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Cuando La Casa Histórica de Tucumán se convirtió en nuestra casa

El 22 de diciembre de 2022, el actual equipo de la Casa Histórica – Museo Nacional de la Independencia renovó su propuesta museográfica a partir de un guión más abierto y democrático. En efecto, a través de una perspectiva museográfica crítica, y en articulación con el Ministerio de Cultura de la Nación, la Coordinadora del Área de Investigación del Museo Valentina Mitrovich hizo referencia en una entrevista para La Nota sobre los cambios que implementaron para elaborar la nueva muestra, entre los que se destacan la inclusividad, tanto de voces como de audiencias, la problematización del patrimonio, la activación de nuevas tecnologías y, entre otros, la incorporación de una perspectiva local. A su vez, aprovechamos la oportunidad para reflexionar en torno al rol de los museos hoy y, pese a que se trata de un museo nacional de atracción turística, su relación con su comunidad. 

En Tucumán llaman a la Casa Histórica – Museo Nacional de la Independencia como La Casa Histórica a secas. Es más, creo que ese mote resuena desde hace décadas en el imaginario colectivo local alrededor de ese emblemático lugar, cuyo territorio albergó sucesos que dan cuenta de nuestra historia como nación, pero también de posibles historias sobre Tucumán y su entorno. 

Casa; morada, hogar. Histórica; verificable y ¿verdadera?

El 22 de diciembre de 2022, luego de un proceso de casi un año de arduo trabajo, y con una instancia intermedia de inauguración durante el 9 de julio del mismo año, La Casa Histórica abrió las puertas de sus salas renovadas con el ánimo de actualizar la propuesta museográfica y, consecuentemente, resignificar el proceso histórico que dio lugar a la soberanía nacional de nuestro actual país. Al respecto, a más de doscientos años de la Declaración de la Independencia, y en medio de un convulsionado panorama global con múltiples crisis políticas, económicas, sociales y ambientales, parece oportuno preguntarse sobre la configuración de posibles abordajes historiográficos contemporáneos y, probablemente más aún, qué objetivos persiguen en articulación con el vasto compendio de la museografía actual. 

La Casa Histórica – Museo Nacional de la Independencia es el tercer museo más visitado del país y es el único Museo Nacional que alberga la provincia. Así, la casita de Tucumán es prácticamente un paso obligado para cada turista y forasterx que pisa suelo tucumano, pero ¿qué pasa en Tucumán? Insisto en este punto por varias razones. La más evidente de ellas es porque escribo desde Tucumán y para tucumanxs, claro. Es más, en el momento en el que adquirí el compromiso de hacer esta nota empecé a preguntar a cuantxs conocidxs y amigxs me sentí autorizada de interrogar por WhatsApp, qué relación o pensamiento tuvieron o tienen en torno a La Casa Histórica. Al respecto, logré un compendio de experiencias constituido por las respuestas de varixs trabajadorxs (de diferentes oficios y profesiones) de entre 30 y 50 años, puesto que es el rango etario de la gente con la que me relaciono mayormente.

Las respuestas, sin sorpresas, no pudieron ser más diversas. Un par de personas manifestaron no conocerla y/o que no les interesa y, a su vez, varias mencionaron que fueron una o dos veces y que les pareció una experiencia aburrida y solemne. Por otro lado, pero en esa misma línea, alguien expresó que el pasado le parecía una pérdida de tiempo y que no le interesaban los museos en general. Sin embargo, y en contraposición, algunas de las respuestas fueron más positivas, incluso en la mitad de ellas señalaron que experimentaron relaciones más cercanas y hasta laborales y afectivas. Al respecto, decidí adjuntar la siguiente respuesta: 

De niña y adolescente, a través de la escuela Sarmiento, iba a La Casa Histórica todos los años. Sin embargo, el valor que hoy aprecio por ese lugar no se parece al que percibía de niña durante los actos celebratorios de la independencia, cada 9 de julio, al calor del sol y de los relieves de Lola Mora. Me acuerdo que en ese entonces me perdía en esas obras escultóricas porque los actos eran en el patio trasero, es más, no recuerdo muy bien qué manifestaban en los discursos, porque me quedaba petrificada mirando las expresiones de las personas retratadas en los muros, pero sabía que se trataba del lugar en el que se inició el proceso de independencia de nuestro país y que la razón que nos albergaba allí estaba relacionada con ese momento histórico. Así comenzó su respuesta, Julieta (37 años) quien se desempeña como profesional de la comunicación en diferentes ámbitos laborales.

Por supuesto que los resultados de mi humilde encuesta son obsoletos y muy pretenciosos para arrojar una posible lectura sobre las relaciones de lxs tucumanxs con La Casa Histórica, no obstante, me interesa destacar, por un lado, el siguiente punto; parte de la experiencia que acabo de citar supone cierto privilegio a través de una escuela que, anualmente, participa o participaba de los actos del 9 de julio en La Casa Histórica. No obstante, también me parece importante señalar que -en general- las posibilidades de vincularse con cualquier espacio museístico implican una serie de competencias que suelen generar distinciones de oportunidades e incluso de clase. En efecto, desde la perspectiva de Pierre Bourdieu, los consumos culturales del siglo XX (entre ellos los museos) funcionaron como termómetros de luchas simbólicas por la apropiación de diferentes capitales y sentidos de las sociedades capitalistas. Sin embargo, actualmente dichos postulados son discutidos por trabajadorxs y hacedorxs culturales que persiguen ampliar el alcance de las producciones, a través de políticas que buscan no sólo convocar públicos más diversos sino también persuadirlos para que participen con un rol más activo y, en algunos casos, que se perciban como coautorxs de sus propuestas. Al respecto, desde la actual Dirección Nacional de Museos señalan que entre sus objetivos se encuentra que los museos se transformen en espacios públicos de circulación de saberes, que promuevan y fomenten un acceso democratizador a la cultura, a través de propuestas asequibles e inclusivas.

Al respecto, entonces, si actualmente se busca ampliar el alcance de los museos, y que interactúen con su entorno, me surgen las siguientes preguntas ¿es posible un proyecto de museo que convoque a más tucumanxs a conocer y, en el mejor de los casos, identificarse e involucrarse con La Casa Histórica? ¿Cómo acercar a las infancias para que se interesen por los procesos históricos?¿Qué políticas inclusivas se pueden aplicar en relación a las discapacidades? ¿Qué abordajes resultan posibles desde una ciencia que mira al pasado, pero que, inevitablemente, es atravesada por el presente de quienes la abordan (y de quienes observan sus productos) articulándose con una perspectiva museográfica? 

Nueva gestión, nuevo Museo

Desde enero de 2019, la Lic. María Cecilia Guerra Orozco es la Directora de La Casa Histórica. “Este lugar tiene un sentido muy significativo en mi vida y en mis estudios como historiadora (…) es un símbolo muy importante para los argentinos y, especialmente, para los tucumanos, que la sentimos muy cerca”, manifestó para el medio Primera Fuente apenas entró en funciones. Entre las modificaciones implementadas a partir de su gestión se puede señalar desde el cambio de nombre de Museo Nacional Casa Histórica de la Independencia por el de Casa Histórica – Museo Nacional de la Independencia (2020), hasta un largo listado de actividades que se articularon con nuevas voces y discursos sociales, culturales y políticos, cuyas propuestas pusieron en escena una vasta producción de sentido desde otros ámbitos de intervención cultural. 

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La Directora de La Casa Histórica Cecilia Guerra inaugurando la nueva muestra museográfica. Fotografía Mariano Ghiotto

Al respecto, resulta ineludible mencionar que también se transitaron situaciones complicadas como las que se dieron en el marco de dos eventos artísticos -concretamente en torno a dos obras situadas en diferentes contextos vinculados al arte contemporáneo local-, a partir de una serie de reacciones violentas y de un fuerte linchamiento mediático, tanto a nivel provincial como a nivel nacional, de parte de algunos sectores conservadores, neoliberales y patriarcales que no solo violentaron a las producciones, sino también a las artistas y a lxs trabajadorxs del Museo. Sin embargo, no fue la primera vez que La Casa Histórica protagonizó sucesos que despertaron discordia y probablemente no serán los últimos.

Otra forma de contar

Desde la década del cuarenta, La Casa Histórica activó una serie de relatos alrededor de un hecho histórico que interpela, en principio, a todxs lxs argentinxs. En efecto, la razón que la posicionó como Museo Nacional fue que el 9 de julio de 1816 funcionó como sede del Congreso que declaró la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. No obstante, el edificio también se desempeñó como casa de familia de élite colonial, como almacén de guerra, como aduana, como sede del correo y de un juzgado federal, hasta que, en el año 1941, se lo declaró Monumento Nacional. “El largo listado de funciones destacadas que tuvo La Casa Histórica no se dio casualmente; Tucumán fue un lugar estratégico y fundamental durante el proceso de conformación del Estado Nacional, el cual culminó varias décadas después de la declaración de la independencia y en el que participaron múltiples actores que no fueron considerados en los anteriores relatos historiográficos inscriptos en el Museo”, señaló la historiadora Valentina Mitrovich, Coordinadora del Área de Investigación del Museo que, junto a su colega Juan Pablo Bulacio, realizó la curaduría del nuevo guión museográfico y su respectiva investigación. En efecto, a lo largo del 2022, lxs trabajadorxs del Museo se abocaron al desafío de generar una propuesta museográfica distribuida en cinco salas a partir de un guión que, sin perder de vista los aportes historiográficos en torno al proceso independentista, sume una mirada social y crítica que habilite un diálogo más fluido y posible entre el pasado y el presente.

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Lxs historiadorxs y curadorxs de la nueva muestra Valentina Mitrovich y Juan Pablo Bulacio. Fotografía Mariano Ghiotto

A su vez, la inauguración del 27 de diciembre fue celebrada con un acto que contó con la presencia de autoridades tanto nacionales como provinciales: el Ministro de Cultura de la Nación Tristán Bauer; la Secretaria de Patrimonio Cultural Valeria González; la Directora Nacional de Museos María Isabel Baldasarre; el senador Pablo Yedlin, el Gobernador de Tucumán Osvaldo Jaldo y, entre otrxs, la Vicerrectora de la UNT Dra. Mercedes Leal. “Fue un gran evento a nivel nacional, cuya cobertura contó con diversos medios de comunicación del país, y en el que también participaron integrantes de comunidades originarias como Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita de Tucumán, con las que trabajamos para construir el nuevo guión. Así, el resultado fue una compleja y rica articulación de diferentes voces y gestiones, tanto a nivel nacional como local”, destacó Mitrovich enfatizando que el proceso fue colectivo y colaborativo, debido a que implementaron un modo de trabajo reflexivo (pero no por ello exento de tensiones y concesiones), a partir de mesas de diálogo y diversas instancias de trabajo dentro y fuera del Museo, como, por ejemplo, con las comunidades que colaboraron compartiendo su voz y su mirada para construir un relato abierto que integre, por primera vez, parte de la mirada local en el guión museográfico.

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Valentina Mitrovich y el Ministro de Cultura de la Nación Tristán Bauer durante la inauguración. Fotografía Mariano Ghiotto
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Valeria González, Tristán Bauer y Cecilia Guerra durante la inauguración. Fotografía Mariano Ghiotto

Por otro lado, la celebración fue acompañada por la instalación visual Azul prusia y naranjas agrias, de la artista Lucrecia Lionti, cuyo desarrollo fue impulsado por el programa Activar Patrimonio del Ministerio de Cultura de la Nación. La misma tuvo lugar en el patio trasero de La Casa Histórica, a partir de una intervención que la artista realizó en uno de los naranjos, cuya copa llenó de diversas bolsas de recolección, confeccionadas con estampas xilográficas. Las mismas, a su vez, fueron realizadas por varias personas que se acercaron al Museo a través de una invitación de Lionti para estampar, colectivamente, representaciones tanto de imágenes fotográficas como de objetos y textos que forman parte del patrimonio del Museo. 

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Azul prusia y naranjas agrias, Instalación visual de Lucrecia Lionti

Tanto Valentina como Juan Pablo, lxs curadorxs, coordinaron todas las áreas de trabajo, entre ellas, la del trabajo articulado con la Dirección Nacional de Museos; la diseñadora de las exhibiciones de los museos nacionales Valeria Keller, la encargada de contenidos Candela Gómez y el diseñador Rodrigo Broner. Por otra parte, la museóloga Ana Oliva se encargó de diseñar dispositivos más amigables e inclusivos, dos objetivos para los que también se trabajó con una asociación de personas con síndrome TEA, en relación a las paletas de colores y los sonidos situados en las instalaciones. En cuanto al diseño, Maxi Caram se encargó de una parte de su ejecución, en tanto Mariana Romano estuvo a cargo de la parte educativa.

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Parte de equipo que trabajó para la nueva propuesta museográfica de La Casa Histórica. Fotografía Mariano Ghiotto

Sorteando la hegemonía espectatorial

Uno de los ejes transversales de la nueva propuesta fue ampliar la accesibilidad y diversificar la inclusión de públicos que no responden a los parámetros sociales hegemónicos. Al respecto, por un lado, se habilitaron los espacios para la circulación de sillas de rueda y, por otro, se sumaron dispositivos y formatos que amplifican las experiencias espectatoriales alrededor de otros sentidos (además del visual), como el auditivo, el táctil y el olfativo, razón por la que se integraron, por un lado, textos en braille cuya traducción las hicieron Mabel Catania y María Fernández y, por otro, piezas sonoras e impresiones en 3D de piezas/objetos en escala (como, por ejemplo, de los murales de Lola Mora y de la escultura La Libertad) dispuestos sobre grandes mesones de baja altura, con el fin de invitar a lxs espectadores, en especial a lxs no videntes, a interactuar con las piezas y tocarlas; “con la accesibilidad como una premisa y parte integral del recorrido, queremos que lxs espectadorxs puedan vivenciar la exposición desde una experiencia participativa, crítica e innovadora, involucrándose con las temáticas propuestas, a través de nuevas tecnologías y recursos didácticos”, indicó Mitrovich destacando, a su vez, el valioso aporte que hicieron lxs diferentes profesionales que intervinieron en el diseño y en la ejecución de estos dispositivos, entre ellxs, Javier Díaz que se encargó de las impresiones 3D y que, junto a Alina Bardavid, diseñó y llevó a cabo la realización de las piezas audiovisuales. “Nos pareció muy importante atender parte de las demandas actuales alrededor de la tecnología, porque, pese a que en muchas oportunidades nos desborda, hoy forma parte de nuestro vivir cotidiano, por lo que tratamos de hacer una muestra interactiva y abierta para que el público participe activamente”, indicó la curadora.

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Instalaciones sala uno. Fotografía Mariano Ghiotto
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Instalaciones sala uno. Fotografía Mariano Ghiotto

Cinco de las seis salas que integran la nueva exhibición dan cuenta del proceso histórico que implicó la consumación de nuestra soberanía nacional, en tanto la sexta sala funciona como un espacio de recreación y descanso para las familias o grupos integrados con niñxs. A su vez, en el mismo se puede ver la serie animada Lola y Choko y jugar con un nuevo videojuego, realizado por Sebastián Barros, cuya temática se relaciona con la Batalla de Tucumán.

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Así luce la sala seis, dirigida a las familias e infancias. Fotografía Mariano Ghiotto

Salas renovadas

La propuesta curatorial arranca, previsiblemente, en la sala uno, cuya temática cuenta la historia de la edificación de la casa desde sus orígenes hasta convertirse en el actual Museo. Al respecto, Mitrovich indicó que uno de interrogantes que contemplaron, en relación a los intereses manifiestos por lxs expectadorxs, fue en torno a la mirada que La Casa Histórica generó sobre sí misma; ¿Se trata de un espacio de memoria histórica o de un dispositivo histórico de narración colonial? En efecto, esta pregunta funcionó como uno de los puntos de partida para reflexionar sobre el abordaje narrativo del nuevo guión. “La temática de esta sala era una deuda pendiente, porque las preguntas alrededor de la historia de la casa (tanto desde un punto de vista estético como funcional) eran una constante entre lxs espectadorxs, entonces, activamos una museografía que interpela a través de preguntas dispuestas desde el comienzo del recorrido, pero, sobre todo, partiendo desde el presente; ¿esta casa siempre fue así? o ¿cómo llegó a ser el lugar donde se congregó el Congreso?”, explicó la curadora. 

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  Fotografía del Frente de la Casa Histórica fue tomada en 1869 por el italiano Ángel Paganelli

Otro aspecto que la historiadora destacó de la primera sala fue que los textos que se encuentran allí se estructuraron a partir de un enunciador ameno que posiciona a La Casa como narradora en primera persona; De mí solo quedó el Salón de la Jura, por ejemplo. En efecto, La Casa, a través de su propia historia, fue testigo de una parte de los relatos que se elaboraron sobre las experiencias albergadas en sus instalaciones. En esa línea, la información sistematizada, a través de documentos integrados por textos e imágenes fotográficas y audiovisuales, da cuenta de la historia arquitectónica y funcional que tuvo desde sus orígenes. “La Casa se reconstruyó durante la década del cuarenta. Es decir, este lugar, así como lo vemos hoy,  no fue el original, sino que tiene menos de 100 años de existencia. No obstante, lo único que se conserva de la construcción original es el Salón de la Jura. En este sentido,  el año 1943 fue un año clave porque después de la creación de la Comisión Nacional de Lugares y Monumentos Históricos (en un contexto particular de la Argentina, protagonizado por un tercer golpe de Estado y a través de la intervención de Pedro Ramírez) se decide recuperar algunos de los edificios que simbolizaban aspectos patrióticos de nuestro joven país. Entonces,  gracias a que, por un lado, se realizaron una serie de excavaciones (dirigidas por Mario José Buschiazzo, un arquitecto que contaba con una perspectiva histórica muy importante), y a que se contaba, por otro, con las fotografías del italiano Ángel Paganelli, se pudo reconstruir la casa con la fachada original”, remarcó Mitrovich destacando también que entre la documentación histórica exhibida se encuentran réplicas de los planos arquitectónicos, algunas fotografías de Paganelli (con una respectiva réplica del negativo en colodión húmedo) y una instalación que da cuenta simbólicamente sobre el reclamo del pueblo exigiendo que La Casa vuelva a lucir como lo hizo en el momento en que se declaró la independencia.

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Valentina Mitrovich junto a la instalación sobre el reclamo popular. Fotografía Mariano Ghiotto

Templete, correo y monumento

En efecto, la curadora se refirió a la reconstrucción de la década del 40, porque, a principios del siglo XX, y durante la segunda presidencia de Julio Roca, La Casa transcurrió por uno de los momentos más llamativos de su historia. Al respecto, cito un fragmento de un texto del artista, curador y escritor tucumano Gaspar Nuñez, que fue publicado en la revista Las gárgolas

“(…) la Casa Histórica de la Independencia fue demolida casi por completo a principio de siglo pasado, momento en que se construyó un templete con techo de cristal que albergó la única porción original que se conserva hasta hoy día: la Sala de la Jura. Es precisamente en ese periodo en que gana el mote de ‘casita de Tucumán’ ante la verborragia turista”. En efecto, “(…) el templete era un gradiente, una especie de bisagra entre lo sagrado de la sala y lo profano de la calle, o un puente entre lo hermético e inamovible del interior y lo abierto fluctuante del exterior, y así una larga seguidilla de duplas opuestas. Pero, sobre todo, su función primordial radicaba en la consolidación de un lugar silente, sin una historia que contar y que enmudeciera su ideología hasta que parezca que no es tal; donde el templete ya no fuera mediación sino vacío pleno, que, por contraste, destaque los aspectos augustos, honorables y fundamentales del adobe con tejas a dos aguas que permanecía exhibido: la Sala.

El templete funcionaba entonces a modo de una hipérbole que se enmudece a sí para que lo otro se pronuncie con mayor ímpetu”.

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Sala de la Jura dentro del templete, año 1916. Foto del Archivo de La Gaceta.

Ciertamente, el análisis de Núñez guarda correspondencia con el momento histórico en el que Julio Roca gestionó la demolición de La Casa para levantar un palacete de estilo francés, cuya estética era reconocible en el estilo de una buena parte de las construcciones que se edificaron en aquella época, como, por ejemplo, la Casa de Gobierno de nuestra provincia. “Es importante tener en cuenta que en esos momentos el ideario político era la modernidad del progreso. En esta línea, la monumentalidad, de alguna manera, funcionaba como un recurso que lo evidenciaba y La Casa Histórica era un lugar y un símbolo notable que ‘debía’ adaptarse a esa tendencia”, remarcó Mitrovich. En efecto, el progresismo como campo ideológico de finales del siglo XIX adoptó un accionar político que, acompañado de un amplio sistema de representación, supo darle la espalda violentamente al pasado originario de nuestras tierras australes, tomando como norte los modelos políticos y culturales europeos. Un claro ejemplo de ello fueron las llamadas “Conquistas del desierto”, dirigidas también por Julio Roca, cuyos objetivos fueron tanto la expropiación de tierras y recursos naturales como el exterminio indígena de una parte de las actuales regiones pampeanas y patagónicas argentinas.

No obstante, la sala uno no sólo da cuenta del episodio del palacete francés a través de textos y fotografías, sino que también provee un inédito material audiovisual, aportado por el coleccionista y docente de cine de la Universidad de Mar del Plata Carlos Müller; “gracias a la donación de una familia de los años treinta, contamos con un material en el que por primera vez vemos el templete en movimiento. Este material es riquísimo, puesto que también representa distintos puntos centrales de la ciudad de San Miguel de Tucumán, entonces se trata de una novedosa reliquia para contar parte de la historia de La Casa y de la ciudad durante esa época”, añadió. 

Otro de los aportes documentales que sumó la investigación de Mitrovich y Bulacio a la misma sala fueron varias postales provistas por el coleccionista Eduardo Iglesias, cuyas fotografías también contribuyeron para elaborar un imaginario histórico alrededor de la ciudad y su movimiento cotidiano a principios del siglo XX. “Entre las imágenes de las postales se puede apreciar un jardín diseñado por Carlos Thays, el paisajista francés que diseñó posteriormente el Parque 9 de Julio y los Bosques de Palermo en Buenos Aires”

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Frente de la casa cuando fue sede de correo. Gentileza Casa Histórica

Sin embargo, previamente al templete, La Casa también funcionó como sede de correo y telégrafo y, si bien el edificio sufrió alteraciones estéticas en la fachada, a partir de un estilo neoclásico, no fueron tan dramáticas como las del palacete francés. “Más allá de los cambios estéticos que sufrió La Casa en este momento, nos interesa poner en relieve el escenario laboral a través de fotografías de lxs trabajadorxs de ese contexto histórico, puesto que a partir de las primeras presidencias, es decir las de Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento y Nicolás Avellaneda, se terminó de consolidar el Estado argentino. Referido a eso, en el año 1862, el Estado compró la casa y creó el correo para dar inicio a un período en el que las comunicaciones y el transporte estaban a la orden del día, en sintonía con la creación de los telégrafos que conectaron las líneas de todo el país”, agregó. En este sentido, la diversidad de funciones que tuvo La Casa  se la puede entender como una especie de termómetro de valoración política, cultural y económica, no obstante, si nos remitimos a otros aspectos, como, por ejemplo, las transformaciones edilicias señaladas anteriormente, es posible apreciar notables cambios de época signados por el poder de turno y su correspondiente línea política. 

La presencia de las mujeres en el proceso independentista

Desde la sala dos hasta la cinco se sugiere un recorrido por la historia de la independencia, comenzando por la colonización y la conquista española en el territorio americano, pero partiendo desde Tucumán. Al respecto, entre los desafíos dispuestos para construir la nueva propuesta museográfica se destaca la de visibilizar problemáticas que durante un largo período fueron olvidadas, razón por la que pusieron en discusión distintos aspectos de las narrativas hegemónicas sobre la Independencia, entre ellos, la ausencia de los roles de las mujeres. “Si bien las mujeres no tenían derechos civiles, y mucho menos políticos, encontraron el modo de circular y colaborar de diferentes maneras a la lucha por la independencia y posterior consolidación del Estado Nacional”, indicó Mitrovich antes de señalar que se incorporó a la muestra, por primera vez, una referencia sobre María Remedios del Valle, una figura clave en la Batalla de Tucumán que no solo luchó por la causa política bajo la doble opresión de ser mujer y negra en ese contexto, sino que también fue la primera mujer capitana de un ejército. “Hace dos años el Ministerio de Cultura lanzó un concurso para recrear o más bien repensar la imagen de María Remedios del Valle, siendo la imagen ganadora la propuesta por Gisela Banzer. La pieza original está exhibida en la Casa Rosada, razón por la que gestionamos una copia digital a través de la Dirección de Comunidades del Ministerio de Cultura”, detalló. 

Retrato ganador de María Remedios del Valle de Gisela Banzer. Fotografía Mariano Ghiotto

A su vez, Mitrovich destacó que las mujeres que vivieron durante el conflicto de la independencia no sólo eran amas de casa, madres e hijas, sino que tuvieron una participación decisiva a lo largo del proceso. “Además de participar en el campo de la guerra, también hubo mujeres, como Mariquita Sánchez de Thompson, que hacían inteligencia política en espacios en los que podían circular sin dificultades, como, por ejemplo, las tertulias”, señaló. En efecto, muchas mujeres con recursos económicos y de gestión reunían dinero y/o donaban sus joyas como aportes económicos para las tropas, en tanto también colaboraban con mano de obra para confeccionar los trajes de los soldados y los símbolos patrios (como coser y bordar banderas, por ejemplo). Al respecto, la curadora señala un fragmento de una carta de 1812 dirigida a Manuel Belgrano -de uno de los tantos textos que se pueden apreciar en las diferentes salas-: Y cuando el alborozo público se lleve hasta el seno de la familia la nueva noticia de la victoria, podrán decir en la exacta exaltación de su entusiasmo, yo arme el brazo de ese valiente que aseguró su gloria y nuestra libertad. “Creo que esa frase demuestra muy claramente que la participación de las mujeres no fue pasiva y que sabían que por su género no podían tener un nombre público ni aparecer. Pero de alguna manera estaban, definitivamente estaban”, resaltó. 

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Lola Mora con su vestimenta de trabajo, en su taller provisorio instalado en el Paseo de Julio, Buenos Aires, enero de 1903.

Por otro lado, si bien su vida y su legado artístico más destacado tuvieron lugar casi cien años después del proceso independentista, Lola Mora también forma parte de la muestra en la sala uno, puesto que los murales de su autoría que se encuentran en el tercer patio, fueron encargados por Julio Roca cuando se erigió el templete. “Nos pareció muy importante que Lola Mora cuente con un reconocimiento sobre su trabajo en la exhibición estable del Museo, porque no sólo esculpió la escultura de La Libertad, que inicialmente fue emplazada aquí, y los murales que dan cuenta de la Revolución de Mayo y de la Declaración de la Independencia, sino que fue una destacada artista y trabajadora del norte a nivel nacional, cuya vida sentó precedente para las mujeres artistas y trabajadoras”, reflexionó Mitrovich.

Las Provincias Unidas del Sur no eran tan unidas

“En los guiones anteriores se mostraron relatos sin mayor conflicto sobre lo que pasó entre 1810 y 1816, es decir, desde la Revolución de Mayo hasta la formación del Directorio, puesto que había proyectos políticos e intereses muy diferentes entre las provincias que no fueron señalados anteriormente, entonces, desde el Área de Investigación con Juan Pablo Bulacio nos interesó evidenciar ese conflicto, por un lado, problematizando que las provincias tenían fuertes diferencias entre ellas y, por otro, humanizando a los congresales; cómo llegaron, a qué se dedicaban, cuáles eran las profesiones más frecuentes, cómo se viajaba en esa época, entre otros aspectos y detalles. A su vez, en los guiones anteriores, el relato sobre la independencia siempre partía desde las reformas borbónicas y con una mirada española, y no tanto desde una mirada americana. Desde el año 2015 sí, pero con un discurso más edulcorado de Billiken, el cual sí daba cuenta de las rebeliones calchaquíes, pero no en profundidad. Entonces, en esta oportunidad, decidimos armar un relato desde Tucumán”, explicó la curadora. 

En este sentido, una incorporación muy destacada fueron las voces de algunas comunidades originarias de Tucumán, entre ellas la UPNDT (Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita de Tucumán) y la comunidad de Colalao del Valle. “Principalmente quisimos escuchar sus opiniones y relatos sobre el proceso independentista a partir de dos preguntas que pusieron en diálogo presente y pasado; cómo fueron las luchas y resistencias de las comunidades en el territorio y si tienen soberanía sobre el manejo de los recursos naturales. Estas comunidades tienen una historia que preexiste a la colonización y al extractivismo de la plata en el Potosí. Sin embargo, esa parte de la historia se alinea con el extractivismo, con el desmonte y con la expropiación de tierras actuales, puesto que operan como un grave problema para las comunidades originarias del norte argentino. No obstante, están organizadxs políticamente y vienen dando lucha por sus derechos ancestrales. En este sentido, el caso de Javier Chocobar funciona como un símbolo de lucha muy presente”, detalló Mitrovich.

En esta línea, desde la UPNDT señalan que vienen trabajando en el fortalecimiento político, jurídico y cultural de los pueblos diaguitas de Tucumán, articulando con el Estado en diferentes instituciones. Actualmente la organización está integrada por nueve comunidades que trabajan para lograr el reconocimiento de sus derechos ancestrales sobre el territorio, entre otros. Lxs caciques de cada una de las comunidades son: Francisco Chaile ( Quilmes); Miguel Flores (Amaicha del Valle); Nora Sequeira (Casas Viejas); Manuel Marcial (El Mollar); Alejo Azar (Pueblo Diaguita Valle del Tafí); Jonathan Rueda (La Angostura); Azucena Cata (Chuschagasta); Daniel Sánchez (Potrero Rodeo Grande) y Benito Toledo (Indio Colalao).

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Lxs caciques e integrantes de las comunidades elaborando el contenido audiovisual de la muestra junto a Valentina Mitrovich. Gentileza Casa Histórica
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Caciques e integrantes de las comunidades indígenas junto al Ministro de Cultura. Fotografía Mariano Ghiotto

La Plata del Río vino de la montaña del Norte, no del río 

Sobrados hechos dieron cuenta de que no fue azaroso que se haya elegido esta región para la declaración de la independencia. Es más; las razones datan desde mucho antes de 1816. “Sabemos que los museos siguen teniendo una lógica colonial, puesto que funcionan como dispositivos coloniales y el patrimonio da cuenta de eso, razón por la que decidimos problematizarlo y ponerlo en discusión”. Ciertamente, el patrimonio del Museo cuenta con una gran colección de platería alto peruana, la cual  infiere una relación directa entre Tucumán y el Alto Perú. “Decidimos incorporar mapas de esa época para marcar las relaciones de Tucumán tanto con el Potosí como con el Río de la Plata, porque toda esa franja se va a relacionar hasta que se declare la independencia, a partir de un diálogo territorial, político y social”. 

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Espejo de marco de plata de fines del siglo XVIII, Patrimonio del Museo. Fotografía Mariano Ghiotto

Tucumán, antes de la creación del Virreinato del Río de la Plata, formaba parte del territorio del Alto Perú y funcionaba como una ruta comercial obligada, porque la plata venía de las minas de Potosí, del Cerro Rico, y hacía escala en Tucumán. Durante el siglo XVIII este territorio tuvo un gran comercio de mulas y de carretas que transportaban la plata hacia el Río de la Plata, cuyo destino final era España. Por lo tanto, el origen del nombre de esta zona tiene que ver con el Alto Perú y no directamente con el río que lleva actualmente su nombre. De hecho, el nombre del país proviene de ese mineral, cuyo origen era, y es, de la actual Bolivia. “Antes era concebido como todo un territorio, y eso también nos va a servir para entender cuestiones como quiénes eran y cuál era la función de los arrieros o por qué cuando se declara la independencia había seis congresales que eran del Alto Perú, motivo por el que también se declaró  la independencia en idiomas como el quechua y el aymara. En esta línea, problematizar el patrimonio también implicó dar cuenta sobre la fundación de San Miguel de Tucumán y establecer un diálogo con los museos provinciales de Tucumán”, detalló.

La sala tres, que sugiere una mina, propone una cita sobre las esculturas de los mineros de Juan Carlos Iramain. Fotografía Mariano Ghiotto

“A su vez, el análisis parte de lo local a lo global y siempre jugando un poco con esos contextos para entender la independencia, porque necesariamente hay que hacer una relación con lo que pasaba en Europa (ya que éramos una colonia que dependía de España). No obstante, también es excluyente conocer qué pasaba en América, porque cuando acontece la Revolución de Mayo, también se dan un conjunto de revoluciones hispanoamericanas, y, por supuesto, también es necesario entender qué pasaba acá en el Río de la Plata, en torno a la complejidad política y social del momento. En los guiones anteriores se le dio mucha preeminencia a la Revolución de Mayo, pero aquí no aconteció ese hecho histórico, para eso está el Cabildo”. En esta línea, lxs curadorxs del nuevo guión pusieron énfasis en el proceso de creación del Congreso (el cual fue el primer antecedente de nuestro actual Congreso), en el rol de los congresales, en cómo se financiaba tanto la nueva organización como la guerra a partir de los impuestos del Gobierno revolucionario y cómo se constituyó el Diario de Sesiones; “el principal objetivo fue declarar la independencia, sin embargo, elegir una forma de gobierno y generar una Constitución fueron dos procesos que llevaron mucho más tiempo. La creación del Estado Nacional fue recién en 1860, por eso decir que la Nación se originó en 1816 es completamente errado; las diferencias y desacuerdos entre las provincias fue tal que se creó un Congreso paralelo en el que se discutía otro modelo de gobierno. Los acuerdos llevaron más de cuarenta años y eso nos interesa que se entienda”.

En esa línea, la curadora destaca que uno de los principales objetivos de la muestra es problematizar el proceso de independencia; si bien es un concepto que como nación nos remite al año 1816 se trata de un término que permanentemente aplicamos en la cotidianidad conforme también lo resignificamos colectiva e individualmente. “La independencia política se puede trasladar a cientos de aspectos disímiles como, por ejemplo, territoriales, alimentarios o emocionales, poniendo en juego también nociones como la de soberanía. En este sentido, contamos una historia más humanizada que interpela a la gente; sin perder de vista el hecho político de la independencia, porque tratamos de resignificarlo para que lxs espectadorxs reflexionen y se vayan con una experiencia más personal, que abra más preguntas que respuestas… sí, es un museo que apuesta más que nada por la pregunta. A su vez, me parece muy importante destacar que este logro se debe a que contamos con Cecilia Guerra como Directora, quien confió, apostó y puso el cuerpo desde su gestión. Creo que sin una buena gestión no habría forma de que se materialicen las ideas y salga adelante un proyecto como este”, reflexionó Mitrovich. 

Una historia más justa

Al respecto, creo que la pregunta sobre la participación tucumana alrededor de sus propuestas cobra sentido por varias razones; una de ellas es la incorporación de un discurso museográfico cuya perspectiva, por primera vez, cuenta con una fuerte impronta local que atiende demandas sociales inclusivas, tanto con perspectiva de género como de Derechos Humanos. Otra es que se trata de los pocos museos que tiene la provincia, y el único de carácter nacional, en el cual se aprecia una gestión claramente activa y que atiende problemáticas sociales palpables en sus propuestas. En esta línea, me resulta ineludible observar que la situación de los museos provinciales es otra, puesto que, por ejemplo, el Museo Provincial de Bellas Artes “Timoteo Navarro” permanece cerrado desde hace años por refacciones. En este sentido, La Casa Histórica funciona como una base de operaciones que, pese a su carácter nacional y de atractivo turístico, invita a su comunidad a formar parte de ella, no sólo para repensar el proceso de la independencia de nuestro país desde una mirada más inclusiva, sino también para redefinir su rol social como plataforma de participación colectiva y reflexiva con su propio entorno.

Ya siendo adulta resignifiqué el valor y el sentido histórico de ese espacio y empecé a ir más seguido, sobre todo si había alguna propuesta externa que se articulara con otros modos de producir subjetividad. En este sentido, durante los últimos años mi entusiasmo se fue incrementado, porque creo que actualmente funciona como un espacio de activación de la memoria pero en diálogo con el presente. En efecto, también creo que le voy tomando más cariño en tanto cuestiona la Historia y se articula con eventos como los artísticos, porque en ese preciso momento deja de ser un espacio estático sino que, por el contrario, se dinamiza y dialoga enfáticamente con la contemporaneidad. Sin embargo, La Casa Histórica es un espacio que -valga la redundancia- históricamente nos congrega para expresarnos, sobre todo en las calles, porque simboliza lucha y es nuestra… Todos los días, cuando camino hacia mi trabajo de la tarde, paso por sus puertas y no puedo evitar sentirme afortunada, no sólo porque forma parte de mi recorrido cotidiano, sino -y quizás especialmente- porque la siento mía, nuestra. Sí, es nuestra casa.

Fotografías de la inauguración: Mariano Ghiotto

Horarios y actividades de La Casa Histórica

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