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Esta nota forma parte del proyecto “Mapeo de Literatura LGBTIQ+” seleccionado en el marco del programa Comunicar Diversidad de Wikimedia para visibilizar y promover narrativas inclusivas y diversas en distintas comunidades.
Una tarde fría de agosto en las instalaciones del Centro Cultural Tano Cabrón entrevistamos a gaita nihil. El Tano Cabrón sirve además como espacio seguro para que el gaita pueda brindar prácticas de entrenamiento en Kickboxing. Entre varias cosas es entrenador físico, poeta, electricista, editor, escritor, director de puntos suspensivos ediciones, gestor cultural y se autopercibe como una masculinidad trans. Tiene 35 años. Nació en la Ciudad de Buenos Aires el 27 de enero de 1989, donde vive actualmente.
“Mi nombre registral es Simón Noel Gaitán, pero desde la adolescencia me llaman gaita por mi apellido que es gaitán. Nihil tiene que ver con la época en que el Facebook empezó a pedir los nombres reales de las personas, a modo de resistencia, en esa época estaba estudiando filosofía y letras y Latín, entonces nihil viene de nada en latín y entonces quedó gaita nihil. Siempre quise ser gaita solo, sobre todo cuando empecé a firmar libros, y quedó gaita nihil. Es mucho más que un nombre artístico, es una identidad artística.”
¿Vivís con tu familia? ¿Cómo es ese vínculo?
Vivo solo, pero la visito bastante. Vivimos cerca así que todas las semanas los voy a ver. Respecto de mi identidad no hubo mucho problema con mi familia porque yo empecé de muy joven como lesbiana, tuve varias parejas y la transición la hice ya de adulto y vivía solo. Actualmente, el vínculo con mi familia es muy amoroso, son la luz de mi vida, es un refugio en donde nos sostenemos entre todes, mi papá, mi mamá y mi hermana y nuestros animales. Así que al día de hoy no es un conflicto mi identidad. Lo fue en su momento, pero también fuimos creciendo y todes aprendiendo. Siempre se dice que el entorno transiciona con nosotros y así fue en mi familia.
¿Cómo te vinculaste con la escritura?
Yo siempre escribí y siempre me gustó leer. En mi casa siempre hubo libros y me gusta hacer este paralelismo de que cuando somos chiquitos hay varias cosas que no nos dicen que podemos hacer más allá de que están todo el tiempo dando vueltas: ser, trans es una y hacer libros es otra. Nunca nos hablan sobre todo lo que podemos hacer, las instituciones educativas tampoco nos cuentan sobre ese proceso. Todo lo que es producción son profesiones u oficios que están muy invisibilizados porque siempre la persona que produce es la que se lleva el reconocimiento, la cámara. Muchas veces hay equipos de personas trabajando detrás que nadie conoce. Eso se produce con el libro, uno ve el autor, pero no ve o no se fija en quién lo editó, quien lo tradujo, quien lo maquetó y un montón de cuestiones. A los 17 años me enamoré de una chica que era poetisa y me dediqué a partir de ese momento a escribir poesía, antes escribía narrativa. Y tampoco me parece casual que las personas LGTB encontremos en la poesía un refugio un lugar en donde poder expresar con escritura lo que a veces no podemos verbalizar en un diálogo o en una charla de café. Con el tiempo esta herramienta se va convirtiendo a medida que nos comprometemos con el género, en otra cosa. Pero sí, hay algo de poder encontrar en la poesía un oído. Es la poesía, un ida y vuelta.
¿Cómo fue el proceso de generar la editorial puntos suspensivos?
La editorial nació cuando yo edité mi primer libro, con una editorial que se llama Milena Caserola. Es una editorial independiente que es parte del circuito de editoriales que se han generado en este país por los movimientos políticos y sociales propios de nuestros territorios. Cuando quise volver a sacar otro libro, en ese entonces tenía 25 años, el editor me dijo ¿che por qué no te armas una editorial? Como ya estaba en un circuito de compañeros editores y escritores independientes pude ir obteniendo herramientas, compartiendo con ellos sobre la producción editorial. Empezó así, juntándose con compañeros, compartiendo herramientas, nunca edité solo siempre hubo un diálogo con otras personas.
¿Consideras a la literatura LGBT como un género literario?
Yo no creo que la literatura LGTB sea un género, tendríamos que hablar con alguien que entienda de crítica literaria, específicamente de literatura. No creo que sea un género porque si no, nos concentramos en qué tan disidente es la persona y no en lo que está escribiendo. Por otro lado, pienso que es injusto preguntarles a las personas LGTB si lo que hacemos es especial por ser LGTB. Ssi bien tiene su potencia política, a medida que vamos poblando más lo que a mí me compete, que es la bibliodiversidad o el ecosistema del libro, hay un punto que se pierde un poco y no es tan importante ser una persona LGTB. Las personas aparte de ser LGTB, somos otra cosa- Yo lo último que digo de mí es que soy trans, a veces hasta me olvido. Me interesa más decir que soy poeta y editor porque eso es lo que me costó ser y no porque me haya costado la transición o definir si soy o no una masculinidad porque eso me cuesta por el contexto. Así que no sé si diría que es un género, me parece que es una característica de cierto tipo de literatura.
Leyéndote en las redes descubrí a una persona muy activa y versátil que escribe poesía, conduce y mantiene una editorial, haces gestión cultural además te calzas los guantes de Kickboxing y, por otro lado, estás habilitado para hacer una instalación eléctrica. Empecemos por el Kickboxing
Para mí el Kickboxing es una metáfora de la vida. Yo tengo que tratar de que no me peguen y de que, si me van a pegar devolverlo, es una actitud de cómo uno se para ante la vida.
Yo siempre hice deporte. A los 12 años mi mamá me anotó en el equipo de fútbol femenino en Vélez Sarsfield. Ya venía jugando fútbol, pero ahí entré en los clubes de la AFA. Además de chico hice taekwondo y karate, empecé a correr a eso de los veinte y pico, corrí durante más de diez años. Cuando empecé a hormonarme sentí que correr no me terminaba de desgastar toda la energía que tenía para descargar, necesitaba de alguna manera algo con impacto. Me crucé con una profesora que es un amor, campeona argentina de kickboxing, y con ella fuimos habitando lo que fue mi transición y encontrarla en la práctica del deporte. Tuve que definirme como varón cuando quise pelear porque así se definen las categorías en el kickboxing. De alguna forma está muy asociado a mi transición, no solo a descargar, a generar endorfinas y lograr un buen estado de salud, sino a entender que es tan fuerte el sistema, el cisexismo y el sistema binario que incluso en el deporte si bien hay algo que nos hace bien, por otro lado, hay algo que nos lleva a una política cruda que es el binarismo de género.
A pesar del sistema binario seguiste con la práctica y te convertiste en instructor.
Me ayudó mucho aprender con Eva mi profesora porque ella, al ser mujer, entendía y entonces juntxs empezamos a visibilizar estas situaciones. El kickboxing se fue popularizando y yo fui ganando cinturones en la Federación Argentina de Kickboxing y me formé como preparador físico especializado en deportes de combate. Empecé a dar clases entendiendo que es muy difícil sentirse cómodo para las personas travestis, trans y no binarias usar los baños y los vestuarios dentro de los clubes y gimnasios.
En tu página de Instagram te ofreces como electricista, aparte de todo lo que ya haces ¿cómo logras trabajar en electricidad?
Soy electricista, tengo el título. Antes de meterme a estudiar electricidad cursé algún tiempo la carrera de Filosofía y Letras en la UBA, me acuerdo que en esa época me estaba convirtiendo en lesbiana y tomar contacto con la filosofía me ayudó un montón a pensar todo y me enamoré de la filosofía. No obstante, me di cuenta qué había una competencia enorme en la academia, a medida que iba cursando, me di cuenta de que no sabía si quería dedicarme a la filosofía. Un buen día decidí estudiar algo que me resuelva del trabajo que siempre fue un parto para mí. Estudié electricidad y en el 2012 me recibí. Era una piba en un mercado de tipos. Era raro en esos tiempos y no tenía con quien empezar a trabajar. Durante mucho tiempo no intente trabajar hasta que me crucé con una compañera lesbiana y empezamos a trabajar juntas. Después de un tiempo esta compañera se dedicó a otra cosa y yo seguí trabajando por mi cuenta. En esos momentos era rarísimo una mujer electricista.
¿Por qué te hace feliz gestionar cultura y por qué la biblioteca no es un armario?
Cursé un posgrado en FLACSO de Gestión Cultural y Comunicación. Me dio enormes herramientas para pensar la sociedad y creo que a nivel personal me gusta estar del otro lado, ser quien produce y que hace que la persona que está adelante se vea hermosa, que se vea linda en un libro o en un escenario, que pueda mostrar lo mejor de sí, Más allá de que yo soy artista, me gusta mucho la producción, estar detrás me pone muy cómodo, es un lugar que me gusta. Me interesa mucho la perspectiva intercultural y transcultural, lograr que las culturas dialoguen de muchas formas va generando vínculos, puentes, choques, reacciones con otras personas que es lo que conforma a la sociedad. Actualmente, coordino un ciclo de arte que se llama “no es un secreto” en el Centro Cultural España en Buenos Aires. Contestando tu pregunta, la biblioteca no es un armario tiene que ver con la segunda fecha del ciclo que hicimos acá. Presentamos Testovampiro y fue una charla con Laura Arnés y Franco Torchia, alrededor de la literatura LGTB, ¿Qué es lo que hace la literatura LGTB? Franco es licenciado en letras, escritor y gay, Laura es una académica bisexual y resultó una charla muy interesante.
¿Podrías citar alguna novela, ficción o poesía que te haya marcado en tu vida tipo libro de cabecera?
El libro que me marcó es La Historia interminable de Michael Ende. Leyéndolo de adulto encuentro que es un gran libro filosófico, el avance de la nada que es el avance del olvido Guau!, no me acuerdo qué edad tenía, 7 u 8 años ese libro me impactó, porque en un ambiente de fantasía está hablando de cosas muy profundas que las entendí cuando estudié filosofía.
Algunos libros de puntos suspensivos que te resulten especiales
Creo que todo empezó un poco con Poesía, que es una antología de poesía travesti trans y no binaria, son más de 40 poetas travesti, trans, y no binarias de distintos territorios, ilustrada por Ese “el Negro” Montenegro, un artista trans, un varón trans. Se presentó en marzo del 2019, en este sentido puntos suspensivos fue una punta de lanza en imaginar otras posibilidades de libros, no quiero decir con esto que antes no hubiera producción de autores trans y no binaries, simplemente que en este caso mostramos en un libro a más de cuarenta autorxs travesti trans y no binaries y creo que fue importante en ese momento. El Testovampiro que es un trabajo realizado tres amigos y yo y, es la historia de un chico trans que se queda sin hormonas en la época de Macri y ataca a tipos cis para robarle la testosterona de los testículos y está escrito en sextetos y versos octosílabos que es como está escrito el Martín Fierro. Es medio disputar un espacio canónico en la literatura argentina que es el Martín Fierro.