Este 3 de junio, una fecha de profundo significado para el movimiento feminista en Argentina, se añade un nuevo capítulo a la lucha contra la violencia de género. El grito colectivo de “Ni Una Menos” vuelve a resonar en las calles en el contexto de un gobierno de ultraderecha que pone en jaque los derechos, las políticas públicas y los discursos que apuntan a la igualdad de género.
Coincidentemente, José Alperovich, exgobernador de Tucumán y exsenador, deberá presentarse a declarar en el juicio por abuso sexual que se está desarrollando en el Tribunal Oral 29 de la Justicia Nacional de la Ciudad de Buenos Aires. Esta coincidencia no es menor y merece una reflexión profunda sobre su importancia y relevancia en la lucha por la justicia y la equidad de género.
Una consigna que se hizo lucha colectiva hace 9 años
Ni Una Menos surgió en 2015 como una respuesta colectiva a la creciente ola de femicidios y violencia por motivos de género en Argentina. Desde entonces, cada 3 de junio se ha convertido en una jornada de movilización masiva, donde miles de mujeres, lesbianas, personas trans y no binarias se unen para exigir justicia, igualdad y el fin de la violencia machista. Es un día cargado de simbolismo, especialmente cuando aún resuena el reciente ataque a cuatro lesbianas en el barrio Barracas y al conocer que desde el 1 de enero al 30 de abril de este año fue asesinada una mujer cada 24 horas por su condición de género.
Estos femicidios alarmantes coinciden con la gestión de un nuevo gobierno que ha reducido presupuestos, ha despedido trabajadorxs de áreas claves y ha desarticulado programas efectivos como Acompañar y ENIA. En esta fecha, alarma la inacción por parte de la Subsecretaría que reemplazó a todo un Ministerio, una institución que debería haber dado continuidad al Plan Nacional contra las Violencias por razones de género 2022-2024, tal como lo establece la Ley 26.485.
Un juicio histórico contra la violencia del poder político
El juicio contra José Alperovich representa un hito en la lucha contra la impunidad y el abuso de poder. La denuncia fue presentada en noviembre de 2019 por su sobrina y ex colaboradora, quien lo acusó de nueve hechos de abuso sexual que habrían ocurrido entre diciembre de 2017 y mayo de 2019. Según la acusación, todos estos actos de violencia sexual se enmarcaron en una relación de poder desigual, donde el acusado aprovechó su posición de autoridad politica y laboral.
Este caso ha sido un claro ejemplo de los desafíos que enfrentan las víctimas al denunciar a figuras poderosas y de cómo el sistema judicial a menudo revictimiza a quienes buscan justicia. El juicio oral comenzó en febrero de este año, donde testificaron unos 70 testigos. En la primera audiencia la sobrina de Alperovich relató durante más de 6 horas cada una de las situaciones que vivió en su paso por el espacio político.
El hecho de que una figura política tan poderosa -política y economicamente- como Alperovich enfrente un juicio por abuso sexual en una fecha tan emblemática señala un cambio en la sociedad argentina que comenzo ya hace 9 años. Las mujeres dejaron de callarse y de ser calladas, y están logrando que se escuchen sus voces y sus demandas de justicia. En el caso de la provincia de Tucumán, entre 2018 y 2020 cinco mujeres llegaron a exponer en el Poder Judicial, a funcionarios politicos por abuso sexual o violencia física. Hasta el momento el único condenado es José Orellana, que fue juzgado fuera de la provincia. El movimiento de mujeres y feminista de la provincia creo la Mesa contra los Abusos del poder Político para visibilizar está realidad y acompañar a las denunciantes en sus reclamos de Justicia.
La fortaleza de la palabra
Durante estos cuatro largos años, la denunciante ha mantenido firme su versión de los hechos, a pesar de las innumerables maniobras para desacreditarla. Sin el respaldo de ninguna estructura política o económica, ha sobrellevado el proceso acompañada únicamente por sus allegados más cercanos. Este entorno de apoyo fue crucial para que su voz se escuche y para que su búsqueda de justicia no sea en vano.
El valor de su testimonio radica no solo en su constancia, sino en la solidez de los elementos probatorios que respaldan su relato. El peritaje psicológico ha evidenciado las secuelas del abuso, corroborando así la veracidad de sus declaraciones. Además, los testimonios de aquellos que, aunque con complicidad y temor, han protegido a Alperovich, han dejado entrever la veracidad de las acusaciones. El contexto de poder y machismo que rodeaba al político no hizo sino reforzar el contexto de violencia de género que rodeaba a la denunciante.
Es significativo destacar que, a pesar de los intentos de presentar su denuncia como parte de un complot para desprestigiar a Alperovich, no se ha podido probar ninguna vinculación en este sentido. Incluso se ha argumentado que Alperovich perdió las elecciones debido a la denuncia, un hecho que refuerza la inexistencia de cualquier operación para hundirlo, dado que su caída política ya era inminente desde 2019.
La verdad de la denunciante se sostiene sobre elementos concretos que se fueron verificando a lo largo de las audiencias. Su relato, lejos de ser puesto en duda, se fortalece con cada testimonio y cada evidencia presentada. En un sistema donde las víctimas suelen ser silenciadas y desacreditadas, su persistencia es un faro de esperanza y una llamada a la acción para todos aquellos comprometidos con la causa de Ni Una Menos.
La movilización de Ni Una Menos no sólo visibiliza la violencia de género, sino que también crea un espacio de solidaridad y apoyo para las víctimas. La coincidencia de fechas refuerza la importancia de la visibilidad y la denuncia colectiva frente a la impunidad.
