La gestión de Cambiemos argumenta una y otra vez que el legado del gobierno anterior es responsable de sus atolladeros financieros y económicos. Desde La Nota consultamos al economista y docente de la UNT, Sebastián Mena, para abordar una lectura sobre aciertos y desaciertos concebidos en los 12 años del modelo socio-económico de la gestión kirchnerista en Argentina.
¿Pesada herencia o década ganada?
Creo que hay algo de cierto y algo de estrategia política mentirosa. El modelo económico, llamado Matriz de producción diversificada con inclusión social y cuidado del medioambiente, vigente durante el kirchnerismo, llegó a saturarse, pero luego de algunos aciertos.
Luego de la crisis del 2002, cuando asume Néstor Kirchner, realizan una fuerte devaluación (parecida a la de ahora) que mejoró los términos de intercambio y competitividad económica: vino acompañado de un boom de precios de commodities (mercancías o materias primarias) tales como la soja. Se trataba de un escenario óptimo para el crecimiento, que fue acompañado con un aumento del gasto público y social interno. Esta combinación de factores, sumada a una buena capacidad de infraestructura fabril (una de las pocas herencias positivas de los noventa) y mucha gente desempleada (es decir mano de obra barata) derivó en el re-surgimiento de la economía con mucho ímpetu a partir del 2003 y perduró hasta el año 2008. Creo que fue un buen momento para el país, porque creció a tasas de hasta el 8% anual (llamadas tasas chinas) y se hizo una renegociación exitosa de la deuda externa, a través de bonos con quita a un menor precio, llevando un poco de aire y calma a la hora de pagar intereses, lo que permitió ocuparse del mercado interno y reactivar la situación que era desastrosa. Tanto fue así que el país tuvo superávit fiscal y comercial, esto significa que el gobierno recaudaba más de lo que gastaba y que Argentina en su totalidad exportaba más de lo que importaba. Pero este panorama de bonanza comenzó a cortarse; aparecieron conflictos sociales, como la crisis del campo en 2008, y la crisis internacional de los países desarrollados. Nuestra situación crediticia no era buena porque habíamos hecho default (incumplimiento de las obligaciones legales o condiciones de un préstamo), entonces, esos años el país vivió con lo propio –como quien dice- que era mucho; pues se exportaba a buenos precios que repercutían en gran capacidad de ahorro. Esta situación comienza a saturar en 2011, porque cuando las tasas de desempleo se vuelven muy bajas (casi al límite de lo que puede absorber la capacidad productiva del país), se empezó a percibir un cuello de botella en las inversiones, puesto que no había suficiente ahorro para invertir y seguir aumentando la capacidad productiva del país. Paralelamente a esta dificultad, se impulsó más el rol del Estado cuando asume Cristina Fernández de Kirchner en su segundo gobierno en 2012 y pasamos de los superávits gemelos a los déficits gemelos. Es decir, el gobierno gastaba más de lo que recaudaba y el país importaba más de lo que exportaba. Todo sin financiamiento externo, lo que significaba que estábamos consumiendo reservas y perdiendo capacidad instalada”.
A partir de ese momento se re-estructuraron cuestiones internas como recurrir a los fondos del ANSES, se cambió la carta orgánica del Banco Central y se financió al Estado con emisión de dinero, que culminó en el proceso inflacionario. Economía deficitaria, sin préstamos y autofinanciada a través del Banco Central, problemas con la fidelidad de los datos del INDEC, entre otros. Estos fueron grandes desaciertos del kirchnerismo; no supieron decir basta a tiempo y anticiparse al límite de la lógica establecida, evitar la saturación y activar un reacomodo que lea la nueva situación internacional e interna para volcarse a una nueva estrategia. No tuvieron la cintura necesaria para ello. Consecuentemente se desató la inflación y el déficit, tanto interno como externo. Esta situación creció incesante hasta el año 2015. Cuando se retira el kirchnerismo, el escenario disponía de una inflación alta, déficit público alto, (aunque ninguno de estos valores tan altos como los del macrismo), un fuerte control cambiario a través del cepo. Esta último fue un síntoma de restricción interna y de que no se habían hecho las inversiones necesarias para producir y exportar lo suficiente para sostener la economía del país.
Entre la herencia positiva del kircherismo está la inclusión social, la asignación universal por hijo, reconocida por muchos investigadores y organizaciones alrededor del mundo, el desarrollo tecnológico y las inversiones en CONICET, creo que fueron muy positivos. También se exportaron satélites y productos de alta tecnología que es muy difícil para la mayoría de los países. Este proyecto fracasó por falta de continuidad y de voluntad política del gobierno actual. Pero el gran éxito del modelo kirchnerista fue sobrevivir desendeudándose. Si esto hubiese sido acompañado de una mejor administración y un posterior acceso inteligente a los mercados internacionales, tal vez se hubiera evitado el fracaso. La poca deuda que le llegó a Cambiemos fue, sin duda lo mejor de la herencia kirchnerista. Esto no fue gratis, pues mucho de la inflación que tuvimos y tenemos tiene que ver con la necedad de sostener un déficit sin ningún tipo financiamiento externo ni interno.
Escenario inicial de Cambiemos
Cuando asume Cambiemos recibieron un país con déficit externo y público, cepo cambiario (esto es pesada herencia), alta inflación (que la aumentaron) pero con un relativo bajo desempleo y contención social y muy poca deuda externa (estos son importantes activos).
La salida del cepo cambiario fue una medida exitosa y vino de la mano de una gran inclusión de mercados financieros internacionales. Creo que un desacierto fue pagar los fondos buitre porque es una deuda ilegítima. Los medios utilizados por los fondos buitre ni siquiera cumplen con las reglas de la comunidad financiera internacional la cual sabe que al comprar un bono con tasas de interés altas como las que paga Argentina, junto con esa ganancia extraordinaria viene atado un posible riesgo de no pago, que es lo que ocurre si al país le va mal, como nos pasó en 2001.
⇒“Cambiemos | Deuda, ajuste y recesión”, en La Nota.