Cuando los derechos humanos no clasifican al Mundial

Hace quince años pude ver por primera vez un video de Madres de Plaza Mayo en 1978, en ese momento un grupo de mujeres se abalanzó sobre los medios internacionales que venían a cubrir el Mundial de  Fútbol. “Queremos saber dónde están nuestros hijos, vivos o muertos, pero queremos saber cómo están”. “Les rogamos a ustedes, son nuestra última esperanza, ayúdennos, ayúdennos”.  

La voz de esas mujeres quedó grabada en mi memoria, recuerdo también que me costó entender que esto estaba pasando al mismo momento en el que millones de personas disfrutaban de los goles de Kempes. Como alguien nacido en democracia puede conocer y analizar lo acontecido durante la última dictadura cívico-militar en nuestro país desde la lejanía que nos da el no haber transitado esos años. 

Con el paso del tiempo y el recorrido por los activismos empecé a entender que las formas de la violencia son múltiples, y a su vez que la reacción social frente a ellas siempre es distinta, dispar y a veces muy cercana a la negación. Es por esa razón que hoy puedo decir que formo parte de la generación que está  presenciando un mundial de fútbol en un país donde se vulneran los derechos humanos fundamentales de las mujeres y de la comunidad LGBTI. 

Uno de los eventos deportivos más importantes de la sociedad occidental se dá en el marco en donde encarcelan, golpean y ejecutan a hombres por tener relaciones sexuales con otros hombres, y en donde las mujeres son juridicamente tuteladas.

Alguna vez pensé que a las madres de la Plaza de Mayo les tocó, entre otras miles de contrariedades, un tiempo en donde la comunicación no tenía las posibilidades que tenemos hoy, en ese entonces eran pocos los periodistas que querían y podían decir algo, más aún, los recursos técnicos no abundaban. Recuerdo valorar las rondas de Hebe de Bonafini en Plaza de Mayo, y las rondas de todas las madres en todas las otras plazas del país, como un acto que construyó desde la precariedad las herramientas más sólidas y fuertes para luchar contra la impunidad y el olvido. 

Caminar alrededor de una plaza, haciendo del movimiento rotativo de la física una construcción profundamente política fue una de las tantas maneras de construir sentidos, de buscar justicia y hacer democracia. En este presente, en donde cada persona puede ser en sí misma un medio de comunicación, aquellas violaciones de los derechos humanos que no se escuchan ni se ven ya no pueden tener como motivos la falta de herramientas. Debemos aceptar que miramos para otro lado, como lo hicieron todos y cada uno de los hombres empresarios que representan y manejan el fútbol a nivel mundial.

Un mundo dentro de muchos mundos 

Es cierto que el fútbol  es un negocio millonario, y como tal,  un espacio de hipermasculinidad en donde mujeres y comunidad LGBTI  van teniendo presencia a fuerza de presión e insistencia. Y también como resultados de luchas previas por el reconocimiento de derechos fundamentales. 

Ahora bien, también el fútbol es el vínculo entre familias que crecieron alrededor de los partidos de Maradona, y es el juego que cualquier persona puede jugar, porque basta con un poco de ingenio para fabricar una pelota, imaginar un arco y lanzarse a correr. 

Es un trabajo para miles de personas, es el recuerdo del partido compartido con el familiar que ya no está, y en nuestro país, es un modo de ser feliz en compañía con otros.  Entonces dentro del universo del mundial, muchos festejamos que por primera vez para nuestro país una dupla de mujeres relata un partido del mundial, Lola del Carril y Angela Lerena hacen historia durante el partido de Suiza-Camerún. 

Y quizás el único modo que tenemos para seguir adelante a pesar de la injusticia estructural que un evento a escala global nos muestra, es hacer mentalmente recortes, o mejor dicho, hacer pie en nuestros mundos dentro de otros mundos, todos alojados en este mismo suelo común que compartimos como humanidad. 

Firmar en disconformidad

Son pocas las personas que pudieron decir rotundamente No al mundial de fútbol. Shakira y Dua Lipa fueron de las figuras más reconocidas en rechazar formar parte del evento artístico debido a la situación del país en cuanto a la garantía de los DD.HH. En un sentido opuesto, Maluma sí cantó y protagonizó una incómoda entrevista en la cual terminó retirándose ante la pregunta  del periodista sobre este punto.

Resulta llamativo ver cómo el posicionamiento de Maluma es absolutamente común y comprensible en términos de un artista y su trabajo, y quizás es porque no sabemos muy bien qué, cómo o cuánto exigir en este juego, porque las reglas del mismo están pautadas y selladas a partir de un pacto de caballeros, y este tipo de pactos todo lo que se exija se muestra como un exceso. Maluma, como buen varon cis heterosexual exclamó “Si algunos no quisieron venir es su problema, pero yo estoy acá enfrentando la realidad y llevando luz al mundo entero”. 

Por otro lado, la selección alemana posó para la clásica  foto de equipo, pero lo hizo tapándose la boca en señal de protesta porque no los dejaron usar un brazalete con la bandera arcoiris. Varios periodistas se animaron a usar ese brazalete y algunos hinchas denunciaron que les prohibieron la entrada a los estadios por llevar remeras o banderas que refieren a la diversidad. A estas micro resistencias se le suman el universo de memes y chistes que nos hacemos a diario para burlarnos de lo absurdas y violentas que son las leyes que rige la vida de esta otra gente que bien podríamos ser nosotros. 

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No está claro que podemos exigir o que no en materia de gestos y mensajes políticos. Muchas personas no sabemos muy bien cómo resolver el debate interno que genera disfrutar de algo sobre el olvido de otras cosas, “a cada cual según su necesidades” dice una frase que busca ser un criterio de justicia, “a cada cual según su sensibilidad” me gustaría parafrasear. A sabiendas de que la sensibilidad también se dice de muchas maneras, y de que incluso también puede ser un privilegio. 

Entre tantas incertidumbres resulta necesario postular alguna certeza, un suelo firme aunque sea pequeño, necesitamos hablar sobre lo que está pasando. En Qatar se vulneran los derechos humanos de mujeres y comunidad LGBTI, lo repito como un loop, esperando que circule con la fuerza de sentido que las madres de Plaza de Mayo nos enseñaron y que en ese movimiento de rotación haga que ese hecho importe cada vez más a mayor cantidad de personas. 

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