¿Qué plan divino hay para los homosexuales? ¿Puede una persona trans ser una ferviente creyente? ¿Por qué Dios condena la homosexualidad si es una forma de amar? ¿Qué va a pasar con mi comunidad espiritual cuando salga del clóset? ¿De dónde viene mi amor si no es de Dios? ¿Debo renunciar a la fe por amar a otra mujer?
Estas y otras preguntas recorren el libro Creyentes y Diverses de Lucas Leal, una obra que narra las vivencias de personas gays, lesbianas y trans con profundas convicciones religiosas. El vínculo entre la diversidad sexual y la fe religiosa trae consigo grandes debates tanto para los sectores más conservadores de las religiones del libro como para la comunidad LGBTI.
Durante mucho tiempo asumir el deseo sexual no heterosexual era sinónimo de quedar expulsado de una comunidad espiritual. Ya sea por formación religiosa, por vínculos familiares o por la indescriptible creencia en un Dios, más allá de toda exclusión, lesbianas, gays y trans hicieron realidad concreta esa aparente división.
Fruto de una investigación doctoral y de su camino como seminarista y creyente, Leal despliega en casi 200 páginas una mirada sobre el vínculo entre la diversidad sexual, lo sagrado y los afectos familiares. Recupera distintos relatos en primera persona y se adentra en las iglesias como estructuras institucionales, con sus discursos y las violencias que históricamente han marginado a las disidencias en los espacios de fe.
La introducción está escrita por Eduardo Mattio, doctor en Filosofía de la Universidad Nacional de Córdoba, quien destaca el valor de este libro al visibilizar, desde la experiencia directa, distintas trayectorias de personas LGBTI creyentes. El epílogo recupera un análisis sobre el trato que las instituciones religiosas han dado a la diversidad. Allí se desarrolla en profundidad el concepto de “necroeclesiología”, que da cuenta de los mecanismos de control y exclusión ejercidos sobre las disidencias sexuales desde espacios de poder eclesiástico.
Lejos de imponer respuestas, el libro abre una puerta a la reflexión empática sobre la espiritualidad. Cada testimonio muestra cuánto significa la fe para quienes, desde identidades LGBTI, han encontrado formas propias de habitarla.
Uno de esos relatos es el de Anita, una mujer lesbiana que fue monja durante casi veinte años antes de enamorarse de otra religiosa y construir un proyecto en común. En su proceso de discernimiento espiritual, Anita escribió: “Tengo un miedo y un sentimiento de culpa que hace que me oculte detrás de la exigencia, del trabajo excesivo, del deber ser, de múltiples responsabilidades, de la imagen de mí de lo correcto… y vengo experimentando que la vida para mí está fuera de mis escondites, de mis engañosos refugios”. (Leal, 2025, p. 74)
Con el tiempo, dejó la congregación y hoy comparte su fe y su vida con otra mujer, en comunidad con otras personas que habitan los márgenes de la iglesia por su orientación o identidad de género.
Mili, por su parte, expresa una tensión que atraviesa a muchas personas creyentes y diverses: “Soy consciente de que me encuentro, como muchxs, en una posición un tanto extraña respecto de la Iglesia. Por un lado, reniego de algunos de sus planteos más básicos, sus discursos y sus prácticas; por otro, todo el recorrido que he ido describiendo se dio en su seno, entre personas, comunidades y lecturas creyentes y católicas”. (Leal, 2025, p. 81).
Sebastián, un joven de Orán (Salta) que estudió en Tucumán, aporta otra perspectiva sobre la convivencia entre fe e identidad sexual. Su reflexión conecta lo institucional con lo íntimo: “Me gusta pensar que este proceso que está pasando la Madre Iglesia es similar al que tuvo que pasar mi mamá en aceptarme: una asimilación lenta, para alguien que vivió en otra época y que nunca va a entender plenamente por lo que estoy pasando, pero que, con el amor que sé que me tiene, se esforzará y terminará abrazándome tal como soy. Amén”. (Leal, 2025, p. 70).
Cada historia tiene su singularidad, y ofrece una forma distinta de nombrar lo divino, de rezar, de confiar, de buscar sentido. En conjunto, las voces construyen un tejido narrativo con un tono por momentos íntimo y por momentos colectivo, que se sostiene en una espiritualidad vivida con autenticidad.
Además de los testimonios, Lucas Leal propone y desarrolla cinco ejes para repensar la relación entre la Iglesia y la comunidad LGBTI:
- Participación plena de las personas LGBTIQ+ en espacios eclesiales.
- Visibilización de sus vidas y trayectorias dentro de la institución.
- Acompañamiento espiritual realizado por personas idóneas y respetuosas.
- Coherencia de vida en el testimonio de sacerdotes, religiosos y religiosas.
- Una nueva comprensión teológica de la diversidad sexual desde la antropología.
A 15 años de la Ley de Matrimonio Igualitario, en un país con avances legales significativos, pero también con resistencias culturales persistentes, este libro ofrece herramientas para abrir nuevos debates o dar los mismos tópicos, pero con mejores herramientas.
Algo muy profundo y complejo políticamente pasó entre el llamado a la “guerra santa” de Bergoglio cuando intentó frenar la Ley de Matrimonio Igualitario en el 2010 hasta las exhortaciones y entrevistas del Papa Francisco tendiendo puentes con la comunidad LGBTI. Las políticas de reconocimiento y la legalidad de las personas diversas en las democracias de occidente configuran un presente particular y posibilidad el desarrollo de proyectos de vida también atendiendo a la espiritualidad para quienes así lo sienten.
Esta obra es un ejemplo de lo complejo de los debates y un avance de la definición de una comunidad espiritual LGBTI que plantea cada vez más fuerte pedidos a las iglesias. Más allá de la creencia personal, que en mi caso me identifico como ateo, es necesario reconocer que todas las personas tienen derecho a imaginar un proyecto de vida donde la espiritualidad no esté limitada por la orientación sexual ni por la identidad de género.