación de servicio al costado de la ruta. El lugar, con una gran concurrencia de viajeros desesperados por usar el baño, contaba con dos baños enormes y blancos. 

En la puerta del baño de hombres había una señora mayor hablándoles fijamente a dos niños que, sospecho, podrían ser sus nietos: “no toquen nada, entren al baño de a uno y no vayan a tocar nada, yo les limpio las manos cuando salgan“.

Recordé a mi abuela y sus instrucciones para entrar al baño en lugares públicos. Recordé entrar solo a baños siendo niño y salir muy rápido, y luego esperar a que mi mamá y mi hermana salieran del baño de mujeres, que siempre tuvo, y tiene aún hoy, otro ritmo. Por un segundo, pensé en decirle a la mujer que el baño estaba súper limpio, que pase y vea, pero inmediatamente recordé que todavía las normas de género son rígidas al punto de que todos entienden que una mujer no puede entrar al baño de hombres, ni siquiera para acompañar a esos dos niños que cuida, que ama y que, quizá, necesiten de su ayuda. 

El baño, entonces, se me presentó como ese espacio de masculinidad a donde entramos solos, y, si bien es solo una instancia más en la vida, es una en la que la masculinidad nos aleja de aquellas mujeres que nos cuidan, porque pareciera que no tienen nada para enseñarnos sobre todo lo que significa el momento baño. Y, entonces también, naturalizamos una división espacial que luego ya nos parece imprescindible y sobre la que se montan otras divisiones e inmediatas jerarquías. Hacernos hombres no debería ser sinónimo de soledad, nada debería serlo. 

Es claro que no es sencillo pensar en hacer las cosas de otro modo.  Cuando nos preguntamos porqué los baños están divididos de este modo, una de las primeras razones de la división de baños en escuelas, instituciones y espacios públicos tiene que ver con evitar el abuso sexual. Ahora bien, los baños están divididos de hecho en las escuelas y los abusos no se evitaron, nuestro presente nos indica que la herramienta mas poderosa de prevención es la ESI, la escucha atenta y la formación de todas las personas con infancias y adolescencias a cargo para poder detectar indicadores, intervenir y acompañar.

Ademas de no ser una herramienta contra los abusos, los baños se volvieron espacios saturados de sexualidad en los que las mujeres y los hombres promueven un modo hegemónico de ser de cada género y en donde muchas personas son vulneradas. Avanzadas más de dos décadas del siglo XXI, entendemos como sociedad que debemos poder educarnos de otro modo, habitar el mundo en pie de igualdad y sin promover jerarquías que promueven violencias. 

La segunda situación fue en el baño de un teatro, al salir de ver la obra de Sol Despeinada, “¿Donde está mi zanahoria?”. Unas treinta personas nos agolpamos en el baño, de las cuales dos hombres pasamos rápidamente, mientras que las mujeres estaban ancladas en una larga fila.Cuando estaba dentro escuché que algunas de ellas se preguntaban si podían pasar al baño de varones o si estaba ocupado: hay un flaco ahí, es de varones, mira, tienen mingitorio, se responden entre ellas. Al salir vi a dos mujeres paradas en la puerta, les dije “entren, no pasa nada, está vacío”, pero estoy seguro de que no era necesaria mi frase para que lo hicieran. 

Después pensé que, en el futuro, cuando los baños sin distinción de género sean más comunes, seguramente pierda el privilegio de entrar y salir sin esperar tanto. Pero es, también, un costo menor para desandar un poco las estrictas normas del género, para que ninguna niña o niño quede solo en un baño de adultos porque la persona que la cuida no pueda entrar, para que en las escuelas las violencias no estén protegidas por el velo del estereotipo de género y para vivir un poco más en paz con lo que somos. 

Nosotros, y nuestros baños, tenemos historias de compañerismo, afectividad, sexualidad, placer e, incluso, revolución. No sabemos cuánto de esto puede sostenerse  pensando en baños sin distinción de géneros, no sabemos, tampoco, cuánto tiempo puede llevar, pero sí sabemos que todas aquellas cosas que ayudan a liberar un poquito del corset del género nos hacen bien y nos permiten respirar mejor. Digo respirar porque, quizá, dejando de lado el binarismo que tanto contratiempo diario nos lleva, podemos dedicar nuestro tiempo a pensar y hacer mejores baños, donde se pueda respirar y compartir, donde puedan mediar los cuidados y no la violencia, donde podamos charlar sin tabú y donde efectivamente se puedan prevenir los abusos.  

Total
0
Comparte
3 comentarios
  1. Si es un excelente trabajo de análisis de una realidad que va ha tomar tiempo cambiar más en nuestra sociedad ,no solo en los Baños sino en una educación más libre de prejuicios*

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Nota Anterior

Censo 2022: ¿Cuántos habitantes hay en Argentina?

Nota siguiente

Una noche de stand up y cine

Artículos Relacionados
Total
0
Share