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Cobertura mediática del caso de abuso sexual de Vélez: cuando el morbo eclipsa la justicia y revictimiza

La cobertura mediática del caso de abuso sexual por el que están acusados cuatro jugadores de Vélez excede los límites del morbo, revictimiza a la denunciante y a las víctimas de abuso sexual en general exponiéndolas a la violencia simbólica, poniendo incluso en riesgo el desenvolvimiento de la causa judicial. 

Desde que se conoció la denuncia el 6 de marzo de este año, los medios de comunicación se esfuerzan en mostrar en detalle videos, conversaciones de chats, documentos médicos que figuran en la causa judicial, ocupando roles que no les competen ni para los cuales están capacitados. Como si fueran peritos, periodistas muestran las cámaras de seguridad, opinan sobre cómo lucía la joven de 24 años al salir del hotel luego del abuso denunciado, leen los chats y sacan conclusiones de lo que esos mensajes implicarían. No se quedan ahí, también son ginecólogos expertos y repiten una y otra vez la declaración de la médica que revisó a la denunciante, violentando nuevamente la intimidad y sacando de contexto las pruebas. 

“Yo no digo que no haya sido violada, eh?”, aclara el periodista en el noticiero de la mañana. “Solo leo las pruebas”.

Este accionar pone en riesgo el proceso judicial, que se encuentra en la primera etapa de investigación, y vulnera a las víctimas de abuso sexual. Al tratarse de delitos contra la integridad sexual, exponer información sensible de la persona que denuncia este tipo de agresión vulnera sus derechos y privacidad. Los medios se desentienden del respeto por su condición de vulnerabilidad, sin guardar reparo ante los daños y perjuicios derivados del abuso sexual, lo que las expone al riesgo de sufrir una nueva victimización.

En el tratamiento periodístico del caso se ahonda en detalles que generan morbo. Si había sangre o no en el cuerpo de la mujer, si podía caminar, por qué demoró en hacer la denuncia, si se reían los imputados al salir de la habitación. Incluso se llegó a hablar de “autopuesta en peligro”, un concepto jurídico que busca culpabilizar a las víctimas por el delito que se cometió, opera para excluir la responsabilidad del autor.

Tratar la violencia sexual como un banal espectáculo, vertiendo opiniones desde el sentido común, sin las competencias ni la capacitación necesarias, se convierte en una mala praxis periodística. 

Al ser un caso de gran relevancia mediática por quienes son los imputados, parecería que no existen límites éticos. Se omite hablar de la asimetría de poder, cuando los denunciados son cuatro hombres adultos, jugadores de fútbol, mientras que del otro lado hay una mujer de 24 años.  

Los delitos contra la integridad sexual son los que menos se denuncian. Según un informe elaborado por la UFEM, entre 2016 y 2021 se incrementaron los casos registrados de violencia sexual. El 90% de las víctimas fueron mujeres. Las niñas, niños y adolescentes representaron más del 40%.  En el mismo informe se destaca que la violencia sexual es un fenómeno muy extendido y que se distingue por ser escasamente denunciado. De acuerdo a diferentes estudios, cerca de 20% de las mujeres manifiestan haber sufrido durante su vida adulta algún tipo de violencia sexual. Solo un 22% realizó una denuncia. 

La denuncia que realizó Thelma Fardín en 2018 contra el actor Juan Darthes marcó un punto de inflexión en las denuncias de abusos sexuales, sumado al movimiento internacional #MeToo que rompió el silencio de los crímenes sexuales en la industria del cine, y su contracara argentina con las denuncias en el mundo del rock. Ya desde el 2015 la masividad del Ni Una Menos visibilizó la violencia de género, y logró que la opinión pública debatiera sobre las desigualdades estructurales que condicionan a las sociedades patriarcales. 

La Justicia tucumana tuvo un rápido accionar ante la denuncia, pidiendo la detención de los cuatro imputados, luego confirmando la prisión preventiva para tres de ellos en Tucumán y un avance rápido en la recolección de pruebas. Pero el amedrentamiento que realiza la prensa a la joven víctima brinda un mensaje contraproducente para las mujeres en general, y a las víctimas de abusos sexuales en particular. Si denuncias, tu vida íntima estará en la mira, vas a ser cuestionada, te tildarán de mentirosa y que lo único que buscás es plata. Así refuerzan los estereotipos de género que obstaculizan el acceso a la justicia.

El discurso extendido de las denuncias falsas es una respuesta reaccionaria a la ruptura del silencio histórico sobre la violencia sexual. Cuando las denuncias por abuso sexual trascienden a lo mediático, ya sea por que se trata de una persona famosa acusada o víctima o por la gravedad del  hecho, la primera defensa de los acusados es afirmar que se trata de una denuncia falsa. Como si agarraran un manual de qué hacer en caso de ser denunciado, repiten los mismos argumentos.

En octubre de 2022, el medio Chequeado publicó un artículo en el que aporta pruebas que desmienten que las denuncias falsas por violencia de género sean un problema extendido. 

En última instancia, la distorsión sensacionalista de la información y la falta de ética en la cobertura mediática de este caso resaltan una realidad preocupante: la perpetuación de estereotipos de género y la minimización de la violencia sexual. No solo se trata de un problema de integridad periodística, sino de una cuestión fundamental de justicia y respeto hacia las víctimas.

La exposición mediática excesiva no solo socava la credibilidad del proceso judicial, sino que también refuerza los obstáculos que enfrentan las mujeres y las víctimas de abuso sexual al buscar justicia. Es esencial que tanto los medios como la sociedad en su conjunto reflexionen sobre el impacto de su enfoque en estos casos y se comprometan a abordar la violencia sexual de manera más responsable.

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