A 45 años del Operativo Independencia, las cicatrices en la sociedad tucumana

Foto Elena Nicolay / La Palta

En Tucumán se montó la primera experiencia de terror estatal total. Fue un proyecto político y económico para disciplinar a un sector social, para perseguirlo y exterminarlo, usando un concepto flexible de “enemigo”, según la necesidad de los represores.

Hoy se cumplen 45 años de aquel 5 de febrero de 1975, cuando el decreto Nº 261/75 del gobierno Constitucional de María Estela Martínez de Perón, autorizó al Ejercito Argentino y a la Fuerza Áerea Argentina a “neutralizar y/o aniquilar” el accionar de lo que definía como “elementos suversivos” en Tucumán. El decreto permaneció oculto y recién fue publicado en septiembre de 1983.

Las Fuerzas Armadas instalaron en la provincia un régimen de terrorismo de Estado, un plan sistemático de exterminio, durante el cual, se produjo una violación masiva de derechos humanos y actos de genocidio, funcionando como un laboratorio para lo que sería luego la dictadura militar del 76, incluyendo gran cantidad de desapariciones forzadas y el establecimiento de centros clandestinos de detención.

En mayo de 2016 comenzó el juicio que juzgaría el accionar de 17 imputados. Durante más de 80 jornadas de audiencia, pasaron 400 testigos que ayudaron a reconstruir lo que sucedió durante el período previo al comienzo de la dictadura militar. Ellos y ellas contaron, por haber sido receptores directos o por ser sus familiares, las torturas y vejaciones a las que eran sometidos los detenidos en los centros clandestinos de Tucumán entre 1975 y 1976.

El juicio histórico terminó de echar por tierra el relato sobre “guerra” urdido por los perpetradores de estos crímenes. Después de 16 meses de debate, inspecciones oculares en los ingenios, cárceles y escuelas, que funcionaron como centros clandestinos de detención, el Tribunal Oral Federal de Tucumán condenó a diez exmiembros de las fuerzas armadas por delitos de lesa humanidad cometidos.

Niños, estudiantes, maestros, sindicalistas, operarios, trabajadores del surco, gremialistas, colimbas, mujeres embarazadas, curas tercer mundistas, empleados de comercio, intelectuales, extranjeros, abogados, enfermeras fueron algunas de las 271 víctimas que tuvo esa megacausa.

A 45 años, las cicatrices aún están abiertas en la sociedad tucumana. Desde La Nota, invitamos a Ana Sofía Jemio, doctora en Ciencias Sociales e investigadora de la UBA y la UNTREF, quién se dedicó a investigar sobre el Operativo Independencia; a Silvia Nassif, Doctora en Historia, profesora e investigadora, autora de los libros: Tucumán en llamas. El cierre de ingenios y la lucha obrera contra la dictadura (1966-1973) y Tucumanazos. Una huella histórica de luchas populares. 1969-1972; y a Pablo Camuña, fiscal federal, coordinador de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad Tucumán, y Docente de Derechos Humanos en la Universidad Nacional de Tucumán.

Las huellas del Operativo Independencia, por Ana Sofía Jemio

Las huellas dejadas por el Operativo Independencia perduran 45 años después de los hechos. Viven en las memorias y las ausencias, en las marcas materiales que ese proceso ha dejado en las ciudades, las escuelas, los sindicatos y las plazas tucumanas. Algunas de esas huellas son fácilmente reconocibles. Pero hay otras que se han incorporado hasta tal punto al paisaje de nuestras vidas que ya no somos capaces de verlas.

Una de ellas es el estigma que el Operativo Independencia y la posterior dictadura han dejado sobre la actividad política y organizativa. Sobre aquel hecho humano tan elemental que consiste en agruparse para resolver los problemas que plantea la vida. La inclaudicable lucha por memoria, verdad y justicia ha generado condiciones propicias para que las víctimas, sus familiares y las generaciones que vivieron aquellos años puedan contar lo vivido. Hemos abierto la transmisión de esa experiencia dolorosa, que las nuevas generaciones pueden utilizar para entender su presente. Lo que aún sigue siendo difícil es la transmisión de aquello que el pueblo supo conseguir, de cómo lo supo conseguir y de cuánto debió organizarse para ello.

Lo bueno es que las experiencias históricas nunca se pierden ni quedan del todo sepultadas. Siempre están allí, como una cantera abierta para el momento en que las luchas presentes busquen donde echar raíces y armar tradición.

El “Operativo Independencia”: Heridas abiertas, por Silvia Nassif

Verdad, Memoria y Justicia contra el negacionismo, por Pablo Camuña

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