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Murió el Papa Francisco: el pontífice que abrió grietas en la Iglesia

Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano, falleció hoy a los 88 años. Su papado marcó una era de reformas simbólicas, sus críticas al poder económico, gestos hacia los márgenes y tensiones internas en una institución milenaria. ¿Qué huella deja en el debate sobre derechos, diversidad y justicia social?

El mundo despide al Papa Francisco, nacido en Buenos Aires como Jorge Mario Bergoglio, quien desde 2013 se convirtió en el primer pontífice latinoamericano, jesuita y con un marcado estilo austero y cercano a los sectores más vulnerables.

Durante su papado, Francisco tensionó los cimientos de una Iglesia conservadora con gestos y declaraciones que resonaron en los movimientos sociales, en las comunidades LGBTIQ+, en las mujeres organizadas y en los pueblos del Sur Global.

A lo largo de sus once años de papado, el exarzobispo de Buenos Aires cosechó una adhesión profunda entre sectores populares, movimientos sociales y comunidades excluidas. Su estilo cercano, sus gestos de austeridad y sus mensajes cargados de justicia social lo convirtieron en una figura incómoda para los sectores conservadores, incluso dentro del Vaticano.

Desde una mirada más inclusiva hacia las personas homosexuales —”¿Quién soy yo para juzgar?”— hasta su llamado constante a una “Iglesia pobre para los pobres”, su legado se lee entre avances y límites. Bajo su conducción, se impulsaron debates sobre la participación de las mujeres, el cuidado de la Casa Común frente a la crisis climática, y el reconocimiento a nuevas formas de familia.

Sin embargo, también fue criticado por su ambigüedad en temas como el aborto legal y el rol de las mujeres en la estructura eclesiástica.

Argentina: entre el amor y el odio

Amado por las organizaciones barriales, curas villeros y sectores progresistas que vieron en él una voz aliada, también fue blanco de críticas feroces por parte del antiperonismo, la derecha liberal y sectores eclesiásticos tradicionales.

Su silencio durante el debate por la legalización del aborto en 2018 fue interpretado por muchos como un límite en su reforma. Pero incluso en ese contexto, el Papa siguió generando gestos que descolocaban: recibió a activistas feministas, habló del “feminismo como justo reclamo”, e incluso una joven militante santiagueña le entregó un pañuelo verde, símbolo del aborto legal en Argentina.

Uno de sus detractores más estridentes fue el actual presidente Javier Milei, quien durante años lo tildó de “imbécil”, “representante del maligno en la Tierra” y “zurdo asqueroso que impulsa el comunismo”. Las declaraciones del libertario generaron repudio incluso entre fieles y referentes religiosos.

Sin embargo, ya en funciones como presidente, Milei intentó recomponer el vínculo. Durante su visita al Vaticano en febrero de 2024, se produjo un encuentro protocolar entre ambos. El Papa, fiel a su estilo diplomático, lo recibió sin reproches públicos. Pero el gesto quedó atravesado por una tensión evidente: entre la prédica por los descartados y el ajuste económico que deja a millones fuera.

Un legado abierto

Francisco no fue el Papa de todas y todos. Pero sí fue, para muchxs, un símbolo de que otra Iglesia —más cercana a los pueblos, a las mujeres, a la diversidad, al sur— es posible. Y también un límite: mostró cuán lejos puede llegar la voluntad de reforma dentro de una institución que cambia a ritmo lento.

Con su muerte, se abre una nueva etapa en el Vaticano. Y en Argentina, queda la huella de un líder espiritual que incomodó al poder político, pero también sembró una idea poderosa: la fe no está reñida con la justicia social.

Hoy, ante su muerte, se abre un interrogante sobre el rumbo que tomará una institución que supo estremecerse —aunque no quebrarse— con sus gestos y palabras.

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