Por Carolina Vespasiano para Latfem
Infodemia. De esa manera catalogaba la Organización Mundial de la Salud, a principios del año pasado, a esta oleada de información confusa, tergiversada y, en algunos casos, tendenciosa respecto al COVID-19. Un año y tres meses después, todavía son pocas las certezas que se pueden barajar sobre el SARS-CoV-2, pero las más concretas indican que la ventilación es fundamental para bajar la contagiosidad en espacios cerrados y que, ante una alta dispersión del virus, es clave reducir la circulación de las personas.
Sin embargo, hoy esas nociones son puestas en disputa por sectores que, desde un discurso reaccionario, apelan al interés individual antes que al bienestar colectivo, instando a desoír las medidas sanitarias de contención de la pandemia, a instalar dudas sobre las vacunas disponibles y hasta plantear equivalencias entre el saldo de fallecidos por la COVID-19 a nivel local y los desaparecidos por el terrorismo de Estado en Argentina.
Ante el recrudecimiento de estos slogans, con una meseta de contagios todavía elevada a nivel nacional, distintos sectores de la comunidad científica expresaron su repudio y llamaron a fortalecer más que nunca las medidas de protección personal y colectiva conocidas. Tal fue el caso de los investigadores nucleados en la agrupación Ciencia Nuestra, que semanas atrás lanzó el comunicado “El discurso de la derecha atenta contra la vida”, o el de científicos como Fabricio Ballarini y Rodrigo Quiroga que, a través de sus cuentas de Twitter, confrontan la desinformación con datos.
“En Salud Pública, las fake news son muy graves porque atentan contra la vida. Realmente están jugando con la vida de la gente y no les importa la cantidad de muertos, porque no van a pagar los platos rotos por ello. Es muy complejo cómo moldean la opinión pública en ese sentido”, dijo a LatFem la inmunóloga e integrante de Ciencia Nuestra, Belén Almejún.
Para la investigadora, quien además participa del equipo de Ciencia Anti Fake News, la vacunación, el distanciamiento social y el uso del barbijo —pilares para bajar la transmisión del virus— son medidas que “corresponden con algo que es social” y sitúan a los individuos como parte de ese entramado.
“Uno no se vacuna para salvarse así mismo. De hecho, poco efecto pueden tener las vacunas si hay pocos vacunados. Lo que se busca en realidad es generar un cordón social. Si a estas medidas se las confronta con un discurso individualista, como aquel que pugna por la libertad individual, lo que se termina por romper es lo colectivo”, expresó.
Medios y confusión
Para el bioquímico e investigador de CONICET, Rodrigo Quiroga, los discursos que apelan a la angustia y la desconfianza en las vacunas inciden directamente en los resultados de la gestión de la pandemia. En sus redes sociales, el científico se dedica a compartir información para frenar los contagios y echar por tierra aseveraciones falsas o tendenciosas respecto del virus, las vacunas y las medidas sanitarias.
En particular, el experto puso el foco en las noticias sobre casos particulares de personas que, habiendo recibido dos dosis de las vacunas, contrajeron el virus y fallecieron. “La protección no es de un 100% pero es de más de un 80%, por lo tanto, va a haber muchos contagiados y muchos fallecidos vacunados, el tema es que la probabilidad de fallecer se reduce enormemente y por eso es importante”, aseguró.
A su vez, Quiroga señaló que otro de los cuestionamientos a la gestión local de la pandemia tuvo que ver con la forma de administrar las dosis disponibles. “Se hizo una campaña resaltando que Argentina tenía muy pocos vacunados con dos dosis y eso justamente ha sido una estrategia para minimizar el número de fallecidos: una dosis genera un efecto protector significativo en cuanto a los contagios y a la posibilidad de internación, enfermedad grave y fallecimiento”, subrayó.
Esa marea de discursos se da en un escenario que, además, se transforma. La circulación del virus dio lugar a nuevas variantes con mayor poder de contagiosidad en personas más jóvenes. Por ejemplo, para el caso argentino, con las cepas de Manaos, Reino Unido y la Andina avanzando paralelamente a la vacunación, si bien la cantidad de casos graves y muertes en adultos mayores disminuyó considerablemente, hoy el foco de preocupación se trasladó a la población menor a 70 años, que explica más del 50% de la ocupación de camas de terapia intensiva.
Ese resultado se explica, en parte, porque el plan de vacunación a la población objetivo comenzó a dar frutos: el 87% de los mayores de 60 ya se encuentran vacunados con al menos una dosis y eso se tradujo en una menor presencia de este sector en las UTI y una caída en la mortalidad. En otras palabras, estar o no vacunado hace la diferencia.
“Las vacunas disminuyen unas diez veces la probabilidad de fallecer. En el caso de los mayores de 70 años, la población vacunada —que representa al 80% del total— produce el 25% de las muertes de ese grupo, pero el 20 por ciento que aún no fue vacunado produce el 75%”, explicó Quiroga.
No obstante, al no bajar la contagiosidad en otros grupos aún no vacunados (o en proceso), el resultado de la vacunación no redundó en una menor cantidad de hospitalizaciones. De hecho, el nivel de ocupación de las UTI se mantuvo en ascenso durante el mes de mayo. “Las nuevas variantes tienen mayor contagiosidad y mayor transmisibilidad en una población más joven: muchos de los que están terminando en UTI son de la población de riesgo”, explicó Almejun.
La investigadora también hizo hincapié en que los decesos también se explican por la saturación del sistema sanitario. “Hoy hay un déficit de capital humano, no solo de recursos. Se pueden agregar 500 mil camas, pero faltan terapistas. Si en vez de que te atienda un terapista neumonólogx, te atiende un cardiólogx o un cirujanx, por más buena voluntad que le ponga, no es el más capacitado para esa función. La mortalidad en terapia va a subir cuanto más estrés tenga el personal de salud”, apuntó.
Disputar el sentido
En suma, vacunación y disminución de la circulación van de la mano. Mientras se intenta alcanzar a la población objetivo, la forma que asuma el comportamiento social es un factor clave y la información con la que se cuente puede contribuir a mejorar o a empeorar el escenario.
Divulgar ciencia al calor de una pandemia implica transmitir, también, que todavía resta mucho por conocer acerca del comportamiento del virus y que, sobre la base de ese conocimiento escaso, se deben tomar las decisiones que “a priori” resulten más efectivas en el cuidado colectivo.
En esa línea, Almejún concluyó que, pese al tiempo transcurrido, todavía hay mucho por conocer acerca del SARS-CoV-2 y qué consecuencias puede llegar a tener a nivel neurológico, cardiológico y a nivel clínico en general. De manera que, al margen de las estadísticas, impera recordar que prevenir el contagio debe seguir siendo prioridad.
Publicado en: https://latfem.org/pandemia-cuando-los-discursos-de-odio-atentan-contra-la-salud-publica/