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El bar cooperativo ubicado en pleno Barrio Norte, cumple 15 años de trabajo sin patrón y organización colectiva. Los desafíos y los proyectos futuros.
Pangea es un bar autogestionado por sus trabajadores y trabajadoras. Desde hace 15 años que alberga y cobija a organizaciones sociales en sus asambleas, a artistas independientes con su arte, al colectivo LGBTIQ+ en un ambiente libre de discriminación, y cualquier persona que pase por la vereda de Laprida y Córdoba y se sienta atraído por los colores que siempre irradiaron sus paredes.
Desde un comienzo, apostaron por un modo diferente de trabajar: sin patrones, desde la horizontalidad y la construcción colectiva.
El camino no estuvo libre de obstáculos y dificultades. En una constante crisis económica que sortea el país, agudizada por la pandemia, la autogestión se transforma en un entramado de redes de apoyo y acompañamiento que no solo implican a quienes trabajan en el bar, sino al ecosistema que les rodea.
Habiendo sobrevivido el difícil año pandémico, con el desafío de reinventarse ante la imposibilidad de abrir sus puertas, este año lanzaron un bono contribución para refaccionar la fachada del local que se puede conseguir en el bar, Laprida 289, o través de facebook.
El grupo de trabajo (Guida, Tahiel, Clau, Dani, Luciana, Elisa, Mery, Carmencita, Micol y Negra Miguel) actualmente está conformado por un 90% de personas que pertenecen al colectivo de lesbianas, gays, travestis, trans y no binaries, lo cual no es un dato menor en una provincia donde la discriminación continúa vigente, sobre todo para acceder al mercado laboral. Desde La Nota, dialogamos con Tahiel Ovejero sobre cómo viven este nuevo aniversario y los proyectos futuros.
A 15 años de la apertura, ¿qué significa hoy Pangea?
Somos un lugar político y de discusión y a la vez nuestra fuente de trabajo. El espacio garantiza hoy, como hace 15 años la posibilidad de debatirnos, cuestionarnos y cuestionar, participar activamente en espacios políticos y movimientos.
Particularmente hoy, creo que toda esa construcción se reflejó durante el 2020, un año que fue muy duro para todes; y Pangea fue una alternativa de trabajo que al estar gestionada por sus trabajadores, busco sostenerlo mutando y buscando alternativas para no perder su fuente de trabajo y todo lo que significa. Sumado a la participación y el aguante de toda esa gente amiga que estuvieron dándonos una re mano, creo que eso es lo fundamental, tejer redes de compañerismo colectivo. La verdad es que fue unos de los abrazos más grandes que recibimos.
¿Cómo es construir desde la autogestión, el cooperativismo y sin patrón?
Un desafío. Es algo que no se enseña ni en las escuelas ni en la vida en general. Nos educan para competir entre nosotres, entonces salir y romper con eso y demostrarlo es un desafío, más si no hay una política de Estado que apoye seriamente este tipo de construcción.
¿Cómo enfrentaron la pandemia?
Tuvimos que reorganizarnos, perdimos la cafetería del Centro Cultural Virla ya que el Centro Cultural se mantuvo cerrado, les trabajadores que cubrían pasaron al bar y tuvimos que reabrir turnos, jornadas de entre 10 y 12 horas, recurrir a la modalidad delivery ya que era la única forma de trabajar. Si no fuera por el apoyo y el amor no hubiéramos salido de esta, mucho menos si estaba bajo patrón. Pangea sobrevivió y sobrevive gracias al compañerismo. Y cuando hablamos de que somos una construcción colectiva, no solo nos referimos a les que trabajamos sino a toda esa gente que nos acompaña, Pangea también es eso.
¿Cuáles son los desafíos a venir?
En este contexto de nueva normalidad sentimos que nuestra meta en primer plano es reconectar el espacio con nuestrxs amigues. Buscamos reactivar proyectos que quedaron truncados en el 2020 por la pandemia. Entre ellos, apoyar el movimiento cooperativo y promover la creación de espacios sin patrón, fuentes de trabajo; y fortalecer lazos entre otros emprendimientos autogestionados.