Hace 50 años maricas, travestis, lesbianas, latinas y afrodescendientes protagonizaban el levantamiento de Stonewall, en Estados Unidos. En Argentina se realizará la cuarta marcha nacional contra los travesticidios y transfemicidios. Un aniversario de lucha para repensarnos y reconstruirnos.
El 28 de junio se cumplen 50 años de lo que es mundialmente conocido como “la Revuelta de Stonewall”. Los hechos ocurridos en 1969 fueron el principio de una larga serie de acciones y organizaciones de la comunidad Lgbt. Una de esas tantas noches en los que la policía entraba a los bares y boliches de la comunidad LGBT para romper, violentar y llevarse presos a “los anormales”, un grupo de personas decidió revelarse.
Stormé Delarverié fue una lesbiana butch, reconocida por ella misma y por testigos oculares como una de las primeras personas que comenzó la desobediencia civil en Stonewall. Forcejeando con la policía gritó al resto de las personas “¿por qué no hacen algo?”. La participación de las lesbianas durante esa histórica jornada es innegable, aunque fue invisibilizada durante décadas.
Según Sylvia Rivera fueron las dragas locales las que empezaron a arrojar monedas contra los policías al grito de “aquí está su dinero, cerdos”. Las personas que estaban en los locales cercanos advirtieron que algo estaba pasando y rápidamente la concentración creció. Aparecieron las molotov y tuvieron durante varias horas a ese grupo de policías atrincherados en el bar. “Se rompieron coches, se rompieron ventana y se prendió fuego por toda la zona”.1
Los eventos de esa noche fueron contados por distintas personas y en distintos sentidos, como pasa siempre con la realidad hecha historia, se simplifica, se olvida, se mezclan los hechos con las representaciones sociales de quienes están involucrados. Se repitió hasta el cansancio, por ejemplo, que la revuelta había sido por la reciente muerte de uno de los primeros íconos populares de la cultura gay, Judy Garland. Y, si bien es cierto que la muerte de Judy generó dolor en millones de gays, el dolor de la represión y violencia sistemática de la policía y de la discriminación social parecen ser motivos más razonables para iniciar una revuelta.
Dos mujeres travestis fueron protagonistas, junto a muchas otras, de los eventos de Stonewall, y fueron quienes incomodaron a la comunidad LGBT de Nueva York con diversas acciones.
Sylvia Rivera y Marsha P. Jhonson fundaron S.T.A.R, Acción Travesti Callejera Revolucionaria, una organización conformada por travestis y trans que buscaba el acceso real a derechos y el final de la persecución histórica que sufre este sector de la comunidad.
La persecución policial a travestis y trans continúo luego de la revuelta de Stonewall y la popularización del Gay Power. Los discursos de Sylvia y Marsha en los años subsiguientes dan cuenta de que con la organización de la lucha también se dividieron las aguas. Los grupos de hombres gays, blancos y universitarios lideraron el movimiento, logrando generar organizaciones no gubernamentales internacionales, cabildeo en distintas esferas de la política de Estados Unidos e incluso lograron posicionar a algunos hombres gay en elecciones.
Las travestis racializadas, afrodescendientes, latinas, pobres y sin educación formal quedaron otra vez relegadas de las organizaciones más reconocidas de ese país. Las integrantes de STAR protestaron durante toda su vida porque creyeron firmemente en la acción colectiva, en el cuidado de la comunidad y en valor de la lucha.
Stonewall siempre estuvo cerca
La historia del movimiento LGBT de la Argentina tiene incluso capítulos que sucedieron antes de la revuelta en el bar de Nueva York. La organización política de Argentina generó que militantes gays se organizaran en Buenos Aires, primero bajo el nombre “Grupo Nuestro Mundo” en 1967 y luego con el nombre “Frente de Liberación Homosexual”, nucleando a intelectuales y militantes. Junto a este frente, un grupo de lesbianas conformó SAFO.
La feroz dictadura militar arrasó con la organización, pero no con todas las personas. Luisa Paz, referente trans de Santiago del Estero, y otras tantas mujeres trans y travestis de su generación relatan en la actualidad como la situación de calle, de pobreza y la persecución policial fue una constante durante la dictadura y también durante la vuelta a la democracia.
La organización de fines de los 80 y principio de los 90 es más conocida por la comunidad LGBTI de la Argentina y tiene múltiples aristas. Carlos Jáuregui y otros tantos nombres resuenan aún en las marchas. La lucha por la unión civil primero, la lucha por la atención para personas que viven con VIH, la lucha contra la discriminación, la lucha contra los códigos contravencionales que dieron las travestis cuerpo a cuerpo en la legislatura porteña y siguen dando en otros rincones del país. La lucha de los/as artistas, transformistas, dragas. Cris Miró y su irrupción en los medios. Mariela Muñoz criando a 17 niños/as, maternando en contra de toda norma social muestra. Sandra Mianovich y Celeste Carballo, y un código de vínculos lesbianos, tan extenso como el mismísimo aire. Ilse Fuskova sentándose en el living de Mirta Legrand en 1991 como lesbiana visible. Un sinfín de homosexuales y trans ganando visibilidad en la peluquería del barrio, en los corsos de carnavales y en cada espacio donde la violencia retrocedía un paso.
En el 2010, durante la lucha por el matrimonio igualitario las redes de participación política de la comunidad LGBTI crecieron exponencialmente y la visibilidad se tornó un poco más federal, aunque nunca tuvimos la estructura federal de los movimientos feministas, ni encuentros tan masivos de miembros de la comunidad LGBT.
La Comunidad Homosexual Argentina, la Federación LGBT y decenas de organizaciones y activistas independientes traccionaron para que, en un determinado momento histórico, con apoyo del gobierno nacional, en el 2010 podamos gritar igualdad en todas las plazas del país. El Frente por la ley de Identidad de Género, en el 2012 consiguió algo que marcaría un hito en la legislación mundial para las personas trans y travestis: una ley que reconoce las identidades trans sin patologizar. Las organizaciones LGBT de Latinoamérica y el mundo siguieron esos pasos durante los años siguientes.
Logros colectivos, momentos históricos, personalidades destacadas y, otra vez, personalidades olvidadas en nuestra historia reciente conforman un presente ambiguo para nuestra comunidad.
Luego del 2010, como por arte de magia, los partidos políticos abrieron secretarías y comisiones de diversidad. Algunos ayudaron a construir distintas aristas de esa igualdad que gritamos en el 2010 y otros utilizaron nuestras banderas para parecer inclusivos, plurales y democráticos. La unidad, aunque sea estratégica, de la comunidad de travestis, trans, intersex, lesbianas, gays y bisexuales no ha vuelto a aparecer de modo significativo.
Las luchas están, las marchas se multiplicaron y se complejizó el escenario político. Estar dentro del sistema político, en tiempos neoliberales, conduce muchas veces a la idea de que Orgullo es un asunto personal, íntimo, que tiene que ver con que nuestro entorno acepte nuestras relaciones sexo-afectivas. La derechización de la región llevó a muchos miembros de la comunidad a creer que en los proyectos políticos de derecha es posible hablar y trabajar por la igualdad en la diversidad.
Los estudios de género y feminismo hicieron teoría esa interseccionalidad del género que encarnaban las travestis callejas de S.T.A.R . Sabemos hoy que opresiones y privilegios se conjugan de modo particular en cada caso, y lo tenemos tan presente que nos tiramos con etiquetas como si fueran piedras los unos a los otros. En varios momentos de esta historia, como comunidad, elegimos dejar de tirar piedras a los opresores y tirarnos piedras entre nosotros. Y aunque en muchas circunstancias la denuncia es justa, las acciones en contra de nuestra propia comunidad no han producido cambios significativos para nuestras vidas.
Estar vivos, tener leyes, vivir un cambio generacional social en cuanto a nuestra aceptación puede darnos la sensación de que este es el techo de nuestras demandas. Ojalá el aniversario de Stonewall sirva para poder repensarnos, reconstruir un nosotros, un nosotres o como queramos llamarnos. Aunque tenemos el justo derecho de reconocer las conquistas y festejar cada logro de la comunidad, tenemos también la obligación de ver que Stonewall no llegó para todos ni a todos lados.
En Tucumán, este viernes a las 19 horas en la Plaza Independencia, y en la Argentina, miles de personas travestis y trans, familiares y amigos/as marcharán para pedir justicia por los transfemicidios y travesticidios. Cynthia Moreyra, Ayelen Gómez, Lourdes Reinoso y Gala Perea son algunas de las víctimas de transfemicidios en nuestra provincia. En el país hay cientos de víctimas, y también son cientos los tipos de violencia que se viven a diario.
Que cada color del arcoíris, que cada bandera y que cada etiqueta que hemos generado para nombrarnos de otros modos, sirva para que la vida de las personas de la comunidad valga. Para que el trabajo sea un realidad efectiva para las personas trans, para que la educación sexual integral desarme este nudo de violencia que azota a nuestra cultura, que nos animemos nuevamente a pensar, gritar y creer que un mundo mejor es posible.