Sonora Casa Tomada: un bar que cierra, una historia que continúa

Hoy es la última noche de Sonora Casa Tomada, un bar que marcó la noche tucumana y aposto por la cultura, el arte y la inclusión. Desde las 21 las puertas estarán abiertas, tocará Estación Experimental, habrá sorteos, sorpresas y un gran festejo.

María de la Paz Gallego y Ana Caram son las protagonistas de esta historia, pero no las únicas, porque Sonora se convirtió en el refugio de gran parte de la militancia tucumana.

El primer lugar donde se instaló el bar fue en la calle Suipacha al 500, a los márgenes del microcentro tucumano. Al mejor estilo periférico pre-moda gayfriendly y Matrimonio Igualitario, la comunidad de lesbianas y gays de la provincia no tardó en abrazar e inundar de colores la antigua sede de Sonora y hacer de ese espacio uno de los más queridos bares del colectivo LGBT de Tucumán.

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María inauguró Sonora Casa Tomada junto a Sebastián Esper, más conocido como el Oso, y después Ana ingresó como chef y como la mano mágica de la cocina. 

“A partir de ahí fue apostar, apostar a un sector que les pertenecía y que era muy minoritario y que no tenía en Tucumán una cabida legalizada”, explica Carolina Frangulis, quien forma parte de esta historia, mientras se dirige al bar a disfrutar de la penúltima noche. “Entre todo esto se aprobó la ley de matrimonio igualitario, después tuvimos la ley de identidad de género. Pero fue como pionero en un montón de cosas. Fue el primer lugar en hacer movida nocturna que tenía que ver con el orgullo LGBT, en hacer la fiesta orgullosa, fue dando en la tecla y a la comunidad LGBT le caía muy bien, y sobre todo es uno de los lugares, a mi criterio, donde en general siempre este colectivo se sintió cómodo”, recuerda Carolina. 

Y fue así, Sonora se convirtió en refugio de gran parte de la comunidad LGBT de Tucumán. “Fue un poco accidental, no es lo que nosotros buscamos, pero es lo que terminamos abrazando y es lo que más duele en este momento”, explica Ana Caram. “Somos conscientes de que Sonora es uno de los únicos espacios que hay posta con la bandera puesta y que la gente lo identifica como tal y esta al pie del cañón. Pero surgirán otros espacios, accidentales como nosotros y la comunidad lo abrazaremos”. 

Natalia Lipovesky es artista, y también una habitué del lugar. Por eso también hablamos con ella. “Cuando llegué a Tucumán después de vivir un par de años Buenos Aires, alguien me hizo la onda con las chicas de ahí, y festejé mi cumpleaños. Fue el primer lugar al que fui y de entrada me pareció que tenía buena onda y empecé a frecuentar el lugar. En ese momento era mucho más un reducto torteril”. Es que Sonora convocaba cada vez más a lesbianas que se animaban a la visibilidad, pero que a la vez buscaban un espacio donde encontrarse con pares. “Me hice amiga de las chicas, fue un lugar donde conocí a un montón de gente, donde besé a la chica más hermosa del mundo”, confiesa Natalia.

Otro de los hits de Sonora fueron los “Sin Valentín”, una parodia que se festejaban los 14 de febrero en oposición al día de San Valentín o de los Enamorados. “También te puedo contar que en el último Sin Valentín en el que participe hice trampa en el sorteo y elegí a quien darle mi mismo número. Me fue muy bien”, comparte Caro Frangu, como es conocida por su círculo cercano.

“Sobre todo, lo que tiene sonora para mi es que es un lugar de encuentro, en los años que lleva abierto, siempre fue un lugar al que he podido ir sola porque me siento cómoda, y no me pasa eso en otros bares de la provincia. No solamente porque ahí están mis amigas, sino porque siempre termina siendo el lugar de encuentro y de repente es esa especie de película que pasa rápido de gente que va y viene todo el tiempo y de un constante movimiento”, agrega. 

Casa nueva, propuesta nueva

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El paso de la Sonora hacia la San Juan fue otra gran apuesta, fue pasar de casi bordear la 4ta avenida, en los márgenes de la ciudad, al microcentro. Y la apuesta fue mayor: los platos y la gastronomía que comenzó a ofrecer el bar fue mucho más interesante. Todo un desafío plantear una cocina poco común en Tucumán, donde el paladar prime. Salir de la milanesa, de las papas fritas gratinadas, para una sociedad gastronómicamente tan conservadora era complicado.

También lo que se fue generando con mucha más fuerza fue la impronta cultural y el desafío de tener un espacio donde puedan pasar artistas de todas las ramas desde la fotografía hasta la música. “Siempre fue hacer lo que a nosotras nos gustaba y lo que nosotras queríamos consumir cuando salíamos y teníamos la posibilidad de salir. Sonora es un poco eso”, cuenta Ana sobre los diferentes ciclos que se fueron dando.

El Karaoke surgió en la Suipacha, fue cambiando de forma y tuvo un montón de colores, desde el Karaoke del Amor, pasando por el Karaoke de Barby Guamán hasta terminar con el Karaoke de la Gallega, a cargo de Salus Zavalía.

Los ciclos de cine Bizarros fueron otra propuesta de Sonora que buscaba sacar a la gente de lo que había en todos los otros bares, “salir del cine debate y de toda esa cosa intelectual y darle algo a la gente para que se distienda y se divierta un rato”, comenta Ana Caram. Sonora fue eso siempre, a pesar de tener una postura política y los ideales bien puestos, siempre buscaron que la gente se relaje y se divierta. 

Agustín Indri es fotógrafo y su vínculo con Sonora comenzó antes de que la casa de la San Juan se convierta en bar. “Mucha gente pasó por ahí, gente interesante vinculada a la cultura, antes que sea un bar y ahora lo sigue haciendo. Para mi Sonora siempre fue mi barra, como una trinchera política y cultural bastante importante, se junta gente que está vinculada en esos ámbitos y pretende no retroceder nunca. He celebrado muchas cosas e incluso he celebrado derrotas”. 

Los que están afuera, los que luchan, los que pelean, lo tomaron como centro de encuentro y como refugio. 

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“Con la Nati almorzábamos todos los viernes aquí y los jueves arrancamos con nuestros after’s en la mesa 1”, cuenta Carolina, quien también es militante de H.I.J.O.S, recordando a Natalia Ariñez, compañera de la misma organización fallecida en diciembre de 2016. “Ella y yo fijas y después que llegue quien llegue. No importaba si era del grupo Derechos Humanos, diverso, Griego, familia, amigos de la vida, siempre había lugar para compartir porrón. La mesa 1 es la única mesa del bar que tiene siempre 6 sillas y muchas veces terminábamos juntando banquitos y más sillas, y claro, el porrón corría como agua”.

…Y que sea un hasta luego

9 años después, el cansancio de María y Ana, sumado a la situación económica y la realidad que está viviendo el país no ayuda. “Ya no te dan ganas de remarla, entonces no es un buen combo”, lamenta Ana.

Sonora siempre fue de cuidar a sus clientes y al bolsillo de sus clientes. En el momento que hubo complicaciones, Sonora tomo una postura y dejaron de vender tomate un par de meses, o dejaron de vender pollo, incluso llegaron a pegar un cartel en la carta en el que se les pedía disculpas a la gente por subir el precio del plato con pollo. “Es difícil adaptarse a esta realidad y subir los precios. Desde principio de año nos resistimos a subir los precios de la manera en que deberían subir. Pero ahora es como todo, no hay plata en la calle tampoco, la gente que iba también ya se cuida mucho en salir y gastar, en los pequeños lujos o los pequeños gestos que uno tiene para con uno para mimarse”, explica Ana sobre la decisión de cerrar. 

Cuenta Natalia Lipovetzky que hay un dibujo de ella en una pared en la barra, “es mi lugar favorito del bar”, y también agrega “que cierre me parece en un punto triste, en otro punto creo que las chicas quieren hacer otros proyectos, pero mucho tiene que ver esta ‘macrisis’, que les infló mucho los costos y al bar lo estaban sosteniendo por amor que por ganancias. El bar va a quedar en el recuerdo de lo que fue un lugar que reunió no solo a la gente del colectivo LBTIQ sino a muchos artistas. Es una pena que cierre, pero va a ser parte de la historia de la noche tucumana”, concluye. 

“Esperar que termine el año”, quiere Ana. “Y cerrar esto con todo lo que implica cerrar un bar. Esta bueno de que Sonora no se termine por que la María y yo nos peleamos, o nos distanciamos. Sino porque la situación y el entorno nos ha llevado a tomar esta decisión”.

Hoy tocara Estación Experimental, la banda que acompañó desde el principio. “Nos parecía lógico cerrar con una gran banda tucumana y con amigos tocando. Estación revienta mañana la casa en el final”, cierra Ana. 

“La posibilidad de que el espacio vuelva está abierta, reinventado, de otra manera, está ahí, siempre va a estar ahí”. Con esta frase Ana deja abierta una pequeña puerta para lo que puede venir.

 

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