La “revolución del litio” y su impacto socioambiental

También denominado “oro blanco”, “tesoro de la Puna” y “mineral maravilla”, por sus cualidades que lo convierten en un buen almacenador de energía, la industria del litio se encuentra en pleno auge comercial y productivo. Sin embargo, las dimensiones sociales y ambientales vinculadas a su desarrollo no ocupan aún un lugar significativo en la agenda pública actual.

Argentina es considerada parte del “triángulo del litio“, junto a Bolivia y Chile, donde están las mayores reservas mundiales de este elemento que se utiliza fundamentalmente para baterías de celulares, computadoras y autos eléctricos.

La demanda del “oro blanco” aumenta frenéticamente en la medida que los autos eléctricos se empiezan a popularizar en cada vez más países.

De acuerdo con la Secretaría de Minería, el país posee dos minas en producción, que son Fénix, desde fines de la década del ‘90 en Catamarca, y el Proyecto Olaroz, que entró en su fase productiva en 2014 en Jujuy. También hay dos minas en construcción, que son Cauchari-Olaroz en Jujuy, de la empresa Minera Exar, y Centenario-Ratones, en Salta, de Eramine Sudamericana, además de otras 10 en evaluación económica y seis en etapa de exploración avanzada. Existen, asimismo, más de 40 proyectos de exploración y prospección, distribuidos en los 23 salares ubicados en Jujuy, Salta y Catamarca.

Actualmente, el país representa el 7% de la producción global, mientras que Chile cuenta con un 19%. Ambos países son los únicos en donde se produce el mineral en salmuera; no obstante, la ecuación hoy favorece a la producción en roca en Australia, de hecho, los datos de 2018 revelaron que un 61% del litio que se consume en el mundo viene de ahí.

En Jujuy acaba de comenzar la construcción de una planta para fabricar baterías. La empresa será manejada por Jujuy Litio, integrada por Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado (Jemse) en un 60% y la compañía italiana Grupo SERI, con el 40%. Hasta el momento, Argentina solo produce la materia prima que es exportada generalmente a China donde se realizan las baterías, con el valor agregado que ello implica.

Las potencialidades de Argentina son grandes y con el litio cobran relevancia en cuanto al rol estratégico que podrían alcanzar en un mercado mundial. Gobiernos tras gobierno, ponen el ojo en la actividad minera como un camino para salir de déficit fiscal, olvidando el gran costo que suele dejar este tipo de explotación: el ambiental.

Desde La Nota, entrevistamos a Néstor Omar Ruiz, antropólogo especializado en Geoarqueología y Perito ambiental. Además, es técnico ad honorem de comunidades indígenas y miembro del equipo multidisciplinario profesional que hace de veedor legal de parte de la Asamblea El Algarrobo de Andalgalá.

Su tema de estudio es el agua, siendo su última publicación “Los glaciares tropicales jujeños y el hombre”, donde describe la dinámica de los glaciares tropicales argentinos, desde el norte de San Juan hasta Jujuy y su rol como proveedor de agua. Preocupado ante los anuncios del nuevo gobierno en continuar con los negocios de explotación evaporítica de Litio, respondió algunas preguntas que realizamos desde La Nota.

“No deja de asombrarme que los diferentes gobiernos nacionales y provinciales, tanto el anterior y el actual, sean tan obstinados y ciegos. Hemos demostrado científicamente que el método de explotación evaporítica para extraer litio es insustentable. Para el tema de la megaminería no hay grieta, están todos de acuerdo con entregar el territorio para su explotación a las multinacionales”, expresó el referente.

La principal consecuencia de la metodología por evaporación es la disecación y la desertificación de la Puna, uno de los ecosistemas más frágiles de la Argentina. “Como prueba de esto tenemos el caso chileno, donde las 14 comunidades que vivían en sus territorios, tuvieron que migrar de sus pueblos a las ciudades porque se quedaron sin agua, no se puede producir absolutamente nada. Y transformaron la parte de Atacama chilena en un desierto”, ejemplificó Ruiz.

Por otro lado, recordó el caso de Catamarca, donde dos de los ríos cercanos al Salar del Hombre Muerto, donde se está extrayendo litio desde 1997, trajo como consecuencia el agotamiento del agua del río Trapiche y ahora el río Los Patos está siendo canalizado para llevar el agua a la minera. 

Los salares son cuencas cerradas donde queda almacenada el agua, donde a lo largo de miles de años se han concentrado minerales y elementos químicos que fueron arrastrados por la lluvia desde las laderas montañosas. Entre estos elementos se encuentra el litio.

Para extraerlo, la salmuera es bombeada mediante perforaciones que generan la difusión de sales superficiales hacia acuíferos profundos de baja salinidad (contaminación cruzada). Luego se la expone al sol en grandes piletones para evaporar el líquido y concentrar los componentes de interés.

Para tener una dimensión, se estima que la concentración de litio en el Salar del Hombre Muerto es de 500 ppm, lo que significa que por cada tonelada de litio extraído se evaporan alrededor de dos millones de litros de agua.

Este procedimiento genera una disminución del nivel de base del agua subterránea de la cuenca, que produce un descenso del agua dulce fuera de los bordes de la salina, y la consecuencia más inmediata es la desaparición de las vegas y lagunas que allí se forman, recurso hídrico esencial de la región, afectando a las comunidades, el ecosistema, las migraciones de aves y la cría de camélidos.

Pero no se trata de dejar de explotar litio, sino encontrar métodos que sean sustentables y que no expulsen a las comunidades que viviven en esos territorios.

El referente explicó que existen otros métodos, incluso diseñados por científicos argentinos del CONICET, como el doctor Ernesto Calvo, que ganó un premio en Europa de innovación tecnológica. Se trata de un método electroquímico que facilita la extracción de litio de salmueras en forma sostenible, con bajo daño ambiental, sin pérdida de agua ni generación de residuos químicos.

Por otro lado, Ruiz destacó otro aspecto al que los diferentes gobiernos vienen haciendo oídos sordos. “Es el desconocimiento de que en la Puna habitan 100 comunidades indígenas que son preexistenten al Estado argentino, y tienen derechos constitucionales y tratados internacionales suscriptos por la Argentina que los amparan y legislación nacional y provincial. Y estas comunidades han dicho no van a permitir la explotación de Litio. Si el Estado impone a una mega minera para que explote litio de manera irracional van a estar violando la ley”. 

“El problema con el método de explotación evaporítico es que es gratis”, sostiene Ruiz. “Cualquier método electroquímico o de otro tipo, que se utilice y cuyo impacto ambiental no sea significo ni determinante para el futuro de la Puna, implica un costo, como cualquier clase de emprendimiento humano”.

“El agua de la salmuera que bombean, no pagan nada, el agua que toman de los ríos y arroyos tampoco pagan un peso, el sol que es el que produce la evaporación también es gratis. Por eso es un negocio tan rentable. Pero lo que pasa es que es irracional y el costo en realidad es altísimo para el ecosistema”, analizó el antropólogo. 

El referente también se refirió al nulo impacto económico que estas actividades mineras tienen en las comunidades donde se asientan. A pesar de las promesas de crecimiento económico, eso no se ve reflejado en las estadísticas provinciales.

“En Argentina hay dos minas de salmuera. Una está en Jujuy hace cinco años, y otra hace 20 años en Catamarca. Entre las dos deben estar empleando alrededor de 60 pobladores, con sueldos fuera de convenio, en condiciones precarias, con accidente laborales, y exponiendo a los trabajadores al litio que es sumamente tóxico. El impacto económico que produce en Catamarca y en Jujuy es prácticamente nulo. Es muy fácil ir a las estadísticas y ver que esas dos provincias viven en una crisis económica terminal que son méndigas de la coparticipación federal y que tienen ominosos índices de desnutrición y pobreza. No representa ni siquiera un beneficio económico ni para la nación, ni para las provincias, ni para la gente”, respondió.  

La resistencia a la megaminera en Jujuy está presente, aunque no se la nombre en los medios de comunicación. Desde la Asamblea Ambiental de Jujuy Juntos Podemos por un Ambiente Sano acompañan a las comunidades indígenas que están permanentemente en resistencia. “Ya están viendo y viviendo el impacto de una sola mina que está cerca de la frontera, en un lugar bastante despoblado. Aun así, ya se está visualizando el impacto. Es tan determinante este sistema de extracción que produce impacto a largas distancias”.

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