En un año signado por la contienda electoral resulta difícil que algo reúna mayor atención que el circo político al que asistimos por todos los medios hasta que suceda octubre. Sin embargo, el pasado martes 28 de mayo se presentó por octava vez el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y con igual o mayor fuerza que las veces anteriores una masiva convocatoria feminista copó la plaza del Congreso.
– Chicas, ¿ésta es la fila para el baño?
– Si.
– ¿Creen que nos dejarán entrar?
– Obvio, porque somos muchas y estamos organizadas –sonríe y me guiña un ojo.
La fila del baño por la que pregunté estaba dentro de una casa de comidas rápidas justo en la esquina, a tres o cuatro cuadras del Congreso. Las calles por donde antes pasaron autos ahora son la red carpet por donde caminan y se saludan cientos de mujeres y unos poco varones. Todos cumplen la misma consigna, llevan algún accesorio de color verde. A las 17.30 horas está previsto que se presente por octava vez el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y la plaza de alrededores dejó de ser una plaza para convertirse en mar, en una marea verde.
“Nosotras no tenemos ni lobby económico, ni político. Quienes peleamos por estos derechos nunca tuvimos banca, por eso es que nos animamos a llevar la discusión a todos los ámbitos posibles, a las universidades, los colegios, las fábricas, los barrios y a los comedores populares. Nuestra presión es en la calle con nuestros gritos”, dijo Elsa Schvartzman, socióloga e integrante de la Campaña por el Aborto legal, seguro y gratuito que se encuentra cumpliendo 14 años de lucha.
La nueva versión del proyecto de ley incorpora modificaciones que surgieron del debate que tuvo lugar el año pasado cuando el grito feminista se escuchó más fuerte que nunca. Los cambios más importantes son que la ley abarcará tanto a mujeres, como a toda persona gestante que así lo solicite, que la práctica deberá ser garantizada dentro de los cinco días a partir de la solicitud de la mujer, además elimina la penalización tanto para quien lo solicita como para quien lo ejecuta. No hay lugar para la objeción de conciencia cuando se trata del cumplimiento de un derecho. Por último, una modificación clave es que la interrupción voluntaria del embarazo estará contemplada dentro del Plan Médico Obligatorio lo que obligará a obras sociales y prepagas a cubrirla al 100%, contemplando el medicamento y el pre y pos aborto. Al igual que garantizará la gratuidad en el servicio público de salud.
Esta Ley, en caso de aprobarse, representará no sólo un logro inmenso para el movimiento feminista organizado sino también para los sectores vulnerables que son quienes están más expuestos a las muertes por abortos clandestinos.
Así lo cree también Soledad Deza, abogada feminista integrante de Católicas por el Derecho a Decidir quien asegura que el debate del año pasado en Senadores dejó al descubierto a quienes pugnan por mantener el statu quo refugiados en dogmas religiosos y cosmovisiones morales personales que nada tienen que ver con argumentos de ciencia, de derechos o que den cuenta de una ética plural y laica. Por eso asegura que: “Hay derechos que se reconocen de arriba hacia abajo y hay otros que se reconocen con la lucha en las calles, de abajo hacia arriba. Las mujeres queremos que se salde esta deuda que tiene la democracia con nosotras, porque mientras subsista la penalización vamos a seguir siendo ciudadanas de segunda”.
Sin embargo, en este otoño feminista, no todo es juntar hojas que se caen. También resulta necesario destacar que el hecho de que sea la octava vez que se presenta este proyecto de ley marca una lucha sostenida en el reconocimiento de un derecho, a la vez que configura un antecedente ejemplar en el ejercicio democrático por parte del movimiento de mujeres. Hecho que debería contribuir a reforzar la obligación de los legisladores en reconocerlo y darle tratamiento. La furia de la marea verde choca cada vez con más fuerza sobre las costas de lo público, lo justo y lo urgente aunque todavía nadie, del otro lado, se haya atrevido a adentrase en sus olas.
Empatía estatal y asistencia pública
A medida que caía la noche, el frío empezaba a sentirse más cómodo, éramos muchas y el calor humano sumado al humo de las parrillas hacían lo suyo. Todo era calidez a la vuelta del Congreso y para Abril, Azul y Luana (todas pibas de 15 años) la prioridad, ese martes, era poder copar las calles. “No podemos dejar que sigan pasando por encima de nuestros gritos. No podemos dejar que sigan matándonos por abortos clandestinos. Tenemos que sacar esa ley ahora”, dijo una de ellas, la más valiente. Se le sumó Luana: “Entiendo que la libertad y los derechos se conquistan en las calles como todo lo que ya han conquistado las mujeres a lo largo de la historia”. Joven, clara y contundente.
Azul rompió el silencio cerca del final, parecía que buscaba algo que decir mientras escuchaba a sus compañeras de escuela: “Hoy estoy marchando porque empatizo con todos los cuerpos gestantes que tienen que ir a abortar en condiciones infrahumanas: a un cuartucho, sin luz, con una percha y que terminan muertas por culpa de un Estado ausente y un Senado que el año pasado no pudo empatizar con las mujeres que ahí mueren”.
Abril, Azul y Luana esperan lo que todas aquí, que esta vez el Estado logre empatizar con las mujeres y dar respuesta a los 450 mil abortos que suceden por año en Argentina.
Foto de portada Xime Talento y Majo Malvarezk /Emergentes