PORTADA 5

“Te vendo el WhatsApp de tu mamá”

Debo seguir una senda tenebrosa. Pesa sobre mi un castigo que no me es dado describir, y corro un peligro del que no debo hablar.

Robert L. Stevenson
El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde

Te vendo el WhatsApp de tu mamá, me escribió. Yo no sabía que hacer pero mis dedos le preguntaron a cuánto y mi cabeza llamó a una hermana que conoce los vericuetos de este tipo de prácticas. A F. la estafaron hace poco y estaba muy movilizada por el revival. Me aclaró que por chatear, no podía pasar nada, pero que mejor no conteste, que lo bloquee. 

Me presenté. Le dije que investigo en ciencias sociales y que estaba interesada en conocer cómo funciona el circuito de la economía ilegal. Usé ese término, porque me pareció el más atractivo: lo ilegal hace hervir la sangre. Los primeros minutos de conversación fueron hostiles, me dijo que le ponga un precio a la cuenta y que no le vaya con boludeces porque para él, el tiempo es dinero. Yo lo entendía perfectamente porque vivo en este mundo y se lo dije, que también tenía muchas cosas que hacer y rematé con un bye rarísimo. 

¿A qué le llamás economía ilegal? Me preguntó. Le dije que a ese nombre no se lo daba yo sino que era una forma de nombrar de La Academia. Le expliqué que refería a todos aquellos trabajos que recaudaban ingresos de una manera no registrada o por fuera de las instituciones de regulación estatal, también le dije que era una ingeniería muy refinada y creativa, que va desde la producción textil y su comercialización internacional hasta el trabajo que él hacía: hackear cuentas y engañar personas para recaudar dinero. ¿Sería acaso lo mismo producir medias sin pagar impuestos, que manipular personas y recibir dinero virtual? ¿Sería acaso lo mismo reclutar gente en países limítrofes, secuestrar sus documentos y encerrarlos para que trabajen en talleres escondidos en las grandes metrópolis que mentir y extorsionar por whatsapp explotando redes de afectividad? 

¿Qué estudias? Acceder a este tipo de campos es dificilísimo y mientras más me entusiasmaba, más me preguntaba si estaba bien chatear con un tipo mientras le saca plata a la gente que quiero. Pausa. Play. Le dije que estudiaba estrategias económicas para la reproducción de las vidas. Al hilo le pregunté si era difícil el trabajo que hacía y si había estudiado algo. Unos minutos después, sabía que tenía 33 años, que estudiaba Ingeniería en Sistemas, que al trabajo lo había conseguido por compañeros de la facultad y que al oficio lo había aprendido en Chile. Le faltaba un año para recibirse de la carrera que, para él como para tantos otros, es la carrera del presente y del futuro. En un buen mes de laburo saca dos palos y medio, pero el ingreso es muy variable, un día puede hacer un palo y después 10 días no pegar nada. Todo depende de las ganas que le pongas, es un trabajo que lleva mucho tiempo y estresa mucho. En su tiempo libre le gusta pasear con sus sobrinos, leer e ir al teatro. 

Me dijo que esa actividad le genera mucho cansancio mental y lo que más le estresa es tener que atender tantos números de teléfono al mismo tiempo. Mientras yo pensaba en la distancia entre estos laburos y un call center, o una central de turnos de cualquier consultorio, me soltó algo que me aceleró el pulso: tenés que deducir muy rápido la vinculación que tiene la persona del WhatsApp con su interlocutor. Un truco del sistema, parte del oficio, me estaba trasmitiendo un saber. Esa sensación me hizo pensar en lo parecido de este tipo de trabajo con los videojuegos: se trata de estar alerta, actuar rápido, sentir el riesgo en el cuerpo, generar adrenalina y ganar cosas, todo a través de un celular o una computadora. Esto es como un hobby, me dijo. 

Mi tía Cecilia me manda un audio y me dice que el hacker le escribía por privado y que no sabía qué hacer. La ansiedad volvió. Me acordé de mi mamá, de la gente que podía ser víctima, sentí que no estaba haciendo nada para colaborar con ella y que la entretenida podía ser yo. Me puse a escribirle a contactos random, un poco para advertirlos y otro poco para sentirme mejor. A Ceci le trasmití lo que me dijo F., que no conteste, que no se preocupe y que de aviso a la gente que considere en común.  

Pensé en el Hacker y pensé en mí, no me quedaba tan clara la diferencia. Él me dijo que su objetivo era el rédito económico, al fin y al cabo un objetivo personal. Él lo usaba para ganar guita, y yo como un disparador para escribir algo. Se me ocurrió empezar un taller de Escrituras del Yo en pleno diciembre y tenía una entrega en 3 días. Una desgracia de la humanidad. Después pensé en una película sobre personas de clase media que se prostituyen para vivir. En Elle (2011), Juliette Binoche trabaja como periodista e investiga la vida de una migrante polaca y de una nativa francesa que, al igual que mi interlocutor, eligen ese trabajo porque les permite solventar sus gastos, satisfacer algunos caprichos en términos de consumo y les deja tiempo para el estudio, algo que consideran muy importante. Al igual que mi interlocutor, otras opciones de empleo implican ingresos bajísimos, cero tiempo y energía para el estudio y, probablemente, el jaque a sus sueños. Mentir, tener que mentir sobre lo que hacen, es una de las tareas más difíciles según estos testimonios. Si a mi interlocutor alguien le pregunta que hace para vivir, contesta que trabaja en marketing, en esa caja de pandora que en el fondo solo tiene a Elpis, el espíritu de la esperanza.

Mi mamá atendía a una amiga tucumana que migró hace unos años a Las Europas y anda con problemas. La llamaron desde un número rotulado como Servicio Técnico de WhatsApp y le dijeron que alguien intentaba hackear su cuenta y que necesitaban unos datos para impedirlo. Ella pensó en las necesidades de su amiga, en su trabajo y en los cuatro cursos que estaba haciendo, tenía toda la agenda de pacientes y también cursaba por ahí. Todo por WhatsApp. A los cinco minutos estaba mareada y les había dado su fecha de nacimiento y el número de DNI. Le dijeron que para terminar necesitaban un código que le iba a llegar por mensaje de texto, el mensaje común, y que después tenía que apagar el celular por una hora. Se los dio ya sospechando. 

¿Sabías que los delitos virtuales son el tipo de delito que más se realiza por día en el país?  me dijo y después no contestó más por un rato, estaba a full. Yo me puse a googlear y me enteré de que en Argentina, la ley de delitos penales incorporó la figura de delitos cibernéticos en 2008. Dos años después de que se hiciera público Facebook, un año más tarde de que saliera a la venta el primer I Phone y el mismo año en que se presenta la primera versión pública de bitcoin en el mundo, un sistema de dinero digital descentralizado. En 2008 también estalla la Crisis Subprime en Estados Unidos, una crisis que se expande rápidamente a todo el globo y que no hace más que profundizar el proceso de pauperización social al que asistimos ya hace muchos años. Le pregunté si le daba miedo lo que hacía y me dijo que y que jaja, aunque después me dijo que era seguro porque no lo podían rastrear. 

Le pregunté si tenía alguna técnica para elegir los números de teléfono, si tenía alguna manera de elegir perfiles más rentables. Me dijo que por esa respuesta tenía que pagar. Usaba mi nombre cuando me quería intimidar y funcionaba. Le pregunté cómo hacía con los ingresos. Me interesaba ese límite, la línea que separa lo legal de lo ilegal. Cómo ese dinero que se gana de manera fraudulenta entra por la regulación bancaria y se usa para pagar un alquiler o comprar apuntes. Me dijo que esa información era confidencial pero que era muy fácil

Más tarde L. mandó una captura de pantalla, un amigo de la familia le había transferido 50K. La transferencia era a una cuenta de Claro Pay a nombre de Yanina Noemí Gómez. La IA me contó que se trata de una billetera virtual respaldada por Claro, una empresa trasnacional que difícilmente rinda cuentas a algún Estado. Cualquier persona con su DNI puede crear un usuario incluso sin ser cliente. Desde ahí podés recargar tu celular, retirar dinero en puntos autorizados o transferir a otras billeteras como Nequi, Daviplata y otros bancos. Entendí por qué le habían pedido los datos a mi mamá. Una rueda puesta a andar. Mientras escribo estas páginas, alguien transfiere dinero a una cuenta a nombre de G.O. de Claro Pay. Probablemente, de ahí, se transfiere a otra billetera virtual de entidades financieras sin regulación estatal. Después quizás termina en Mercado Pago, hoy propiedad del hombre más rico del país. De mi mesa, a su mesa y de ahí a la fotocopiadora de la facultad. 

No vota a nadie porque no le interesa y el último libro que leyó es El poder de la mente subconsciente de Joseph Murphy, un libro de autoayuda que explora cómo la mente subconsciente puede influir en la vida de las personas y cómo aprovechar su potencial para el éxito personal. Todo esto según la IA. Le pregunté si le interesaba mucho el éxito y me dijo que obvio, a quien no. Yo le dije que existen personas que no consideran que sea lo más importante, el éxito personal. 

¿Tenés hijos? ¿Sos casada? ¿Te gusta salir a bailar? ¿de qué trabajás? Ya eran más de las 11 y chateábamos hace 6 horas. Le dije que era investigadora y que escribía cosas ¿Por qué estás hablando conmigo? Podrías estar haciendo otras cosas. Le aclaré que lo sabía perfectamente y le pedí que no me subestime. Me dijo que nunca lo haría aunque acababa de hacerlo. Me preguntó si vivía en Buenos Aires y le dije que prefería no responder algunas preguntas, que no me sentía segura. Me dijo que lo entendía perfectamente pero que si quisiera información la buscaba por otros medios y remató diciendo que llevaba muy bien mis 37 años. 

Le pregunté si me regalaba la cuenta de mi mamá y me dijo que claro, que a las 10:00hs del día siguiente la devolvía. Después me regaló un cuento hecho con IA titulado Conexiones Distintas. En el cuento estábamos él y yo en un café y charlábamos largas horas. Según sus palabras la conversación fluía como un río tranquilo, llevándonos a lugares secretos en donde hablamos de la vida, de nuestros sueños y de nuestras esperanzas, sin prejuicios ni expectativas. Se despidió diciendo que a ese “” trabajo “” lo hacía para solventar sus gastos, que sabía que no está bien, pero que muy sinceramente no conocía a nadie en su carrera que no hiciera algo ilegal para vivir. Al día siguiente me escribió desde un número de Santiago del Estero, me deseó buenos días y me dijo que ya le había liberado el WhatsApp a mi mamá.

FIN

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1 comentario
  1. Me resulta curioso cómo se puede combinar la desesperanza con la vocacion optimista¡¡¡ Abrazo enorme a mi amiga y colega Bren, entre Sucumán y mi Buenos Aires.

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