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El artista visual y escultor participará en Huellas 11, durante la Vigilia del Día de la Memoria y en Un CLUB el sábado 24 con dos propuestas distintas.
Gotas de Rocío
Un CLUB
A partir de cada proceso se reúnen a pensar en los lineamientos trabajados y determinar quién/es podría/n retomar alguno de ellos y, así, invitan al próximo artista, posibilitando un encuentro y alguna actividad intermedia entre los procesos de ambos. La instalación Gotas de Rocío tendrá lugar a las 21 hs en Maipú 396 – Terraza, San Miguel de Tucumán.
Trampa en el Huellas
“Trampa” de Sandro Pereira
Por Luis María Rojas
Las trampas del lenguaje (Algunas notas a propósito de “Trampa” de Sandro Pereira)
Cuando colectivamente descubrimos que el lenguaje no es sólo una herramienta de comunicación sino un dispositivo de significación (un instrumento a partir del cual podemos asignar sentido al mundo, otorgarle valor, construir jerarquías, ordenarlo y, en definitiva, construirlo a nuestra medida) descubrimos en ese mismo movimiento que la “realidad” queda cada vez más desenfocada, más como un ruido de fondo naufragando en un mar de indefinición ontológica. Todavía más, ese mismo descubrimiento nos muestra con cierta evidencia que esa realidad construida mediante el lenguaje está atravesada por estructuras de interés y de poder. Desde entonces pensamos, o deberíamos pensar, cada espacio social por el que circulamos como un territorio de disputa por el significado; y al lenguaje (metamorfoseado en discurso) como el arma predilecta en esta disputa.
También otra evidencia conquistada arduamente en estos dos últimos siglos (que todavía demora en hacerse carnes en nuestro cotidiano) es la semioticidad intrínseca de los materiales, los objetos, los espacios y las acciones. Todos están atravesados por significaciones que no dependen de mi subjetividad en tanto que son asignaciones de sentido cultural e histórico. Sin embargo y paralelo a aquello, dichas significaciones se entraman con significados que el individuo construye o re-significa a lo largo de su trayectoria, es decir, en tanto que dependen o bien de la fagocitación de aquellas significaciones culturales y su asimilación en base a propios esquemas subjetivos, o bien dependen de nuevas significaciones entroncadas con experiencias individuales y que deriva en aquello (ya no tan de moda en el arte) de lo “auto-referencial” e “intimista”.
Wittgenstein gustaba de decir, y si no lo dijo se le olvidó, que los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje o, dicho de otra forma, que estamos entrampados por el lenguaje en una jaula que no podemos ver, oler o sentir (si, lo sé, suena a Matrix). El lenguaje habilita la posibilidad de un mundo con sentido, pero es al mismo tiempo el guardián de este calabozo que no podemos ver: hecha la ley, hecha la trampa. Sólo podemos experimentar este calabozo mediante las fisuras del lenguaje, los intersticios que provocan este tipo de prácticas que plantea Sandro (artísticas, intelectuales, políticas) disruptivas de los sentidos comunes que hemos decidido sostener como colectividad, o mejor, que nos han impuesto desde un sector de la colectividad y que nosotros asumimos como propios.
(…)
Ya que hablamos de “trampas”, a mí me interesa atravesar esta pieza de Sandro con la noción de “trampas del lenguaje” e indagar qué provecho podemos sacar de esta acción. Hablar de “trampas del lenguaje” es hablar de cómo el lenguaje puede ser utilizado como una herramienta de construcción de imaginarios o representaciones que respondan a mis intereses particulares, pero al mismo tiempo hacerlos pasar como universales y válidos para todos. La maravilla del lenguaje (y su perversidad) es la posibilidad que nos otorga de “entrampar” al oprimido y hacerle pensar que las representaciones de sus opresores (que responden sólo a su posición de privilegio) son universales, buenas, bellas y, por supuesto, verdaderas. Cuando el oprimido defiende a conciencia la política del opresor, sus leyes, su moral y su cultura hemos llegado al límite de la perversidad del lenguaje. Pero también me interesa hablar de cómo a través de una acción artística pueden liberarse las significaciones, exorcizar el lenguaje, liberarnos de nuestro guardián del calabozo e indagar sobre las relaciones entre lenguaje, verdad y realidad. En el fondo todo lenguaje es tramposo, lo único que podemos hacer con él es tomar una decisión política: o bien reproducimos los discursos de poder y rubricamos con nuestra firma las asimetrías sociales, o bien desmontamos esos discursos para dejar en evidencia el entramado de intereses urdido y sostenido por detrás de éste.
(…)
Por aquello de la semioticidad de los objetos, de las acciones y de los espacios, cuando digo “trampa” no sólo la palabra está cargada de significaciones culturales asignadas, acumuladas, reactualizadas y eventualmente modificadas durante siglos, sino que el objeto mismo carga sobre sí un universo de significaciones colectivas y biográficas acumuladas. Por eso, cuando digo “Paseo de los próceres” no sólo la palabra está cargada con significaciones que exceden mi subjetividad, sino que el propio espacio físico en el que Sandro emplaza su obra, así como la acción necesaria para efectuar su emplazamiento, están atravesados por significados conflictivos que se engarzan tanto con la memoria colectiva de tucumanos y tucumanas, como con la memoria individual de Sandro, el artista. Todo espacio físico y particularmente los urbanos son al mismo tiempo espacios simbólicos y, como tales, sitios de disputas por el significado. Cada ciudad experimenta las tensiones de un paisaje urbano segregado por las interpretaciones y asignaciones de valor que otorga el sistema de relaciones de poder en un momento dado de su historia.
(…)
Hannibal Lecter (el personaje de El Silencio de los corderos, si, “corderos” no “inocentes”, sino nada tiene sentido) descubre la trampa que planeaba el inspector Rinaldo Pazzi para aprehenderlo en Florencia y recurre para “ajusticiarlo” a la historia de Francesco Pazzi, ancestro de Rinaldo, quien fuera destripado y ahorcado en el Palacio Vecchio varios siglos atrás debido a una traición familiar. Fácilmente descubrimos las intenciones de Hannibal de rememorar aquella muerte en las carnes del inspector. Nadie en Florencia quizá pudiese recordar la escandalosa muerte de su ancestro o la traición de la familia Pazzi ocurrida siglos atrás, pero si la recordarían Rinaldo y Hannibal para quienes ese sitio no sería sólo un palacio más, ese balcón y esos muros no serían un balcón y unos muros cualesquiera y para quienes esa acción asesina que ajusticia la traición de Pazzi se entramaría en significaciones que exceden una simple escena de crimen. ¿Quién recordará la cabeza de Marco Avellaneda clavada en una pica en el centro de la Plaza Independencia? ¿Quién recordará cómo fueron producidos los monumentos patrióticos del Paseo de los Próceres?
Las huellas están por toda la ciudad a disposición de quien quiera ajusticiar su presente. Sandro lo hace porque utiliza este sitio y no otro para liberarse del guardián de su calabozo, para dejar de rubricar con el silencio un presente embustero, para desmontar con su pieza los discursos de poder que apuntalan una realidad que, cual ídolo con pies de barro, se desmorona al primer golpe. Y utiliza particularmente este sitio y esta acción para evidenciar las trampas del lenguaje de nuestro presente (paradigmáticamente representadas por ese “segundo semestre” que se mueve con la línea del horizonte) con aquellas otras trampas del lenguaje que dieron origen y explican esta anomalía estética en el paisaje urbano: un Mega-canje para blindar, una reducción del Estado para optimizar, un proceso para reorganizar, un operativo para neutralizar, otro operativo para modernizar, una alianza para desarrollar, una revolución para liberar… Trampas del lenguaje, tras trampas del lenguaje… Una conquista para poblar, una zanja para proteger, un bloqueo para comerciar, una coalición para liberar… Trampas del lenguaje en las cuales una y otra vez caemos.
Y la maravilla de nuestro presente, de nuestra trampa es la eficacia con que se ha neutralizado y desvanecido la relación de aquellas decisiones políticas con las decisiones de este presente. Su gran triunfo fue y es ocultar las evidentes relaciones con aquellas decisiones y mostrarlas como lo nunca antes visto, invisibilizando el entramado histórico de políticas refractarias a lo colectivo y lo popular. El poder del lenguaje entrampándonos otra vez en una fiesta de globos y alegría para todos, con una torta que se la comen unos pocos.