La cultura en juego: Ley Ómnibus, emergencia cultural y confusión

02 01 2024 un grupo de personas marcho

La producción cultural de un pueblo es parte constitutiva de su identidad, la construcción y disputa de sentidos, a veces es el reflejo de un clima de época y otras aparece como testimonio de tiempos difíciles. El arte y la cultura no siempre han sido considerados por su valor social, y muchas veces han perecido ante el abandono del Estado. Sin embargo, desde el retorno de la democracia, y en base a la lucha de los artistas y trabajadores de la cultura, se han podido conquistar derechos que han regulado el funcionamiento, la promoción y la circulación de la cultura. 

Algunos sectores contaron con mejor suerte al ser considerados como industrias y cuyos impactos económicos los pusieron en el eje de la actividad económica productiva. Tener un marco regulatorio y presupuesto para la promoción artística, ha hecho crecer al sector y ha mejorado algunas condiciones para el desarrollo del arte y la cultura. 

Ley Nacional del Teatro

En el caso de la actividad teatral, desde principio de los años 70 que el sector intentaba cristalizar sus necesidades a través de una ley, pero con la llegada de la dictadura esos intentos se truncaron. Luego, en 1985 con el retorno de la democracia, el proyecto de ley tuvo media sanción en el Senado, pero fue rechazado en Diputados. Finalmente en el año 1997, la ley fue aprobada por unanimidad por las dos Cámaras y sin objeciones. Sin embargo fue vetada parcialmente por el presidente Carlos Menem. La Ley Nacional del Teatro N° 24.800, en su artículo 7 dispuso la creación del Instituto Nacional del Teatro (INT) que desde entonces ha promovido la actividad y generado crecimiento para el sector.

En Tucumán, a través de estos 25 años de historia del INT, se han desarrollado los grupos teatrales independientes que accedieron a subsidios para producir sus espectáculos, se han equipado salas teatrales, se han puesto en circulación regional y nacional los espectáculos locales, se promovió el desarrollo de la investigación teatral y la dramaturgia local, se otorgaron becas para estudiantes que buscaban perfeccionarse, se han comprado salas para el teatro independiente, promoviendo el desarrollo comunitario y el acceso a la cultura. La relación entre la comunidad teatral y el INT, no estuvo exenta de tensiones y reclamos, como en todo organismo de administración de fondos públicos, pero hoy un gran porcentaje de la actividad teatral independiente de la provincia se sostiene a través de las líneas de financiamiento que ofrece el INT.

Teatro independiente como resistencia

Durante 2020, la pandemia desnudó la realidad de los y las artistas, que desarrollan su actividad en los márgenes de la precarización, que no acceden a derechos laborales y que, en la mayoría de los casos, deben tener más de un trabajo para poder sostener la actividad artística. En ese contexto, de teatros cerrados y de imposibilidad de actuar, los actores y las actrices reinventamos la forma de llegar a las audiencias a través de las nuevas tecnologías. El INT y otros organismos estatales tuvieron que reconocer la emergencia cultural y se desembolsaron apoyos económicos para un sector vulnerado y que no aparece en la agenda de los grandes medios de comunicación. 

La actividad teatral independiente en Tucumán está plagada de complejidades, y a pesar de los ingentes esfuerzos del Estado, ha encontrado cauce para su desarrollo. Lo que ha permitido el INT, fue el acceso a recursos y un esfuerzo de profesionalización de nuestra actividad. Aprendimos a llenar formularios, a bajar nuestras propuestas artísticas al papel, a fundamentar, ordenar y sistematizar saberes. También ha contribuido a que los espectáculos queden registrados, esbozando una memoria histórica. Se han publicado a dramaturgos locales, y la investigación sobre nuestro teatro ha sido reconocida a nivel nacional e internacional.

Lo que sostiene a la actividad independiente es el arduo trabajo de teatristas que mantienen abiertas las salas y los espacios de formación, con todos los indicadores económicos en contra y con esos aportes del Estado que siempre corren muy por detrás de la inflación.

Hoy, con la presentación de la Ley (mal llamada ómnibus) del presidente Javier Milei, busca cerrar el Fondo Nacional de las Artes (FNA); derogar “La Ley del libro” (que establece un precio único de venta al público), y las leyes que garantizan el apoyo del Estado a la actividad teatral, lo que implica la desaparición del INT. También, propone la modificación de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), el INCAA y el INAMU.

En esta coyuntura, una vez más, la cultura se declara en emergencia, ya que este avasallamiento de las leyes que protegen cada actividad, implicaría el sometimiento a las voraces lógicas de mercado y su posible desaparición ante la concentración de poder económico de algunos sectores.

Producir cultura es un trabajo que muchas veces ha sido precarizado y magramente remunerado. La presencia del Estado nos ha dado marco y ha favorecido el crecimiento de la actividad. La desaparición de los organismos y las leyes que nos protegen, nos dejan a merced de la ley de la selva. Un darwinismo social, en el que sobreviva el más fuerte, el que esté en condiciones de competir. ¿Contra quiénes? Contra las demás industrias del entretenimiento, muchas de ellas extranjeras y con mayores recursos.

Hagamos números…

Estrenar una obra de teatro independiente, implica asumir costos de producción que incluyen: escenografías, vestuarios, diseño de iluminación y sonido, alquiler de espacios para ensayo, además honorarios profesionales (en algunos casos) para directores, actores, técnicos, coreógrafos, bailarines, maquilladores, diseñadores gráficos, comunicadores y gestores. El teatro da trabajo a muchas personas para la realización de una puesta. Sin embargo, se han invisibilizado, o muchas veces reabsorbido por pocas personas haciendo todo. Los aportes del INT han permitido contemplar esos roles y otorgar presupuesto para su desarrollo.

Con todo esto, producir un estreno teatral en Tucumán, no cuesta menos de medio millón de pesos para una puesta modesta.


Por otra parte, el precio de las entradas ha quedado congelado en el tiempo desde antes de la Pandemia. En un intento para seguir promoviendo el acceso de los públicos, hay grupos teatrales que sostienen entradas a $1500 pesos como piso, y en promedio general rondan los $2500. Son escasas las obras, que por afluencia de público, pueden cobrar más de $5000. En contrapartida, en teatros oficiales, se ofrecen espectáculos foráneos cuyas entradas más económicas no bajan de los $8000. Este es el tipo de competencia voraz que propone el mercado, poner a competir a la producción local, sin apoyo estatal, contra la maquinaria del centralismo porteño y el empresariado que financia las grandes puestas y sus giras nacionales. Estas desigualdades históricas no van a desaparecer, sino que se van a profundizar.

Esto no es nuevo, pero dejar al teatro sin ley garantiza una reducción en la cantidad de estrenos, giras, festivales, investigaciones, publicaciones etc. Implica el cierre de espacios culturales y una mayor precarización de nuestra labor artística. Un retroceso que nos empuja a la producción cuasi vocacional, que dejará sin trabajo a miles de trabajadores de la cultura. Aquellos olvidados por decreto, engrosarán la lista de desocupados que prometen las reformas laborales del actual presidente.

Mucho más que una desregulación de la economía

El proyecto de Ley Omnibus y el DNU de Milei, no solo buscan desregular la actividad económica, sino que a través de la derogación de leyes fundamentales, atacan a la identidad de un pueblo. Someter a la cultura la lógica de la oferta y la demanda, asegura más pobreza para el sector más vulnerable y mayor acumulación y concentración de poder para empresarios del rubro del entretenimiento. El mismo presidente, apropiándose del concepto de “batalla cultural” busca avanzar e imponer nuevos sentidos, y evitar que los sectores de la cultura puedan defenderse a través del arte, sumiéndolos en el abandono y limitando la circulación de otras voces. 

También en cuanto a la comunicación, se liberan las licencias lo que permite la concentración de poder a grandes corporaciones en detrimento de la pluralidad.

Resulta escaso el espacio en esta nota para analizar cada una de las medidas inconstitucionales impulsadas en pocos días por el Poder Ejecutivo, pero es innegable que este ataque deliberado a la cultura solo promete un retroceso en nuestra sociedad. Volver a tiempos donde gobernaba el silencio es inadmisible. 

A pesar de todo, los y las artistas siempre hemos resistido, en sótanos, en veredas, en plazas, en los teatros, en las calles y donde haga falta. Por eso estamos en estado de alerta y hoy se realizará una reunión de Teatristas, convocada por la comisión provincial de teatro independiente, el colectivo Minga Teatral y las salas de teatro independiente. A partir de las 20:30hs en la sala Puerto Cultural Libertad (Las Piedras 1850) bajo la consigna “La cultura está en peligro”.

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