Cuando lloran los varones heterosexuales

Por Los Nenes No Lloran

Tras la victoria de Argentina sobre Brasil por la Copa América, las redes fueron un hervidero donde el tema prácticamente excluyente fue el fútbol. En muchas de las cosas que circularon, hubo grandes reflexiones sobre cómo el deporte es uno de los lugares en los que más se perpetúa el modelo de la masculinidad tradicional y muchas de sus características más violentas, análisis más que acertado.

En mi casa nunca se miraba fútbol, excepto para los partidos del mundial, en los que todos nos sentábamos alrededor del televisor y gritábamos extasiados cada gol como si tuviéramos la más pálida idea de lo que estaba pasando en el partido. Tengo recuerdos muy frescos del mundial de Japón, en los que mis papas me despertaban a la madrugada para ir a ver el partido a la habitación con ellos. Odiaba el fútbol, pero incluso a pesar de eso me dio algunos de los recuerdos más lindos de mi infancia.

Si un varón homosexual que nunca en vida le dio un golpe a una pelota tiene recuerdos tan lindos vinculados al futbol, ¿Qué es lo que pasará en la cabeza de otros varones que lo juegan o consumen semanalmente desde que tienen memoria?.

Cuando falleció Maradona escribí uno de los mails más difíciles que me tocó escribir desde que empecé Los Nenes No Lloran. En ese Newsletter, entre otras cosas, decía que el fútbol estaba íntimamente vinculado a la idea de nación que toda una generación de argentinos tenía. Cuando apenas estaban saliendo de los terrores de la dictadura y nuestra democracia parecía tan frágil como una hoja de papel, el mundial del 86 les dio una razón para creer en las cosas que este país podría lograr, una razón para tener autoestima cada vez que se cruzaran con la bandera en algún edificio público. Ganar ese mundial fue como descubrir que a pesar de todo había razones para sentirse orgullosos de lo que eran

La final de la Copa América va tener un efecto para nosotros casi idéntico a lo que el mundial del 86 tuvo para la generación anterior a la nuestra. En el medio de una pandemia que destruyó nuestras normalidades y nos arrebató a amigos y seres queridos, en el medio de una crisis social y económica que no deja de empobrecernos a todos y todas, en el medio de un momento de profunda incertidumbre que parece no tener final, un partido de fútbol nos hizo sentir que todavía hay lugar para la alegría y la esperanza en el medio de esta pesadilla, que quizás haya razones para creer que pronto vamos a ser felices otra vez.

Los festejos en las calles de todo el país de anoche fueron auténticamente catárticos. La gente necesitaba esto, necesitaba volver a encontrarse con sus amigos y familiares y fundirse en un abrazo con lágrimas. Necesitaba volver a entusiasmarse con la idea de que haber nacido en este suelo capaz valió la pena después de todo. La autoestima es un ingrediente fundamental en el desarrollo sano de cualquier individuo y de cualquier sociedad. El sábado recuperamos un poco de la autoestima luego de muchos años de tenerla muy golpeada.

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Festejos en Tucumán

¿Es el fútbol un lugar violento que reproduce mucho de lo peor de la masculinidad hegemónica?

Si, lo es. La realidad es que no debe haber en el fútbol mucha más masculinidad tradicional de la que hay en prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida en sociedad. Nos chocamos con la masculinidad tóxica en nuestros trabajos, en las escuelas, en la universidad, en nuestra familia e incluso en los lugares a los que vamos creyendo que podemos huir de ella. ¿Por qué en el fútbol eso iba a ser distinto?.

Está claro que la diferencia entre el fútbol y todos esos otros ámbitos es que este deporte tiene muchísima más capacidad para reproducir los mandatos violentos que otras actividades. Pero también es cierto que lo mismo ocurriría si el caso fuese otro: en algún universo paralelo en el que los torneos de ajedrez son el deporte mundial, seguramente ahí también la masculinidad tradicional usa a los ajedrecistas para reproducirse.

Al igual que en muchas otras cosas el fútbol no es más que un espacio de disputa, un lugar al que tenemos que acercarnos para poder cambiar aquellos aspectos del mismo que siguen reproduciendo nuestras opresiones. Y si nos ponemos a pensar, hay incluso muchísimas cosas sobre las que ya podemos trabajar.

Hubo dos momentos del partido de ayer que me emocionaron muchísimo: el primero de ellos fue cuando luego de terminado el encuentro Neymar se acercó a Messi para abrazarlo y reconocer su victoria. Los dos se fundieron en un abrazo entre lágrimas frente a una audiencia mundial minutos después de haber estado atacándose mutuamente durante 90 minutos. Ese pequeño acto sintetiza lo mejor de la naturaleza humana y es muchísimo más que algo motivado por el fair play. La masculinidad hegemónica nos dice que tenemos que ser guerreros dispuestos a liquidar a nuestros enemigos sin piedad y con la mayor violencia posible. Reconocer a nuestros a rivales como humanos, amigarnos con ellos y ser capaces de dejar atrás la necesidad de humillarlos es un golpe mortal contra la ideología de la masculinidad tóxica.

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En otro momento del festejo, Messi se sentó en el césped de la cancha y se dedicó a video llamar a sus hijos, a su esposa y a su padre. En las fotos se lo ve con algo que no puede ser descrito de otra forma que una sonrisa de un nene de 8 años. Se lo ve sosteniendo la medalla frente a la cámara como un niño que le muestra a su mamá un buen boletín de calificaciones. Messi, el mejor jugador del mundo, transformado en un niño sin prejuicios, violencia o revanchismos. No puede haber nada de masculinidad tóxica en la sonrisa de un nene de 8 años.

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Creo que muchos de los que pasamos nuestra vida enojados con el fútbol tenemos derecho a estarlo. Ese enojo muchas veces está vinculado a episodios puntuales de nuestra existencia que nos son dolorosos. Nadie puede pedirnos que nos deshagamos de ese dolor como si nunca hubiese existido. Pero si lo que somos es activistas que quieren generar un positivo en la sociedad, entonces esa intención viene también con obligaciones que tenemos que abordar. Ningún cambio es posible si se va en contra de lo que le trae felicidad a millones que hasta entonces estaban deprimidos. 

Es fácil concentrarse en las cosas negativas de todo lo que estuvo pasando estos días. Es completamente cierto (y repudiable) que hubo festejos con cantos homo-odiantes, que hubo referencias al sexo como un acto violento y de dominación, que hubo algo de racismo y de xenofobia, entre muchas otras cosas. Nadie podría negar estas cuestiones. Lo único que digo, es que quizás también valga la pena ver que es lo que pasa en otras dimensiones del fenómeno.

Ayer vi la transmisión del partido por la Televisión Pública de Argentina, igual que la gran mayoría del país. Por primera vez, entre los relatores de una final de la selección estuvo incluida también una periodista mujer: Angela Lerena. Muchos criticaron este cambio en las semanas anteriores al inicio de la Copa América. El machismo del fútbol no podía permitirse que una mujer entrará a un lugar que es solo de hombres. Y sin embargo, ayer decenas de millones de argentinos y argentinas escucharon el gol que los consagró campeón relatado por una voz femenina. Quizás, después de todo, el fútbol pueda dejar de ser un lugar solo de hombres hegemónicos. Quizás incluso pueda ser un lugar que impulse a muchos hombres hegemónicos a dejar de serlo.

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Angela Lerena. Periodista.

El sábado pasado, por primera vez escribí: “Me siento agradecido de ser argentino”. No hay nada de masculinidad tóxica en poder sentir orgullo de lo que sos.


Los Nenes No Lloran es un newsletter que sale todos los domingos. Aborda masculinidades, diversidad sexual o cultura pop, cuestionando ese mandato.

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  1. El fútbol es, como todo acontecimiento cultural y social, un espacio de disputa. Una disputa que vale la pena dar: hay mucho por ganar. Gracias por incluirme en un texto tan lindo.

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