Lectura de fin de semana: Cuerpo, identidad y género como productos del discurso

PORTADA 22

Marea Emocional es un espacio de formación en la escritura narrativa coordinado por María José Bovi. En los talleres individuales la propuesta es de construcción de obra discursiva. En los grupales, se trabaja con diversas propuestas de escritura, entre ellas: Narrar Los Cuerpos, Prohibido No Mirar, Narrar Mi Memoria. En este espacio, compartiremos producciones escriturales de autores/as que se encuentran trabajando en dicho espacio.

La producción literaria en el NOA —y desde él— crece de manera exponencial, año a año. Esta sección se presenta como un espacio de publicación editorial, literario y escritural para difundir estas voces que se encuentran en trabajo de escritura, lectura y edición.

El autor, Carlos Alberto Díaz, fue invitado a participar del taller “Narrar mi memoria: identidad y cuerpos” de Marea Emocional. Este texto fue producido para el mismo. 

Cuerpo, identidad y género como productos del discurso

Carlos Alberto Díaz

Mi forma de escribir es mi forma de ser.

Joan Didion

La escritura es una herramienta para la exploración 
y la construcción de la identidad. 
Nos permite romper con convenciones sociales y culturales 
que nos limitan a expresar lo que sentimos. 

Hélène Cixous

Hace tiempo me encuentro en la búsqueda por clarificar algunas concepciones biologicistas, vitalistas, evolucionistas y sustancialistas de la noción de cuerpo, hace tiempo también pretendo tratar de articularlas y diferenciarlas, en la medida de lo posible, de la concepción de identidad y género.  

Desde mis lecturas, el autor más subversivo en el campo del psicoanálisis, quizás el único que merezca ese adjetivo mío, es Lacan, porque no hace especial referencia al cuerpo en cuanto materialidad y, además, lo articula al registro de lo “imaginario”. 

En el seminario RSI, Lacán (1974) dice: “(…) y eso resulta de la sola noción de Imaginario en tanto que el punto de partida de esta es la referencia al cuerpo y al hecho de que su representación —quiero decir todo lo que para él no representa— no es sino el reflejo de su organismo. Ésta es la menor de las suposiciones que implica el cuerpo”. 

Es decir, plantea al cuerpo como la representación del organismo, marcando la distinción entre ambos. Paul Preciado entiende al cuerpo de una manera similar, lo infiero de la lectura de su texto “Devenir molecular de la Política”, incluido en Testo Yonki (2008). Dice: “Cuando me estoy administrando gel de testosterona o me inyecto una dosis líquida me estoy suministrando en realidad una cadena de significantes políticos que se materializa hasta adquirir la forma de una molécula asimilable por mi cuerpo. Lo que me administro no es simplemente la hormona, la molécula; es el concepto de hormona: una serie de signos, de textos, de discursos, el proceso a través de la cual llegó a sintetizarse, la secuencia técnica a través de la cual llegó a materializarse en el laboratorio. (…) La molécula de testosterona hace de mí inmediatamente algo completamente distinto a una bio-mujer”. 

Desde esta perspectiva, el cuerpo puede pensarse como un espacio político y de resistencia (producto del orden simbólico, o sea, producto de las normas sociales y las instituciones que regulan y controlan los cuerpos). Cuando plantea que se está administrando “significantes” entiende, para mí, que la administración de hormonas es más que el hecho farmacológico y material, en realidad, es hablar de la administración de ideas: el género, la identidad, los cuerpos. 

Cuando empecé esta escritura me propuse atacar tres nociones o ideas (o intentar hacerlo): cuerpo, identidad y género. Existe alrededor de estas una dificultad e imbricación discursiva. 

El cuerpo está equiparado a la materia que vemos, incluso —y mucho más problemático—, a la identidad: soy mi cuerpo. El cuerpo vendría a ser una especie de continente donde se aloja el sí mismo que garantiza la identidad. Por ejemplo, al momento en el que contamos cuántas personas están en el lugar en donde estamos (una fiesta, un taller, una reunión, etc), no hacemos más que señalar con el dedo y contar la cantidad de “cuerpos” que se encuentran presentes materialmente (sustancia tridimensional) en este momento. Pero, si por ejemplo, una de las personas en una reunión de amigos está con el celular chateando o viendo reels en Instagram y no está conectada a las charlas que se desarrollan o a lo que está pasando, ¿podemos decir que está presente? No, claramente está re colgada o algún viaje astral. O cuando dos personas se encuentran a tomar un café luego de meses de charlar por alguna red social sin verse y una le dice a la otra “Al fin te conozco”, ¿realmente “al fin” la conoce o podemos decir que en las charlas por chat se conocieron y ahora lo que hicieron es encontrarse en dos puntos próximos en el espacio en un momento temporal idéntico?

Para pensar la sexualidad es necesario, a mi entender, enmarcar el concepto que de ella se tiene en una perspectiva relativista, histórica, epistemológica y cultural. Ahí sí, nuestro gran amigo Foucault —y los estudios de algunos de sus seguidores tales como Davidson y Halperin— plantea un corte en la historia alrededor del siglo XVII en donde comienza a producirse un cambio discursivo respecto de lo sexual, un doble movimiento: por un lado, de censura sobre el decir de lo sexual que tendrá su cenit en la época Victoriana y, por otro lado, un énfasis en decir la verdad sobre el sexo que ya se presentaba fuertemente en la religiosidad cristiana en torno a la confesión (Foucault, 1995). Entre las consecuencias de esta mutación cultural destaca, en primer lugar, el surgimiento de la convicción de que el sexo revela lo más verdadero de cada uno, siendo esa verdad una verdad reprimida (lo que llama: hipótesis represiva). Se produce así una amalgama entre la idea de sexualidad, el yo y la identidad que no existía hasta ese momento y que se evidencia en el trabajo con algunas referencias históricas de la Antigüedad y la Edad Media. A ese ser, dado por la identidad sexual, Davidson lo llamará sexistencia.

Con estas ideas, creo que deberíamos pensar en la inexistencia de una realidad prediscursiva. Todo es discurso. El lenguaje crea la realidad, no solo la nombra. No es que tenemos objetos y el lenguaje es una construcción social y cultural que sirve solo para nombrarlos. ¿Qué existe fuera del lenguaje?

¿Por qué digo todo esto? ¿Qué tiene que ver con el cuerpo, la identidad y la sexualidad? Lo que pasa es que uno de los problemas más grandes de reconocimiento de la pluralidad de géneros, identidades, sexualidades y cuerpos es que se instaló la creencia de que estos conceptos vienen de la naturaleza. Es “natural” ser hombre o mujer, macho o hembra, femenino o masculino. Pensar esto es pensar que ya nos viene dadas estás categorías con el nacimiento (y con el nacimiento de la humanidad). Ser esto o lo otro, la binariedad. Cuerpo, identidad, sexualidad son previos a la existencia, nosotros solo los nombramos con etiquetas. Y lo natural no se puede modificar, “intentar” hacerlo es un capricho. Esto conlleva a que cualquier posibilidad fuera de “uno o el otro” sea antinatural, o enfermedad (ahora menos enfermos que antes, pero todavía hay quienes sostienen este discurso). Ideas transmitidas mediante discursos científicos, médicos, psicológicos, psicoanalíticos, políticos, artísticos. ¿Sostener y defender esa postura no es, acaso, una imposición horrorosa que habilita el sufrimiento en quienes eligen otras opciones para identificarse? ¿Podría alguien elegir el sufrimiento para sostener una idea?

El sistema médico-legal me fuerza a llevar a cabo un suicidio legal para autorizar mi re-nacimiento como «hombre». Asisto así a mi muerte y a mi re-nacimiento legal . Soy al mismo tiempo un cadáver y un recién nacido legal. (Preciado, 2008. “Y la destrucción fue de mi Beatriz” en Testo Yonki).

Si alguien es en esencia algo, ¿cómo Paul Preciado puede ser cadáver y recién nacido?

El individualismo moderno nos hace creer que nos definimos (y nos definen) desde el cuerpo y la sexualidad. Pero, a esta avanzada la intelectualidad femminista, transfeminista y queer nos proponen que entendamos la identidad, cuerpo y género como una construcción social y cultural, articulándola con el concepto de performatividad (Butler, 1990. El género en disputa). Performance no solo como algo que se representa y se vive a modo de un rol o actuación, sino como una creación que se produce en el mismo momento que se la enuncia. Pensar así, en términos de creación, nos permite (y permitiría a quienes decidieran hacerlo) entender que estas nociones son tan solo construcciones en constante cambio, producidas siempre por los discursos de época, con la historia y la cultura. 

Por eso es necesario que nosotros, los que intentamos dar al menos media batalla contra lo establecido como “natural”, denunciemos estos entramados discursivos, estos ejercicios de poder, y busquemos conmover con nuestras creaciones a nuestros interlocutores en el ámbito que nos toque y/o elijamos para lograr, en el mejor de los casos, agrandar la resistencia y avanzar en estas y otras batallas.

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4 comentarios
  1. Muy interesantes palabras para abordar varias discusiones. Además, desde una manera que invita a hacerlo a aquellas personas que a lo mejor no están familiarizadas con estos conceptos. Me encantó el escrito.

  2. Tremendo trabajo, y llamado a cuestionar y construir/ de- construir lo que viene dado como NATURAL. Plantear y ofrecer, desde estos espacios reflexivos y de articulación RESISTENCIA. Acompaño y Agradezco al colega Carlos Arberto Díaz, por el compromiso ético y coherencia en su consecuente accionar, en esta tarea PERFORMATICA.

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