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El “crecimiento” de Milei y los cuerpos que lo sostienen

La nota publicada en Infobae por el presidente Javier Milei, titulada “Tiempo para el crecimiento”, describe con orgullo los efectos del ajuste fiscal y celebra las proyecciones económicas como si fueran un triunfo colectivo. Pero desde una perspectiva feminista, no podemos sino preguntarnos: ¿quiénes pagan el costo de ese “crecimiento”?

Cuando se recorta el gasto público en salud, educación, cuidado, alimentación o vivienda, no se está simplemente “ordenando la economía”: se están desfinanciando los pilares que sostienen la vida cotidiana. Y son principalmente las mujeres —sobre todo las de sectores populares— quienes terminan absorbiendo esas tareas en sus hogares y comunidades, sin salario, sin descanso, sin reconocimiento.

El modelo de ajuste y privatización que promueve Milei no sólo es violento en términos económicos, sino que también profundiza las desigualdades de género. Las políticas públicas que el gobierno desmantela (como los programas del ex Ministerio de las Mujeres, Gènero y Diversidad, la moratoria previsional para amas de casa, o el apoyo a redes comunitarias de cuidado) fueron conquistas de años de lucha feminista. No eran “gasto”, eran inversión en justicia social.

Además, al deslegitimar todo lo que huela a redistribución del ingreso, Milei invisibiliza las condiciones estructurales de desigualdad: el acceso desigual al empleo formal, la brecha salarial, la feminización de la pobreza, y la violencia económica que condiciona la autonomía de miles de mujeres y disidencias.

En su nota, Milei también retoma la consigna de “las dos vidas” para cuestionar el derecho al aborto legal, utilizando la caída de la natalidad como si fuera una amenaza social. Sin embargo, los datos muestran una realidad muy distinta: desde 2014 la tasa de natalidad desciende de forma sostenida, mucho antes de la legalización del aborto, y de forma más marcada entre las mujeres con menor nivel educativo. La fuerte reducción de la fecundidad adolescente no es una tragedia, sino un avance: significa más oportunidades para que las jóvenes puedan estudiar, decidir y construir un proyecto de vida autónomo. Desde los feminismos, defendemos el derecho a decidir no solo sobre el aborto, sino también sobre la maternidad deseada, con acceso a derechos, tiempo y recursos.

Mientras el presidente cita a economistas austríacos y se jacta del superávit fiscal, millones en nuestro país enfrentan hambre, desocupación, represión, desalojos y una caída brutal de su calidad de vida. El crecimiento que celebra no es neutral: beneficia a los sectores concentrados del capital, mientras somete a las mayorías a un empobrecimiento planificado.

Desde el feminismo no medimos el desarrollo por cifras de PIB o por elogios de organismos internacionales, sino por la posibilidad real de vivir vidas dignas. Nos preguntamos: ¿quién cuida, quién trabaja, quién se enferma, quién muere? Porque el “milagro económico” del que habla Milei se sostiene sobre cuerpos precarizados, feminizados y empobrecidos.

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