PORTADA 4

Sobre pantallas y salchichas: la urgencia de una educación digital integral

Prof. Cecilia Gargiulo*

El impacto de las pantallas en las infancias y adolescencias tiene múltiples dimensiones que no se agotan en un solo artículo. Lo indudable es que familias, docentes y comunidades educativas estamos atravesados por esta cuestión y nos preguntamos, cada día, cómo acompañar mejor. Cada vez resulta más evidente que necesitamos una educación digital integral, que no se limite a prohibir o controlar, sino que forme ciudadanía crítica, responsable y libre en entornos digitales.

A partir de investigaciones como las del psicólogo social Jonathan Haidt en La generación ansiosa (2024), varios países han restringido el uso de teléfonos en las aulas. Pero más allá de regulaciones puntuales, el desafío es reconocer que estamos ante una transformación inédita en la historia de la humanidad: la infancia dejó de ser un tiempo basado en el juego presencial y pasó a ser mediada por pantallas, con efectos profundos en la salud mental, los vínculos y el aprendizaje.

Los riesgos son múltiples: exposición temprana a la pornografía, ansiedad crónica, acoso digital, presión estética en redes —que impacta especialmente en las adolescentes—, conductas adictivas ligadas a los videojuegos, discursos de odio que circulan en línea y violencias digitales de género. Estamos frente a una crisis global de salud mental juvenil que exige respuestas urgentes.

La psicóloga Sonia Almada habla de la “herida silenciosa” de la crianza interrumpida por las pantallas: bebés que reciben menos miradas, menos gestos, menos palabras, porque las personas adultas están atrapadas en sus propios dispositivos. Esto no solo afecta el desarrollo del lenguaje o la motricidad, sino también la construcción de lazos y la sensación de seguridad básica. No se trata únicamente de “madres y padres”: son abuelas, tías, hermanos mayores, familias diversas y comunidades enteras las que participan de esa trama de cuidados.

El problema no son solo las niñas, niños y adolescentes: somos quienes cuidamos y educamos. Somos quienes entregamos dispositivos sin acompañamiento y, a la vez, quienes más nos cuesta soltar el celular. No alcanza con culpar a las juventudes: hay que revisar cómo el consumo digital adulto moldea también sus prácticas.

El enfoque no puede ser únicamente restrictivo. La respuesta no es volver nostálgicamente a “lo de antes”, sino recuperar el valor del juego libre, creativo y colectivo como derecho, en diálogo con la incorporación crítica y segura de la tecnología. La infancia y la adolescencia necesitan experiencias reales, contacto con pares, tiempo en la naturaleza, pero también herramientas para navegar en un mundo digital lleno de riesgos y oportunidades.

De ahí la urgencia de una educación digital integral que combine límites claros con formación ciudadana:

  • No exponer a niñas y niños pequeños a pantallas antes de los 4 años.
  • No entregar teléfonos inteligentes antes de los 14.
  • No permitir el acceso a redes sociales antes de los 16.

Pero, al mismo tiempo, enseñar a usar la tecnología con perspectiva de derechos, a identificar violencias digitales, a reconocer estereotipos de género en redes, a exigir entornos digitales más justos e inclusivos.

Las salchichas vienen con advertencia porque sabemos que no son saludables, aunque a veces recurramos a ellas. Las pantallas también deberían tener la suya. Lo importante no es prohibir sin más, sino que las familias y educadores tengan derecho a información clara, recursos y acompañamiento para decidir de manera consciente.

La salida no es individual, es colectiva. Involucra a las familias en toda su diversidad, a las escuelas, a las organizaciones sociales y al Estado. Solo desde acuerdos comunitarios podremos reconectar con lo humano, volver a mirarnos a los ojos y acompañar a las nuevas generaciones en el desafío de crecer con y frente a las pantallas.

*Cecilia Gargiulo es Licenciada en Historia y Doctora en Humanidad por la UNT. Docente de nivel medio y superior, y capacitadora de Formación Docente Continua (FDCI). Investiga y trabaja sobre el impacto del uso de pantallas en niños y adolescentes y sobre el rol de la inteligencia artificial en la educación. Además, ofrece cursos y talleres a través de su consultora educativa “Hacerlo Mejor”.

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