La música viva y mutante

Desde La Nota conversamos con la artista tucumana, Natalia Acosta, que entre sus múltiples intereses y terrenos de acción, lanzó a fines de 2018 su disco solista “Paisaje que reviente”; texturas, formas y una construcción musical de diversas aristas y larga data.

“Todos los días me levanto sabiendo que lo primero que haré será música o escribir; se tratan de dos pilares que atraviesan y definen mi ser, (aunque mi trabajo vaya por otro lado)”, arrancó Natalia Acosta -o Natalia A.– que, además de música y escritora, es profesora de lengua con especialidad en educación digital, las famosas TIC.

“Subo al taxi, me pongo los auriculares, escucho música, (paréntesis de varias horas de laburo). Luego voy a casa con mi hija y mi pareja, Mateo Carabajal, con quien sabemos que el tiempo es breve y adquirimos el compromiso de producir – juntos y no- movidas hermosas mientras la vida nos deje”, continuó.

Natalia Acosta es licenciada y profesora de filosofía, cursó el Doctorado en Arte Contemporáneo Latinoamericano de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, investiga el fenómeno de la escritura en soportes digitales (específicamente en las redes sociales de la web 2.0.) y co-organiza desde 2009 los eventos Dorkbot Tucumán (gente haciendo cosas raras con la electricidad, arte y tecnología), entre otras incumbencias que no culminan en la música, la docencia, investigación, gestión cultural y la escritura; puesto que la última empalma con el mundo editorial, a través de dos proyectos enmarcados en la gestión independiente: Revista El Fabulario y Dichosa Editorial, ésta última junto a la licenciada, artista visual y música, Antonella Aparicio.

Historia de música

Antes de Paisaje que reviente, el último disco y primer trabajo solista de Natalia Acosta -encarnado en Natalia A.-, ella menciona como acto obligado su recorrido musical previo en el indie pop local, poniendo especial acento en que la grupalidad y el hecho de compartir con otras músicas y músicos fue su escuela, especialmente en Gomas de Eva, su primera banda junto a Antonella Aparicio en el año 2007.

“Mi llegada a la música tiene que ver con el juego de componer canciones. Está ligado a un enamoramiento respecto a la composición; la sencillez de unos acordes y la letra de una canción que luego se complejizan. Así comenzamos con Gomas de Eva, juntándonos en un pequeño departamento 9º B, hace más de 10 años, a componer letras que derivaron en canciones. Jugamos mucho con las palabras y las formas. Fue hermoso empezar con una persona tan creativa como Antonella Aparicio, por su acompañamiento, oído y generosidad. También el melómano, Mateo Carabajal, a veces nos aportaba consejos que nos llevaron por interesantes caminos”, recordó Natalia.

Luego de la experiencia de Gomas de Eva, Natalia se sumó al dúo electropop-noise Dos Aparatos, junto a Mateo Carabajal; y después a la Casa de los aviones, junto a Florencia Farías, Mateo Carabajal, Marcelo Piñero, José Villafañe y Claudio Migueles.

“Desde que empecé a componer canciones, lo hice junto a mujeres, amigas poetas, artistas. No he compuesto canciones con chicos por el momento. Si me detengo en la estadística, en los inicios de Gomas de Eva había mayoría de mujeres en la banda, y además el núcleo compositivo era integrado por dos mujeres, Antonella y yo. Además, si hago un barrido referido al género, las que más me influyeron a la hora de hacer música, sin duda fueron mujeres: Laetitia Sadier de Stereolab, Rosario Bléfari y Chan Marshall de Cat Power. También me influyeron Caetano Velosso, The Beatles, Morrisey, Stephin Merrit, Belle and Sebastian y El perro Serrano, pero me gusta destacar que mis mayores influencias fueron femeninas”, subrayó.

Textura sonora que reviente

“Un hito en mi relación con la música fue el lanzamiento de mi disco solista, Paisaje que reviente, producido por Juan Cruz Palacios para el sello Yoconvoz Discos. En ese recorrido de construcción, Juan me condujo a un nuevo vínculo con mis canciones, porque las pensé en términos de consistencia y también porque ellas pre-existen a este disco; las he tocado con amigos en sus casas, reuniones, recitales en vivo y de otras maneras. Creo que Juan sabe mucho de producción y compartimos varias ideas y formas sonoras para darle otro proceso y textura al disco. A su vez, estas características de estudio, digamos, cambian a la hora de ser interpretadas en vivo con músicos/as invitados/as, que no necesariamente son los o las mismas que me acompañan en el disco. Trabajar con él fue un gran aprendizaje. Este camuflaje me hace pensar en lo viva que son las canciones y lo múltiple que puede ser la música, que se traduce a infinitas formas y texturas en cada tocada”, reflexionó.

Más que una

Paisaje que reviente es bastante deforme -entendiendo la deformidad lejos de una crítica, sino ajustada a la imposibilidad de encasillar en una sola forma musical-“, dijo Juan Cruz Palacios sobre el disco que produjo junto a Natalia. “Es una especie de música mutante; un bello y raro mutante. A su vez, esa rareza se amalgama con poesía, porque Natalia tiene muy arraigada la literatura y la lectura a su vida. Los lectores y lectoras tienen la particularidad de entrar en un mundo mágico a la hora de componer música. Paisaje es música y poesía, mágica y misteriosa; única en su deformidad”, agregó Palacios.

A Natalia le costó decidirse por el formato solista y, en este sentido, cree que le debe al productor de “Paisaje” el aliento y su disposición para que el disco se convierta en una realidad.

Existe un paralelismo entre la experiencia musical grupal, a través de una banda, y la vida misma para Natalia, porque la grupalidad musical funciona “como un colchón ante cualquier caída”, explicó. “Me siento más fuerte desde la composición, porque manejo poca técnica y en la medida que hago canciones van apareciendo -cada vez más- demandas técnicas que debo aprender y en el hábito de compartir con otros músicos y músicas, lo voy haciendo”, señaló.

Paisaje que reviente incluye tres canciones: Yo ya estoy mejor, Tardes Blancas y Amaneceres, y se lo puede encontrar en Bandcamp, Spotify y YouTube.

Proceso(s) creativo(s)

“Cuando compongo germinalmente una canción, lo hago sola. Me imagino una melodía. Existen acordes que me enamoran y los combino hasta armar una melodía que grabo y la escucho varias veces hasta imaginar que me dice algo; ese “algo” generalmente se relaciona con situaciones que atravieso o sensaciones de ese momento, y así va apareciendo la letra. No tengo una estructura definida a la hora de componer, dejo que surja. Después de esta etapa necesito compañía, alguien que aporte ritmo y arreglos para tocar. Me resulta difícil verme sola a la hora de tocar una canción o de terminar con el armado. Necesito que me escuchen y me den una devolución. Siento que es invaluable ese intercambio y agradezco mucho tener esas personas al lado, una de ellas es Mateo”, agregó.

Fue y será

“El formato solista me puso más en evidencia y ha sincerado algunas cosas para mí, porque la idea de componer una canción adquirió más relevancia. Ha sido una experiencia de mucho crecimiento y valor. Tanto así que estoy trabajando en mi segundo disco solista que ya tiene nombre y espero terminarlo este año; Animal Dorado“, concluyó Natalia.


Hace 3 años recibí una carta, un mensaje a la vieja usanza.

Sin embargo, hay cosas que me acompañan desde hace años y yo sé que están ahí, esperándome (la música, la literatura, la editorial).

La carta cerraba con la frase “inventaremos la oportunidad”. Estas palabras aún no agotan su sentido. No podría decir en qué momento compone o escribe Natalia Acosta, creo que la pregunta correcta sería ¿cuándo no lo hace? Recorrer una nueva ciudad, las mesas de amigues en el bar o un simple viaje en taxi hacia el trabajo pueden ser igual de propicios. El escenario da lo mismo, el contexto se vuelve texto.

Sus canciones alivianan lo cotidiano, con ese esfuerzo de la ingenuidad mágica: pero al fin nuestra historia sin fin voy a lograr concluir / como quisiera que entre la suerte y nos separe o nos reinvente/ no quiero verte más pero hoy, mejor vení/ tan lejos de comprender, que con vos, ya no habrá otra fiesta.

Quizá no todo estará bien pero al menos no nos costará tanto, no dolerá tanto. Todo puede pasar: las ballenas pueden volar, las calles pueden llenarse de lagartos, podemos viajar muy lejos en un segundo; al menos acá, en el universo de las palabras y eso creo que es lo que me enseñó Nati.

De los lugares que conocí, su obra es uno de los más cautivadores.

Por Florencia Farías


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