Todos los años, el 1 de diciembre hablamos de VIH/sida en nuestro país. La estrategia de la efemérides impregnó tanto el abordaje del VIH que para algunos sectores y medios de comunicación es la única fecha en la cual se trabaja este tema.
Cuando hablamos de VIH es necesario ejercitar nuestra memoria reciente, y esto lo podemos hacer en términos personales, colectivos y también institucionales. La vida sexual de las personas se ve directa o indirectamente regulada por el modo en el que los Estados responden ante el VIH y a todas las infecciones de transmisión sexual.
La primera respuesta al virus, allá en las décadas de los 80 y 90, fueron tiempos donde las palabras que más se repetían eran sida, muerte y contagio. Y también tiempos en donde el abordaje sanitario estaba impregnado de la lógica de la guerra. Durante años los sistemas de salud “lucharon” contra “patologías”: Día de Lucha contra la obesidad, Día lucha contra las adicciones, Día de lucha contra el sida.
En términos generales y con evidencia científica, más la experiencia del despliegue de campañas de prevención se pudo ver que había algo que no funcionaba bien en ese abordaje de los problemas de salud a escala poblacional. Trabajar la prevención desde esta perspectiva, la de la lucha contra, deja de lado la agencia de cada persona y sobre todo simplifica una realidad que es en sí misma compleja.
Las miles de personas que viven con VIH – 5300 son detectadas al año en nuestro país- no pueden luchar contra el virus en termino de guerra, sino que conviven con el y llevan adelante trabajos de cuidados de su salud, tratamientos y chequeos que pueden llegar a garantizar un estado serológico indetectable, es decir, pueden llegar a convivir con el virus sin trasmitirlo mediante relaciones sexuales sin preservativos.
Entender este hecho supone poder dejar atrás los prejuicios y preconceptos construidos durante décadas. La investigación científica nos dio las pruebas para separar al VIH, el virus, del estadio sida. Y los tratamientos hacen posible que el sida ya no sea sinónimo de muerte. Si una persona tiene garantizado el acceso a la salud puede vivir sin enfermarse durante toda su vida, porque el acceso al tratamiento farmacológico logra controlar el virus y evitar que afecte la calidad de vida de esa persona.
Entender la actualidad de la respuesta al VIH supone poder deconstruir cierto ABC que se cristalizó en el sentido común social y también en el Estado. Por ejemplo, podemos afirmar que si un agente del Estado recibió una capacitación sobre VIH hace 15 años, la gran mayoría de esos contenidos deben ser revisados, porque el avance técnico, farmacológico y social modificó conceptos y abordajes.
El aporte de las organizaciones sociales y redes de personas que viven con VIH se transformó en una arista fundamental de la respuesta integral. Y este aporte es solo posible si cuestionamos el modelo médico hegemónico y sus prácticas institucionales. La división del conocimiento, la mala práctica institucional de ver sólo la patología y el considerar que el saber está solo en la voz del médico hacen difícil garantizar una atención efectiva para todas las personas.
Las redes de personas que viven con VIH son quienes ponen sobre la mesa las discusiones urgentes que en el entramado mercado-sociedad civil y empresas farmacológicas muchas veces quedan de lado. Son esas redes además las que siguen exigiendo la cura al VIH, entendiendo que 30 años de avance científico ininterrumpido deberían conducir hacia una cura, y que para ello tanto se debe poder investigar sin el dominio absoluto de la industria.
Son las personas que viven con VIH las que nos hicieron conocer que en la actualidad y desde hace años el mayor problema en torno al virus es el estigma y la discriminación que sufren, producto de falta de conocimiento y también del miedo que generaron aquellas campañas de prevención pensadas en formato de guerra.
Reglamentación
En el día de hoy el presidente Alberto Fernández reglamentó la ley 27. 675 de Respuesta Integral al VIH, Hepatitis Virales, otras infecciones de transmisión sexual y tuberculosis. Y esto representa un paso más en la concreción de todo aquello que se busca modificar a través de esta ley.
Los activismos de Argentina nos muestran que todas aquellas leyes vinculadas a la sexualidad tienen un largo proceso de concreción y generalmente suelen contar con poco presupuesto. Reglamentar es un requisito para poder implementar, pero no alcanza con la ley ni el decreto sino que necesitamos como sociedad poder generar los espacios para aprender y desaprender todo aquello que tenemos incorporado y que es contrario al saber científico y a los derechos de las personas.
Seguramente hoy, y durante toda la semana, se replicarán flyers y actividades que sigan diciendo que luchan contra el VIH/sida, cuando en realidad están haciendo un centro de testeo, dando una charla o un taller o simplemente haciendo circular un mensaje en clave de comunicación institucional. Y claramente estas palabras no anulan lo positivo de las acciones pero si nos marcan dónde está el punto de partida para la respuesta integral.
Necesitamos poder hablar entre todas las personas con los mismos términos, los más actuales y los que mejor expliquen de qué se trata el VIH y la respuesta integral. Y en este entramado necesitas más Estado, más escucha activa a las redes de pares y una revisión profunda, bioética, del modo en el que desde los ámbitos sanitarios se nombra y se aborda este tema.