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“La integridad tiene un precio en esta sociedad”: Marcelo Torres reflexiona sobre el rock, la música y la influencia de Spinetta

Marcelo Torres, ex bajista de Luis Alberto Spinetta se presenta este jueves 25 de enero en Citá. En el marco de su gira por el Norte, conversamos sobre el músico sobre el rock, la música y el panorama actual de la cultura y la industria musical.

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Terminó de hacer la prueba de sonido y todavía está definiendo el listado de canciones. Conversa con los músicos invitados que viven aquí, estamos en Tilcara, La Rockola, un bar que ganó su fama con los años, sobre todo por los artistas que pisan su escenario. Marcelo Torres estuvo hace unos días, lo escuché y quedé alucinada. Logré intercambiar algunas palabras después pero él estaba de gira y su ruta continuaba, no hubo tiempo para plantear una entrevista. Por suerte, en alguna parte de Catamarca, algo sucedería que lo haría regresar, justo para dar un show improvisado en el aniversario del nacimiento de Spinetta. Nos sentamos en una mesita, apartados del ruido de los preparativos, él se sirve un té y arrancamos. Mi pedido es explícito: 

Me gustaría que nos dejes un retrato de época, del arte, la música y el rock. 

Yo empecé a tocar el bajo en el ‘72, tenía doce años. Pensá que hay todo un desarrollo de ahí hasta la actualidad con respecto a la música y la tecnología. Son procesos que algunos músicos no hemos absorbido todavía y otros van acomodándose como pueden. La mirada que yo puedo tener es desde ese lugar: la de un músico que ha transitado un mundo analógico y después digital, con todas sus ventajas y desventajas. Ahora sería una locura pero, por darte un ejemplo, vos ibas a un concierto y a la salida estaban los asistentes de la banda tirando un panfleto de cuando tocaban. Lo hacían bandas profesionales, eso los hacía visible.

Tampoco era tan accesible grabar, las compañías multinacionales funcionaban como filtro, no todo el mundo accedía a la RCA o la CBS (discográficas de Sony Music). Te estoy hablando de los ‘70 hasta mediados de los ‘80. Los músicos nos teníamos que esmerar más para tocar y destacar, generar alguna música que llamara la atención. Mis referencias fueron el rock sinfónico europeo, inglés sobre todo, y después el rock nacional; bandas que eran complejas desde lo musical: Almendra, Manal, Vox Dei… los inicios del rock nacional. Eran otras las expectativas, ibas a grabar y en dos horas tenías que meter cuatro temas porque se grababa en cinta y se terminaba a los quince minutos. Si querías grabar otra toma tenías que borrar lo que habías grabado, con todo lo que eso psicológicamente causaba en el músico. No podíamos fallar. Mirado desde ahora es una locura, parecen cosas menores pero era una exigencia para los músicos muy fuerte.

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Vos viste nacer el rock en Argentina…

Yo sería como una segunda generación. Cuando yo arranco ya existía Pescado Rabioso, Spinetta ya había hecho una obra impresionante. De Almendra ya había surgido el grupo Color Humano, y después Aquelarre, otra banda importantísima. Si alguno quería dar un paso importante, tenía que involucrarse con esas músicas. Después, había todo un mundo comercial, como siempre lo hubo… el rock nacional era una contracultura en ese momento. Había un grado de ideología y las obras musicales eran totalmente estéticas, su música, su letra. Además empezó una corriente de música independiente, con productores independientes como MIA, de los padres de Lito Nieva y a partir de ahí se empezaron a generar proyectos y otros artistas, como Los Redondos o como Spinetta mismo. 

Siempre tuve la impresión de que el rock luchaba por la libertad. No me refiero a esa que  anda rondando hoy ¿no? Pienso en Milei. 

Hay un detalle que no estamos hablando. Todo este proceso de mi formación es durante la dictadura. Todos los músicos, esta gente que yo te estoy nombrando, también lidiábamos con eso. 

Argentina tenía poco acceso a la información del exterior, los discos importados eran carísimos; de alguna manera eso forjó la identidad del rock nacional. Si bien los músicos más importantes conocían los discos, no teníamos acceso a verlos. Se creaba toda una imaginación de lo que era eso. En general, creo que fue productivo en un punto para los músicos… ese “corset político” que nos presentaba la dictadura, ponía unos límites en los cuales nosotros teníamos que crear música, crear arte. Había que agudizar el ingenio de forma que no produjera una intervención militar… y en cuanto a la música, la libertad es hacer lo que vos quieras hacer y, paradójicamente, hay cada vez más patrones a seguir. Condicionamientos de las compañías, de las plataformas digitales, incluso te diría que hasta del público mismo, porque ahora si un artista empieza a cambiar algo hasta el público se queja. Eso no ocurría nunca en los  años ‘70, el público quería todo el tiempo que el músico innovara. 

Te vuelvo a hablar de mi generación porque hay muchos que todavía están activos. Darse a conocer no era una preocupación, hoy tenés una exacerbación del exhibicionismo, casi pornográfico te diría. Es algo con lo que yo no tuve que lidiar y sigo en la misma línea, cambio en función de mi necesidad creativa. No estoy buscando una recompensa, el éxito como masividad. Hoy está totalmente corrida esa posibilidad, si un artista no llena un estadio es como si no existiera. Le hacen creer que eso es el mundo del arte, ver a un músico a cien metros de distancia… la búsqueda del like es una búsqueda vacía, hueca.

Los ’70 y ’80 parecen haber sido una época completamente opuesta a la del algoritmo ¿no?

No solamente apreciábamos la música por sí misma, sino que la actitud de los músicos  era la de no bajar los brazos porque la derecha, la industria comercial, siempre estuvo, siempre existió. Ósea, Spinetta tuvo que lidiar con la productora cuando sacamos el disco Los Socios del Desierto porque no se lo querían editar, era el ‘95 y sacó una carta explicando que él consideraba que su música iba a trascender en el tiempo y que en algún momento le iban a pagar lo que él pensaba que valía ese acto, y bueno, Sony se lo pagó. 

Pero eso no lo hace nadie. En realidad entre los artistas hay mucha vulnerabilidad… están condicionados a estar en Spotify, a tocar por poca guita, y así como socialmente hemos aceptado convenciones que son inaceptables y las hemos normalizado, en el arte y en la música también ocurrió eso. Yo doy clases de música y tengo conversaciones con alumnos y me cuesta entender: antes las compañías de disco te decían “tenés que hacer temas de tres minutos o no te la pasan en la radio”; entonces, el desafío es buscar en los discos de esa época ¡a ver si hay temas de tres minutos! y ahora los pibes ya están formateados así, hacen temas de tres minutos para que los pasen en la radio. Es una batalla cultural que está perdida. 

¿Para vos está perdida?

Totalmente. Ósea, yo estoy en una burbuja digamos, no sé cómo explicarlo…

Bueno, encontrarte en Tilcara es encontrarte en una burbuja…

Por eso. Yo estoy corrido de toda esa lógica de la industria, del mainstring. Por suerte puedo generar mis ingresos con clases o con toques, no tengo mayores pretensiones. 

Ahora, hay un millón de pibas que cantan y que imitan, ponele, a Taylor Swift. Es muy difícil que tengan éxito porque ya existe eso. La música es buena para todo, aclaremos eso. Es bueno imitar, es preferible imitar a no cantar. la imitación es un proceso del aprendizaje, pero en algún momento hay que generar algo propio. Una búsqueda propia. Ahí es donde empiezan a trastabillar los jóvenes porque quieren imitar a algún artista ya consagrado y el éxito es muy difícil de comprar, es como una pócima viste… 

¿Qué es el éxito?

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El éxito es ser feliz haciendo lo que cada uno quiere hacer, realizarse haciendo lo que soñó, y cuando cumplís el sueño siempre va a haber otro. Buscás otro. Yo cumplí muchos sueños y tengo otros por cumplir. Si bien hay una coyuntura social que me condiciona, pero en general trato que mis sueños dependan de mí, no de otros… entonces me esfuerzo un montón siempre. Yo laburo desde los doce años, fui obrero de una fábrica, arranqué muy abajo. Imaginate los logros que tuve, muchísimos. Ósea, de ser músico independiente, un autodidacta, a dar clases en Berklee, Boston. En la escuela más importante del mundo. Vivir en el conurbano y terminar ahí. 

Y en el medio, todo.

Suena hasta a  posicionamiento político… 

Y sí, porque yo tuve que decir que no a muchas cosas y  fueron posicionamientos políticos. Yo defiendo mi integridad, siempre la defendí y también perdí por eso. Eso lo aprendí mucho de Spinetta: la integridad tiene un precio en esta sociedad. El éxito es ese, que a pesar de todos los condicionamientos, no han vencido mi integridad. Eso me empodera un montón. 

¿Y cómo mirás, como el artista que sos, lo que está sucediendo ahora en el país? Hablo puntualmente de todas las medidas que pretende la Ley Ómnibus y cómo afectaría eso a los trabajadores de la cultura. 

Y… una nota no lo va a cambiar, viste. Los artistas somos emergentes de lo social, pero no somos responsables de lo que ocurra socialmente, ósea, podés defender una idea pero la gente ya votó un presidente, ¿qué quieren que hagamos? Ya hacemos arte. Nosotros somos válvulas de escape de la sociedad, por eso la gente viene a vernos, a escucharnos, porque ahí es donde siente una visión del mundo más hermosa. Es mucho eso. Las necesidades expresivas son vitales, no son superficiales. Los artistas tenemos que generar nuestras propias ideas y herramientas. Obviamente en cuanto haya una coyuntura más favorable, un entorno más amoroso al arte, va a ser mejor.

 Cuando uno está bendecido por la revelación de la música, es para toda la vida. Mi camino en la música va a ser hasta mi muerte. No tengo otra alternativa, como no la tienen muchos que no son músicos.

Para terminar, y en el aniversario del flaco, ¿qué es Spinetta para vos, Marcelo Torres, y qué es para los argentinos? ¿Cuál es la mejor manera de homenajearlo? 

Las cosas que estamos hablando están muy relacionadas con mi acercamiento a Spinetta, principalmente por su música, pero también por todas estas actitudes que yo he visto en él respecto a su obra,  cómo la hacía respetar. Eso es una gran enseñanza para mí. Y después su vida poética. Es toda una poesía su vida… me encantaría que todo el mundo pudiera encontrarse con Spinetta, pero lamentablemente no es así. 

Y  para homenajearlo… principalmente escuchar su música. Después, en cuanto a crear, no es fácil, es un camino muy complejo. Difícil, porque si no tenés ese impulso no lo lográs. Todos queremos ser Spinetta pero no, no se logra.

¿Por qué no se logra?

Y… porque ese nivel de integridad es muy alto. La vara de Spinetta es muy alta de cierta manera. En la música hay integridad, yo no digo que no, pero él ha hecho cosas tremendas. Un tipo que puso siempre su obra adelante de la guita, eso ya lo define totalmente.

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